Varios obispos se unen a las multitudinarias protestas tras conocerse una posible red de sobornos en el Gobierno de Ferdinand Marcos Jr.
Protestas contra el Gobierno en Filipinas
Filipinas, como otros países del sudeste asiático, es proclive a padecer enormes tormentas. De hecho, estos días, el paso del tifón Bualoi ha dejado 35 víctimas entre esta antigua colonia española y la vecina Vietnam. Razón de más por lo que la ciudadanía mira con lupa la respuesta de sus autoridades ante fenómenos que cada vez son más frecuentes y dañinos. Y es que se estima que el número de los desplazados internos por estas situaciones y a lo largo de los años se sitúa en las 100.000 personas.
Y es ahí, precisamente, por lo que ha estallado la primera gran crisis en el Gobierno de Ferdinand Marcos Jr., involucrado en una posible trama corrupta que incluiría a funcionarios, legisladores y empresarios, a los que se acusa de repartirse significativos sobornos relacionados con la red de protección ante estos desastres naturales. Un escándalo que ha provocado una fuerte contestación social, con protestas de decenas de miles de personas en las principales ciudades del país.
Una causa, por cierto, que está contando con el apoyo inequívoco de la Iglesia católica, involucrándose en la denuncia de la situación y, concretamente, formando parte del Consejo de Líderes Eclesiásticos para la Transformación Nacional, que aglutina a distintas confesiones, partidos políticos y entidades civiles y académicas. Su principal representante en la red cívica es Colin Bagaforo, obispo de Kidapawan, quien, días atrás, no dudó en ir a Manila para participar personalmente en una de las grandes manifestaciones, junto a otras 100.000 personas.
En declaraciones a Fides, ha ido más allá y ha señalado que “este movimiento que estigmatiza la corrupción no tiene color político. Por el contrario, es una cuestión moral, por lo que los representantes católicos estamos en primera línea”. Reconociendo que la movilización tiene un “valor moral y espiritual”, estamos ante una “indignación” que ha brotado, de un modo natural, de una “conversión del corazón”, poniendo el foco en la promoción del “auténtico bien común”.
En este sentido, el prelado explica los dos símbolos que portan la mayoría de los que se suman a la protesta: “Un cocodrilo y una cinta blanca. El primero es el que devora todo e incluso se come a sus propios hijos; en este caso, son los políticos y los empresarios que devoran el futuro de los jóvenes filipinos, robando el dinero destinado al desarrollo y la protección”. En cuanto a la cinta blanca, esta recuerda “la urgencia de la transparencia, la pureza y la esperanza en un mañana mejor”.
De este modo, para Bagaforo es evidente que “la sociedad ha enviado una señal a la política; los gobernantes deben recordar que son servidores del pueblo y del bien común”. Una causa que entronca con “los valores cristianos”, pues el objetivo final es “proteger el futuro de nuestros jóvenes”.
Otra de las voces eclesiales que se han sumado a la crítica contra el Gobierno es la del cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización y el rostro más reconocible de la Iglesia filipina. En una homilía celebrada estos días en Malate y recogida también por la agencia misionera, el purpurado ha enfatizado que los políticos “no son propietarios de la riqueza de la nación, sino administradores que deben actuar con honestidad y responsabilidad en el uso de los recursos públicos”.
Su sucesor como arzobispo de Manila, el cardenal José Advíncula, ha ido más allá y ha asegurado que la corrupción es “una forma concreta del mal”. Por eso, quienes caen en ella, “tanto en el Gobierno como en el sector privado”, son “individuos insensatos” que tienen la culpa, como se ha vuelto a comprobar estos días, “de ahogar a los filipinos en aguas torrenciales”.