José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Amal: los niños que no pueden ser niños


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Amal. Una pequeña refugiada de más de dos metros de altura. La anomalía era tan grande que necesité confirmar el pie de una fotografía que me enviaron y leí de corrido. Y me aclaré ante semejante y descomunal confusión por mi parte. Dicha confusión venía alimentada porque la fotografía era de niños y niñas refugiadas que tiraban de unos hilos. Supuse que eran de unas cometas, e inmediatamente pensé en este articulo incluso en el primer párrafo: “Niños refugiados creciendo más de la cuenta para hacer volar su sueños”.



Pero no. La cosa era mucho más sencilla. Se trataba de que este fin de semana el Festival Internacional de Manchester organizaría el evento final de The Walk, como la culminación del extraordinario viaje desde Gaziantep en Turquía a Manchester de una marioneta de 3,5 m de altura de una refugiada siria de nueve años: Little Amal. Terminaba el viaje en una ciudad con una rica historia de inmigración, una impresionante variedad de historias diversas, un tejido social que entrelaza la diferencia y la unión en una sola a pesar de sus paradojas. Buen lugar para el descanso de Amal.

Probablemente la asociación de ideas me vino por una reciente participación en un Acto para profesionales jóvenes de los Grupos Loyola, al que habían invitado a Luis Castelló y a un educador para contar su experiencia en un piso de acogida para menores migrantes no acompañados que es gestionado por Cáritas. Siguió un animado enriquecimiento compartido de esperanzas, deseos, clarificaciones, desmontaje de prejuicios y estereotipos para saber cómo comprender y servir mejor a este colectivo tan crucificado (se dijo así en la eucaristía posterior). Marché paseando a casa en la noche mientras seguía embebido en un tema que me apasiona: la relación entre infancia y migraciones. Y mientras escuchaba por los cascos la canción de Pedro Sosa ‘Los Ángeles duermen en las aceras’.

Amal en el Vaticano

Marionetas, niños, festival, migrantes, ángeles, estrellas… me acerqué al tema. Y repasé con gusto lo que, en la parada de la marioneta gigante en el Vaticano, había dicho el cardenal Michael Czerny al recibirla en la plaza de san Pedro: “¿Quién sabe cuántos ángeles se esconden detrás de los rostros de tantos refugiados?”. El Papa mismo invitó posteriormente a los niños en la Jornada del Migrante a que se quedaran en el patio de San Dámaso para jugar después de saludarles

No era raro que Michael Czerny aludiera a los ángeles refiriéndose a los niños. Lo hacía cerca del monumento que hay en el Vaticano en forma de barcaza (precisamente en una barcaza/iglesia/patera), denominada ‘Angels Unawares’ (Ángeles sin saberlo), con representación de las personas de muchos lugares y edades para que los migrantes sean siempre acogidos en la Iglesia. Dicha obra de arte junto al abrazo de la columnata de Bernini impacta, porque se puede ver que en medio de los muchos migrantes (que representan a las muchas personas que han tenido que huir a lo largo de la historia) se ven dos alas: son las alas de un ángel. “¿Y quién sabe cuántos ángeles se esconden detrás de los rostros de tantos migrantes y refugiados, niños y jóvenes, adultos y ancianos?” se preguntaba el cardenal .

La pequeña Amal ha atravesado fronteras. Desde Siria a través de Turquía, Grecia, Italia, Francia, Suiza, Alemania y Bélgica “en busca” de su madre. En muchas aldeas y pueblos ha sido recibida por artistas de todo tipo –bailarines, cantantes, cineastas, pintores–, así como por líderes civiles y religiosos cualificados. La intención clara de dicho viaje, y que recojo y me emociona al enterarme, era representar el viaje de tantos pasos que han sido dados por los millones de personas que han sido desplazadas violentamente por la guerra o la persecución, los desastres naturales (muchos de ellos provocados por la acción humana) especialmente los niños. En este momento de múltiples crisis globales, el mensaje urgente de Amal al mundo es “no te olvides de nosotros”.

Proteger y promocionar

“Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”. Así hablaba Galeano en el primer capítulo de ‘Patas arriba: la escuela del mundo al revés’ en 1998. Los hechos siguen dándole la razón.

Amal fue apedreada en una de sus etapas por los violentos de siempre. Unos los hacen con piedras y otros con palabras, programas políticos y murales que parecen escupitajos en muchos países del mundo. Y, mientras los niños que acompañan el viaje de Amal, revolotean, juegan y vuelan a su alrededor por la distintas ciudades por donde pasaban, otros niños en los basureros de la ciudad de México, Manila o Lagos, juntan botellas, latas y papeles, y disputan los restos de comida con los buitres. O en el en el mar de Java se sumergen, buscando perlas; o se afanan por diamantes en las minas del Congo; o son como topos en las minas del Perú, imprescindibles por su corta estatura y cuando sus pulmones quedan encharcados y no dan más de sí, terminan en cementerios clandestinos.

Muchos niños que no consiguen ser niños: para las multinacionales del textil, y alquilados por sus padres, tejen y tejen. Alfombras en Nepal y en la India. Desde antes del amanecer hasta pasada la medianoche. Y cuando alguien llega a rescatarlos, preguntan: “¿Es usted mi nuevo amo?”. Cierro el libro de Galeano con este relato. Me voy a dormir. No precisamente a soñar con los angelitos. No puedo.

P.D. las palabras a los niños en el Vaticano que les dirigieron en la acogida a Amal terminaban diciendo: “A nosotros corresponde sólo la tarea de acogerlos y protegerlos como los primeros pasos indispensables para su promoción humana integral, es decir, para un futuro como todos lo queremos”.