Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Anemia existencial


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Pareciera que muchos, en este tiempo postpandemia y volviendo a la “normalidad”, están padeciendo en silencio, y muchas veces sin darse cuenta, una suerte de anemia existencial, donde apenas encuentran fuerzas para vivir y se sienten en un estado gris a nivel emocional. Expresan estar agobiados, agotados, anestesiados en la capacidad de sentir con intensidad, desesperanzados de la humanidad y con un aire tan espeso de incertidumbre que no pueden respirar de verdad.



Quizás no han hecho consciente el estrés y desgaste bio-psico espiritual que hemos padecido y que exige cuidarse en forma especial y de formas diferentes a lo tradicional para, no solo recuperar la energía y alegría vital, sino para ser protagonistas del cambio urgente que necesita la sociedad.

Síntomas preocupantes

Si pudiéramos tomar el pulso de energía vital de aquellas personas que padecen anemia existencial, veríamos que es apenas perceptible, pareciendo llamitas de fuego a punto de apagarse. El problema es que, casi igual que la deficiencia de hemoglobina en la sangre, los tres últimos años de estrés han tensionado al extremo las reservas de ánimo, fortaleza interna y a veces hasta la fe, arrebatándoles la alegría y entusiasmo por vivir.

No están deprimidos, sino agotados, y su espíritu deambula somnoliento como una hoja al viento, tratando de recuperar la savia que se le perdió luchando por mantenerse erguido. Por lo mismo, los síntomas más preocupantes son desgana, apatía, una mirada gris, la ausencia de sueños y pasión e incluso dolores físicos difusos de origen muscular, nervioso y/o digestivo de mediana intensidad.

Efectos de la anemia existencial

Este estado malamente baja la capacidad de irrigar vida y fecundidad en el propio ser y la comunidad. Al bajar la “intensidad de la llama interna”, dejamos de iluminar con nuestra originalidad a los que nos rodean y dejamos de encender los propios fuegos internos, y todo el conjunto va languideciendo y afectándose con la oscuridad. La anemia se vuelve una pandemia de desesperanza sorda, como una niebla que va cubriéndolo todo, achatando los gérmenes de vida. Las ideas bonitas se mueren antes de ver la luz y todo se transforma en un círculo vicioso de negatividad.

Uno de los peores efectos de la anemia es la anestesia emocional, donde todo se vuelve plano e insípido. La persona deja de sentir para bien y para mal, y adquiere como una coraza natural frente al dolor que la va deshumanizando lenta e inexorablemente. La anemia le va mermando su capacidad de amar y de sufrir y lo va “robotizando” solo a lo funcional.

Tratamientos

La anemia existencial, a nivel biológico, podemos explicarla como la resultante de un período demasiado largo de estrés y dolor, que produjo demasiado cortisol en el sistema nervioso. Por lo mismo, para revertirla, habrá que hacer transfusiones de “glóbulos rojos” que equilibren estos neuro trasmisores a nuestro favor. Habrá que “inyectarnos” fuertes dosis de dopamina, oxitocina, adrenalina y otros, a través de tiempos de descanso, abrazos, “conversoterapias”, caricias, silencio, lecturas buenas, paseos, meditaciones, retiros, recreación, contemplación, siestas, condensados de naturaleza, lágrimas, etc, que compadezcan y contengan todo lo que hemos vivido y nos reconozcan lo bien que lo hemos hecho a pesar de nuestra fragilidad. No es evidente haber llegado a estas alturas de la vida cuerdos, bien parados y ayudando a los demás.

En este tratamiento “amoroso” y compasivo con nosotros mismos y con otros, habrá que remirarnos, pero ahora sin los juicios de aquella voz interna tan castigadora y autoexigente que suele darse en esta enfermedad. No es culpa del enfermo el mal que padece, sino una bendición que lo alerta de su corazón humano, sensible, que está vivo y que le afecta lo que pasa en la realidad. Sólo debiera preocuparnos estar “arriba de la pelota” como si nada hubiese pasado, siendo que venimos recién atravesando una crisis mundial que aún dista de resolverse y que tiene en vilo a la humanidad.

Cuidados

Ojalá podamos mirarnos con los mismos ojos con que Jesús miró a Pedro en su fragilidad. Somos humanos y caemos, pero ahí está su mirada incondicional para levantarnos y seguir caminando hacia la libertad y la paz.

De la anemia existencial uno se puede mejorar si se dedica con seriedad a mejorarse, nutriendo bien el cuerpo y el espíritu, dándose tiempos para ordenar todo lo vivido y poner cada cosa en su lugar. Enfermarse no fue casualidad, sino un aprendizaje más para ayudar a edificar el reino de Dios con humildad y apoyar a otros que se puedan desmotivar y agobiar en el camino actual. Más temprano que tarde volveremos a sentir el sol quemándonos por dentro y nos empujará a amar y servir con toda intensidad.