Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Cómo vivir como “amorista”: mandamientos y pecados para estar alerta


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No pretendo dictar verdades, solo dar algunas pistas que cada uno pueda procesar para ver si le ayudan a iluminar su propio camino en medio de la confusión actual. El gran propósito es poder encontrar luces en nuestro propio discernimiento y elección para poder amar más y servir mejor, siendo pequeños o grandes faros para que otros puedan navegar con más certezas y paz, pasando de la incertidumbre a la esperanza espiritual.



Los Diez Mandamientos “amoristas”

  • 1. Ser y parecer un “amorista” de verdad: no se trata de solo parecer buena gente, bien intencionado y actuar bonito; se trata de sentir y gustar todo el tiempo y en toda circunstancia el amor como energía predominante en el corazón. Se trata de que de nuestro ser emane luz para iluminar la vida de los demás; ser una energía linda que aporte paz, unión, respeto y encuentro, más que división, conflicto o violencia. Ser un testimonio vivo y atractivo de un nuevo modo de relación con todo y con todos, que impacte a su alrededor como una estela amorosa que va tiñendo a su paso todo lo que toca. Ver a los otros como “dignos rivales” para aprender y no enemigos para destruir.
  • 2. Ser proactivo: para poder transformar la confusión en claridad, cada ser humano “amorista” debe aportar en cada momento gestos de amor y conciliación con creatividad y apertura a nuevas realidades. No puede ser neutro o pasivo frente a una realidad que necesita nuevos caminos e ideas que plasmar. Para esto debe estar atento a todas las posibilidades que la vida le ofrece y aprovecharlas para “combinar” los diferentes ingredientes con “recetas” inéditas, que permitan ofrecer nuevas soluciones a los problemas de siempre. Una sana curiosidad, investigación y actitud de emprender es propia de los mandamientos que debemos obedecer para resistir y reinventarse las veces que sea necesario.
  • 3. Ser consecuente: relacionarse con todos de la misma forma. La autenticidad y la unidad dentro de los miles de rostros que cada uno debe interpretar en el mundo actual es una de las claves para discernir y elegir con libertad. Sin importar con quién se esté, un “amorista” debe tratar de mantener su tono y modo de relación conforme a sus valores y principios, sin aparentar ni mostrar caretas que callen su verdad. Esto, muchas veces, puede generar muchos conflictos y rechazo, como al mismo Jesús de Nazaret le sucedió, pero no puede ceder ni renunciar a su ser. Se trata de ser decente y actuar conforme a la propia dignidad y a la de los demás, sin importar lo dramáticas que puedan ser las circunstancias.
  • 4. Ser humilde y manso: junto con los mandamientos anteriores, un “amorista” debe saber cuándo hablar y cuando callar, aportando desde su verdad y vivencia, pero sin creerse dueño de toda la verdad. Se trata de ser un verdadero instrumento de paz, permitiendo el diálogo tolerante y abierto entre todas las partes, sin “enganchar” mucho rato ni muy profundo con el daño que podamos recibir o que nos quieran ocasionar. Puede que parezcamos débiles en un inicio, pero la humildad y la autorregulación para actuar en libertad y conciencia son la mayor muestra de fortaleza y un ejemplo para los demás. Es tratar al que piensa políticamente como un digno rival del cual aprender para mejor y crecer, pues el otro lo tiene y a mí me falta.
  • 5. Ser desapegado y generoso: no se trata de no tener cosas y no disfrutar de esos pequeños placeres que la vida nos regala, pero un “amorista” debe ser libre de la dependencia que las cosas, bienes, famas o estatus que pueden darle validación social. Sabe que son títulos, roles, vestimentas, pero no tienen nada que ver con su riqueza más sustancial y su trascendencia espiritual. Por lo mismo, suelen ser muy generosos con los que necesitan ayuda material, emocional o espiritual. Son capaces de saberse bendecidos por la vida y, por lo mismo, se comparten a sí mismos y a sus bienes con gratuidad; sin esperar retribuciones o beneficios a cambio.
  • 6. Jugar juegos infinitos: se trata de personas que viven fuera del mundo competitivo, de ganadores y perdedores, que buscan como único propósito terminar el juego y vencer. Los jugadores de juegos finitos juegan dentro de los límites de ciertas reglas, que todos conocen a priori y se ponen de acuerdo sobre quién gana. Eso, posteriormente, les da poder y títulos que los validan frente a los demás. Los “amoristas”, en cambio, son jugadores infinitos que valoran la relación y mantener el “juego” como lo más importante y, por lo mismo, juegan con los límites, siempre buscan el bien de todos y tratan de tener fuerza para seguir jugando, sin haber ganadores o perdedores.
  • 7. Ser tolerante a la diversidad y puente de conexión para la sociedad: hoy más que nunca, gracias a Dios, hay mayor reconocimiento a la complejidad relacional que construye a cada ser humano y, en definitiva, un creciente respeto a la diversidad de cada cual. Los deberes seres y los mandatos sociales siguen existiendo, pero un “amorista” debe ser capaz de ver a la persona que hay detrás de cada historia y condición y valorar su alma como la de un hermano/a de la misma dignidad y derecho. Por ello, y sobre todo viendo a otros más rígidos o intolerantes en su modo de interacción, debe intentar tender puentes de conexión y mediación entre los que se han dispersado o atacado por ser diferentes o resultar una amenaza. Muchas veces, ser “jamón” del sándwich implica una gran tensión, pero es parte de la promoción de los juegos infinitos que un “amorista” debe promover para la comunión.
  • 8. Armar cardúmenes; nunca nadar solo: Si hay algo que un “amorista” sabe es que es un ser limitado, frágil, humano, que requiere auto cuidado y el cuidado de una comunidad que le proteja, ayude y contenga; que le permita descansar, le corrija con fraternidad, le sostenga y que le permita espacios de ocio y recuperación para continuar. Así, también el vivir con otros permite la complementación de los recursos, la creación de mejores proyectos y la certeza de pertenencia que todo ser humano necesita como pilar bio-psico-espiritual.
  • 9. Reconocer los errores y pedir perdón: un “amorista”, como todo ser humano, es una persona en proceso dinámico, cambiante y en constante aprendizaje, en el cual ciertamente habrá aciertos y errores, fragilidades personales y relacionales que deberá reconocer y reparar. No se trata de individuos perfectos, impecables, sin faltas ni pecados, sino con la capacidad de levantarse frente a cada caída y aprender de ellas. Al pedir perdón, no solo lo hará a quienes haya dañado (consciente o inconscientemente), sino también se perdonará a sí mismo, manteniendo la mirada de Dios amorosa y misericordiosa.
  • 10. Ser capaz de morir al ego y renacer en el espíritu: un “amorista” tendrá que hacer un arduo trabajo espiritual que implique recorrer todas sus sombras y heridas para transformarlas en perlas de sabiduría. Deberá morir a todas aquellas voces que le hacen sentir insuficiente, menos o más que los demás, y renacer en el espíritu, sabiéndose amado incondicionalmente por Dios, llamado a la existencia no por sus méritos ni títulos, sino solo por el hecho de existir y, por lo mismo, empujado a compartir esta experiencia de salvación a los demás.

