¿Cómo tuvieron lugar las apariciones del Resucitado?


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La anterior entrega de este blog acababa así: “No sería descabellado pensar que distintas comunidades cristianas podrían haber tenido la experiencia de un encuentro con el Resucitado en distintos lugares más o menos simultáneamente”. ¿Se podría afirmar esto mismo en cuanto al modo de las apariciones? Veamos cómo se producen.



En Marcos no hay apariciones del Resucitado como tal; solo se leen en los vv. 9-20 del capítulo 16, el llamado “final canónico”, compuesto con posterioridad al original. En Mateo (28,9-10), las mujeres lo reconocen sin dificultad y se abrazan a sus pies.

¿Por qué?

En Lucas, en el famoso relato de los discípulos de Emaús (24,13-35), Cleofás y su compañero se encuentran con un caminante que les sale al encuentro, pero no reconocen en él a Jesús resucitado: “Sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (v. 16). Solo lo harán cuando Jesús repita los gestos de la última cena: “Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista” (vv. 30-31).

Sin embargo, en el episodio posterior, Jesús se hace presente a sus discípulos en Jerusalén. Sin duda, ellos le reconocen, aunque el evangelista afirma: “Ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu” (v. 37). Por eso, acto seguido, el Resucitado les dice: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo” (v. 39).

Finalmente, en Juan, María Magdalena se encuentra con el Resucitado junto al sepulcro (20,11-18), pero no lo reconoce, sino que le toma por el hortelano. Solo habrá reconocimiento cuando Jesús pronuncie el nombre de María. En la siguiente aparición, a los discípulos, que se encuentran en una “casa”, no parece que haya problemas de identificación (¿por que el Resucitado les muestra las manos y el costado [20,20]?). En el cap. 21, en el episodio de la pesca milagrosa, en un primer momento los discípulos no reconocen a Jesús (v. 4), pero luego el discípulo amado le identifica con claridad: “Es el Señor” (v. 7).

¿Por qué unas veces el Resucitado es presentado como reconocible, mostrándose muy parecido al Jesús terreno (come, lleva las marcas de la pasión, etc.) y otras resulta irreconocible o comportándose como un “fantasma”, capaz de atravesar puertas? Quizá porque, por una parte, se necesita dejar claro que el Resucitado no es alguien distinto del Crucificado, pero, por otra, también hay que poner de relieve que es algo distinto de él, es decir, que, tras la resurrección, es de otra manera.