Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Colonoscopias de dominio público


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No hace mucho que alguien me dijo que estaba “más expuesta que un torero”. Es verdad que él se refería a ambientes eclesiales y a una época determinada, pero no hay más que asomarse a este espacio para ver que tiene algo de razón. Aun así, me consuela mucho saberme lejos de la exposición de ciertos personajes. Al menos eso me ha venido a la cabeza cuando me he enterado de que una colonoscopia se ha convertido en noticia internacional. No tanto por la prueba, obviamente, sino porque es a Biden a quien se la hacen. Estoy convencida de que al presidente de Estados Unidos hubiera preferido que una prueba tan desagradable no se convirtiera en una cuestión pública, porque todos necesitamos cierta cuota de anonimato.



Es muy probable que la revisión intestinal de Biden no hubiera atravesado el océano hasta nosotros si no supusiera que una mujer, Kamala Harris, asuma la presidencia de forma temporal. Esta anécdota me hubiera permitido hacer algún chiste fácil sobre cómo algunos varones, especialmente en el ámbito eclesial, necesitan llegar a extremos para otorgar ciertas responsabilidades a las mujeres. Pero, más allá de las bromas que se pueden hacer, esta noticia me hace pensar en el papel que juega en nuestra existencia esa compleja combinación entre mostrarnos y ocultarnos, entre exponernos y protegernos.

Kamala Harris en México

Relacionarnos de “cáscara”

Por más que ninguno de nosotros tengamos la repercusión pública de Biden, todos nos vemos cada día en la encrucijada de decidir qué parte protegemos de nuestra verdad más profunda, qué revelamos de ello, a quiénes, cómo y en qué circunstancias. Y lo hacemos, además, con el añadido de que no solemos ser conscientes de estas decisiones. Poner nuestra intimidad a disposición de todos, permitiendo que cualquiera pueda herir el núcleo de nuestra existencia, es tan dañino como proteger tanto nuestra identidad que acabemos relacionándonos “de cáscara”, sin dejar que nadie entre en nuestra verdad y siendo unos grandes desconocidos para quienes nos rodean.

Cuando el Génesis presenta a Adán y a Eva desnudos y sin sentir vergüenza (Gn 2,25), se está dibujando el sueño divino de que el ser humano pueda estar ante los demás sin máscaras ni armaduras, con nuestra verdad al descubierto y con la confianza de que no seremos dañados por ello. Mientras tanto, necesitamos mantener un sano equilibrio entre mostrarnos y ocultarnos ¡vaya a ser que hasta nuestras colonoscopias sean de dominio público!