José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

¡CIES no!


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La presentación del Informe sobre los CIEs del SJM en el Senado se cerró aportando respuestas lúcidas a las preguntas de los asistentes que ampliaban dicho informe, y quedó flotando en el aire público de dicha cámara senatorial lo que se había provocado varias veces a lo largo de toda la sesión: la necesidad del cierre de los centros de internamiento que además de no cumplir la finalidad para la que fueron creados provocan tanto sufrimiento en “los más pobres entre los pobres” (“Iglesia dixit”) como son los inmigrantes sin papeles. Supongo que los personaje históricos de los cuadros de la sala donde se presentó se unirían a esta petición.



Un informe que va más allá de los impactos emocionales que la situación de los allí internados provoca en mucha gente. Porque estamos hablando de datos objetivos, basados en muchos y ricos testimonios de los voluntarios de Pueblos Unidos y de otros centros del SJM. Esto es imprescindible para trasformar la realidad y conseguir que la hostilidad desesperanzadora (violencias, desatención sanitaria y obstáculos a la visitas de los voluntarios) se transforme en hospitalidad. Que esta sí que genera esperanza. Porque nace de la necesidad de “ensuciarnos las manos”, como pide el papa Francisco; es decir, porque no se trata de la visión distante, aséptica, numérica, etc. sino de la experiencia de involucrarse, de “tocar la dolorosa realidad con nuestras manos, no solo para conocerla, sino para transformarla”, como se dice en el mismo informe

No se trata solo de admitir la mera reforma de los centros o macrocentros de internamiento como los que se avecinan, porque esto es puro maquillaje avergonzado. No. Se trata de ir al cierre de los mismos porque estos siguen siendo puramente elementos de una política represiva. Así los señaló uno de las sabios jueces con mucha experiencia, el juez de control en los CIES, Ramiro García de Dios, que asistió a la presentación y que se preguntaba si estas medidas eran algo así como parte de la actual política represiva al respecto. O, como se señaló posteriormente, era fruto de descoordinación y la autonomía discrecional –como reinos de taifas se llegó a decir–, de los directores de los CIES. Una voz más de la justicia que recientemente ha reconocido las vulneraciones de derechos en el CIE, como denunciaban hace poco los tres jueces de control del centro de Madrid, al pedir un protocolo ante casos de maltrato, y que se garantice la intimidad en la atención médica además de proyectos sociales.

Alternativas humanizadores

Me impresionó la insistencia en que no se trata de actuar solo cuando los migrantes están internos sino en los momentos previos o posteriores a su “encerramiento”. El antes y el después es muchas veces una herramienta más del dolor infligido cuando además las cifras de expulsión han bajado de 12.000 a 3.000, de los que solo 300 pasan por los centros. Tanta inversión y tanto sufrimiento para una medida inútil que tiene otras alternativas humanizadoras.         

No estamos hablando de cuestiones locales o subjetivas sino que estamos hablando de derechos que atañen a todos, como el sol que nos alumbra, defendidos desde la cercanía de las visitas, desde el cara a cara de las entrevistas, desde el testimonio concreto y de los encuentros con personas de carne y hueso cuyos relatos escritos nos hacen vivir de cerca esas situaciones. Por ejemplo:

“Tengo problemas de estómago. La otra noche, cuando los policías nos llamaron para levantarnos, no despertaba. Llegué a vomitar sangre. La directora no lo creía: decía que era salsa de tomate. Cuando, por fin, me llevaron al hospital, me destrozaron las venas hasta conseguir hacerme un análisis de sangre. Y me pusieron una goma por la boca. Me trataron de animal, me pegaron los policías. El análisis confirmó que había vomitado sangre, mezclada con restos de salsa de tomate que había habido en la comida, sí. Me dijeron que tomara un medicamento: pero no siempre me lo dan en el CIE. Ahora tengo miedo, porque me dijeron que iban a hacerme una PCR: y sé que se la han hecho a otros antes de mandarlos de vuelta al país”. Ibrahim. CIE de Algeciras.

Protestas CIE Aluche

Protesta frente al CIE de Aluche

Palabras repetidas con otros ecos y otras voces similares que estoy seguro tocarían el corazón también a esos solemnes personajes de la Historia de España representados en los cuadros de la sala del Senado donde se presentó el informe. Y ahí estaban Ana, Mari Carmen, Pep, Josetxo, responsables del Informe, para que ya que las pinturas no hablaban, estos pusieran voz, fundamentación y emoción para que los CIES no fueran territorios hostiles sino hospitalarios. Porque el título de este informe no es simplemente como el de una película oscarizada, ‘En tierra hostil’, sino la cruda realidad que muchos soportan.

Como deseaba emocionada en su testimonio vital Elvira Davara, una voluntaria que sirve en los CIES y que confesaba casi avergonzada que al salir de esos centros ella puede disfrutar de los rayos de la luz y del sol, mientras “ellos” quedan encerrados. O lo ven desde las rejas que nosotros les ponemos.

¡CIES no!