La Conferencia Episcopal nombró, tras la Comisión Permanente de junio, al sacerdote toledano Ángel Tello Santos nuevo consiliario de Acción Católica.

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El presbítero era ya el consiliario diocesano y párroco de San Juan de la Cruz, donde, con toda la comunidad, ha acometido una renovación basada en el primer anuncio, el acompañamiento, el discipulado y la misión. ‘Vida Nueva’ conversa con él sobre el encargo que le han hecho los obispos.

PREGUNTA.- Es consiliario de la Acción Católica en Toledo y ahora da el salto a nivel nacional. ¿Cómo ha recibido el encargo?

RESPUESTA.- Por un lado, con sorpresa, pero, por otro, con mucha esperanza, porque confío en que puedo aportar mi granito de arena a que el proyecto de Acción Católica por el que han apostado los obispos se pueda vertebrar en otras diócesis y parroquias. Con estorbar lo menos posible me conformo (se ríe), pero espero favorecer un proyecto que realmente creo que puede ser bueno para la Iglesia. En los 20 años que voy a hacer ahora de sacerdote, siempre me he preguntado por qué yo. Quizá me han elegido por el trabajo que hemos venido haciendo en la parroquia donde estoy ahora. Allí hemos hecho una gran renovación tras un período largo de reflexión, de oración y de discernimiento. Por eso, no pienso tanto que la elección haya sido en cuanto a un nombre propio, sino a una experiencia acumulada. A mí me toca sumarme a un tren que ya está caminando, y muy bien, gracias a la colaboración de muchas personas y en el que los obispos creen.

Conciencia de unidad

P.- ¿Qué ha aprendido en el caminar con los laicos?

R.- Es verdad que he recibido el sacramento del orden sacerdotal, sin el que no sería sacerdote, pero si podemos hablar de una segunda fase después de la ordenación, los laicos me ‘han hecho’ el sacerdote que soy hoy. Para mí, ejercer el ministerio sin una colaboración muy cercana con los laicos no tendría mucho sentido.

P.- En una España que se va secularizando, ¿qué laicos necesita la Iglesia hoy?

R.- Necesitamos laicos con una gran conciencia discipular. Y luego laicos con una gran conciencia de unidad, no uniformidad, porque la diversidad es la gran riqueza de la Iglesia, pero todos unidos en Jesucristo, en la fe cristiana. También necesitamos laicos maduros en la fe que puedan dar razón de su esperanza y que, ante los embates propios de la secularización, no se vengan abajo, sino que puedan aportar. Y, por supuesto, laicos evangelizadores y apóstoles del Evangelio.