Siete pecados del 2020

A continuación, y como un “llamado de atención”, veremos algunas conductas muy frecuentes en el mundo de hoy, que están mermando nuestra comunidad, deteriorando la paz, manipulando la justicia y la convivencia sana en medio de la diversidad.

  • 1. El pensar en forma binaria: los matices son claves para discernir. Nada es tan absoluto; ni tan blanco ni tan negro. La realidad depende mucho desde donde se esté viviendo y la verdad se construye en diferentes capas y niveles de realidad que nunca podremos acabar. Un “amorista” debe intencionadamente conocer la mayor cantidad de puntos de vista para ver qué aportan a la globalidad.
  • 2. El activismo: hay muchas personas que se escudan en un hacer frenético para no sufrir de la confusión actual. Sintiéndose útiles y activos, creen que no tendrán que lidiar con una postura personal y una vivencia bio-psico-espiritual de angustia o temor. El hacer desenfrenado es “pan para hoy y hambre para mañana”, por lo que un “amorista” debe equilibrar su hacer con “tiempos de filosofía y sabiduría” en que se conecte con lo que estamos viviendo y pueda aportar su originalidad.
  • 3. La violencia en cualquiera de sus formas: un pecado mortal es ejercer la violencia cultural, estructural, directa y/o medio ambiental. Jamás un “amorista” debe ser cómplice ni protagonista de descalificaciones, calumnias, destrucciones, redes sociales que atenten contra la dignidad de las personas o instituciones, faltar a la verdad, inventar y/o reenviar noticias falsas o no cuidar los derechos de cada cual.
  • 4. La negligencia y pasividad: Así como es una falta grave propia del 2020 la agresión desmedida, irracional e impulsiva que arrasa contra los demás, la ciudad y la comunidad, también es falta el no hacer nada, ya que, al no ejercer nuestra función de profetas que anunciamos el bien y denunciamos lo que está mal, pasamos al “reino del mal”, como dice san Ignacio. No hacer nada es tomar una decisión, y un “amorista” debe elegir siempre, en la medida de lo posible, amar más y servir mejor.
  • 5. El individualismo: una de las conductas más “normalizadas” en el mundo actual tan confuso e incierto es el preocuparse solo de nuestro propio bien y beneficio personal. Un “amorista” no debe acaparar, no debe pensar solo en sí mismo y en su núcleo familiar; no puede encerrarse en su propio castillo de seguridad, sino que debe “hacer lío”, como dijo el papa Francisco, y salir a las calles a ayudar a sus hermanos que necesitan urgente de su solidaridad.
  • 6. La irresponsabilidad: una de las faltas más graves y frecuentes en la actualidad es que las personas no se hagan cargo de sus acciones y no asuman su responsabilidad. Todo es culpa de alguien más, del sistema o de la sociedad. Un “amorista”, en cambio, responde de sus actos, palabras y su actuar, por ser coherente y consecuente con su persona y valores. Es clave la participación en los procesos democráticos.
  • 7. La soberbia: quizás es el pecado más grave que podemos describir del 2020, ya que, al creernos superiores a otros, dueños de la verdad y con derecho a eliminar a los que no piensan del mismo modo, es el gran germen de la polaridad y destrucción actual. Cada cual, asume su verdad como única y el otro aparece como un enemigo y no se es capaz de dialogar ni resolver conflictos y diferencias de modo colaborativo y fraternal.

Los verdaderos “héroes” y constructores de una nueva humanidad están naciendo en medio de las sombras de confusión actual y debemos responder a este llamado de Dios para ser nuevamente hermanos/as y salvar el planeta y la humanidad.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo