René Rebolledo: “Es necesario generar acuerdos por el bien de Chile”

El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de La Serena evalúa su primer año en el cargo

René Rebolledo: “Es necesario generar acuerdos por el bien de Chile”

Entrevistado por el portal iglesia.cl, el arzobispo de La Serena y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, René Rebolledo, mira el primer año de su período en el cargo, destacando las actividades principales de la Iglesia en el país.



A continuación, Vida Nueva presenta extractos de esa entrevista.

PREGUNTA.- Hace poco más de un año, sus hermanos Obispos lo eligieron Presidente de la Conferencia Episcopal. ¿Desde qué horizonte aborda este servicio?

RESPUESTA.- El horizonte desde el cual abordamos nuestra misión en la Conferencia Episcopal es el anuncio del Evangelio. ¡Esta es nuestra prioridad: la misión evangelizadora de la Iglesia! Este objetivo lo asumimos con las Orientaciones Pastorales acordadas en la III Asamblea Eclesial Nacional, para el periodo 2023-2026, celebrada entre el 7 al 10 de octubre de 2022 en Santiago. Representantes laicos y agentes pastorales de todas las circunscripciones eclesiásticas del país, así como religiosas y religiosos, diáconos, sacerdotes y obispos, nos propusimos: “Anunciar a Jesucristo caminando juntos”, como reza el título de la publicación. Es hermoso recordar esa magna asamblea -sobre 600 participantes- en la que cada uno aportó desde la vida de las comunidades que representaba: sus gozos, desafíos y esperanzas. Todos en comunión contemplando el camino recorrido, proyectando la vida y la misión de la Iglesia en nuestro país, en las actuales circunstancias.

Considero que nuestro servicio debe ser animado por las Orientaciones Pastorales, especialmente afrontando los desafíos prioritarios, que son: animar y fortalecer procesos evangelizadores desde la centralidad de Jesucristo; fomentar relaciones más evangélicas y estructuras más sinodales en nuestra manera de ser Iglesia; vivir nuestra misión profética en medio del mundo en diálogo con la cultura, saliendo al encuentro de los pobres y los jóvenes; seguir promoviendo en nuestra Iglesia una cultura del cuidado y buen trato.

P.- ¿Cómo recordará usted al papa Francisco?

R.- Su viaje a Chile ha marcado un antes y un después de la Iglesia en nuestro país. Nos ha animado a mirar de frente el dolor causado por los abusos, impulsándonos a construir una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos y todo el quehacer eclesial. Valoramos las cartas que nos ha enviado ‘Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile’. Desde su palabra y ejemplo, proseguimos una formación en prevención a miles de agentes pastorales, laicas y laicos; acompañamiento a víctimas, como también avanzando hacia caminos de reparación. Obviamente, estamos formándonos también nosotros los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos respecto a este importante desafío.

P.- El Papa Francisco convocó al Año Jubilar 2025 con el lema: “Peregrinos de Esperanza”. ¿Cómo este tiempo de gracia y bendición puede ayudar a la Iglesia y a la sociedad chilena en los desafíos actuales?

R.- Cada uno de nosotros es testigo de la alegría y los frutos en las comunidades que dan cuenta de este año de bendición y gracia. El sugerente lema escogido por el Santo Padre Francisco para este Jubileo, Peregrinos de Esperanza, nos impulsa a seguir anunciando la alegría y la esperanza en Cristo a un mundo que sufre por las guerras y tantas otras situaciones, como a un Chile herido por la violencia y otros numerosos hechos delictuales que, por sus características de crueldad, hasta hace poco nos resultaban ajenos.

Rene Rebolledo Ii

Fortalecer la centralidad de Jesucristo

Quiera el Señor que a todos sus hijos e hijas, discípulos misioneros, viviendo a fondo el lema Peregrinos de Esperanza y concretando los anhelos manifestados por el Papa Francisco -especialmente el “encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de salvación”- este Jubileo nos ayude decididamente a fortalecer la centralidad de Jesucristo en nuestras vidas, familias y comunidades; de tal modo que irradie en la cultura, fortaleciendo de este modo nuestra misión profética en el encuentro con los jóvenes y los pobres, como con las hermanas y hermanos vulnerados.

P.- Después de la celebración de la Primera Jornada Nacional de la Juventud en La Serena, ¿Qué frutos concretos espera que este encuentro aporte a la Pastoral Juvenil de la Iglesia en Chile?

R.- Es un verdadero desafío potenciar en las comunidades juveniles de las parroquias, colegios, universidades y movimientos apostólicos la relación humana, fraterna y cordial que surgió entre ellos como fruto precioso de esta jornada. ¡Qué hermosas fueron las celebraciones eucarísticas, los Vía Crucis, la adoración al Santísimo Sacramento! Tantos gestos conmovedores por parte de los jóvenes expresaron con claridad la centralidad de nuestro Señor en sus vidas. Que importante es incentivar, a todo nivel, el acercamiento a los jóvenes, brindándoles también el espacio que esperan y al cual tienen derecho en la vida eclesial y social.

Confiamos y esperamos llevar adelante una profunda evangelización del mundo juvenil, como desafío prioritario de este acontecimiento eclesial, que dé hermosos frutos de adhesión al Señor y a su Iglesia. Que los numerosos jóvenes alejados del Señor y de la Iglesia -por diversas razones- evangelizados por otros jóvenes, encuentren en Él un porvenir y una esperanza, comprometiéndose con su Evangelio de vida, capaz de transformar todas las cosas.

P.- En cuanto a lo sociopolítico, Chile se prepara para un nuevo proceso electoral a final de año. ¿Qué llamado hace la Iglesia ante las próximas elecciones?

R.- Veo las elecciones como una nueva oportunidad. Ante todo, para participar activa y corresponsablemente, generando espacios de diálogo y discernimiento que favorezcan el bien común. Tengo presente lo que hemos afirmado en el Mensaje al término de la 131ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal: “A pesar de la polarización política, el hecho de que caminamos hacia elecciones presidenciales y parlamentarias puede ser una providencial oportunidad para que los distintos actores políticos y sociales, más allá de las legítimas diferencias que los distinguen, derriben ‘muros’ ideológicos, dejen atrás la violencia verbal y alcancen un gran acuerdo nacional sobre las materias aludidas, que trascienda sus intereses particulares, poniendo en el centro el bien común de Chile”.

Es necesario generar acuerdos por el bien de nuestro país, un desafío que nos compromete a todos. Quienes ejercen la autoridad institucionalmente, así como los actores políticos y sociales, deben responder ante la ciudadanía de su real intención y por sus esfuerzos en pos del mayor bien para Chile. En ello se verifica su auténtica vocación de servicio y el cumplimiento del compromiso que asumieron con el voto de confianza que la ciudadanía depositó en ellos.

Anhelado diálogo y acuerdo

Por nuestra parte, a lo largo de la historia del país, la Iglesia ha buscado favorecer este anhelado diálogo y acuerdo. Así lo expresamos también en el Mensaje citado: “Nosotros como pastores y ciudadanos, reiteramos nuestro compromiso para colaborar activamente en favorecer el encuentro, el diálogo y el acuerdo entre los distintos actores sociales, porque estamos convencidos que para enfrentar los flagelos que hoy nos afectan hemos de trabajar juntos –y no divididos– por el bien común de Chile”.

P.- Tanto la Asamblea de la Conferencia Episcopal en pleno, como también el Comité Permanente, se han pronunciado reiteradamente acerca de los proyectos de Aborto y Eutanasia en nuestro país. ¿Cómo responder ante estas situaciones límites?

R.- Ante todo, manifestando nuestra cercanía, oración y ayuda concreta con quienes sufren en relación al aborto y la eutanasia. Asimismo, proclamamos “a tiempo y a destiempo” que la vida es un precioso don de Dios. Como Iglesia, invitamos a buscar el camino del Señor para afrontar los retos relativos al aborto y a la eutanasia que nos implican a todos, en el respeto a la dignidad y a los derechos de toda mujer y cada hombre, por ser hijos de Dios y hermanos de nuestro Señor.

De la dignidad de la mujer y del hombre emanan derechos que nadie debe conculcar, ya que los poseen por su propia naturaleza. Uno de ellos, y fundamental, es el derecho de la vida, que debe ser respetado en su plena dignidad en todo tiempo y circunstancia, de igual modo en sus fases, desde la concepción y hasta su término natural. ¿No es ésta la mejor correspondencia al don recibido?

La crisis que se produce debido a los proyectos de ley sobre el aborto y la eutanasia la afrontamos exponiendo argumentos de razón, así como con reflexiones basadas en los valores más nobles de nuestra tradición cristiana, especialmente aquellos que provienen del Evangelio de vida. Ante estos enormes desafíos, justamente en el Año Jubilar, tenemos la oportunidad de “dar razón de nuestra esperanza” (1 Pe 3,15), dando testimonio de nuestra alegría por la vida en Cristo. Efectivamente, la vocación del ser humano le exige elevar su mirada a Dios y no autoerigirse como señor, mucho menos de la vida. El Señor nos ama; por ello nos dio la vida, nos sostiene en ella y Él es el único Dueño de la Vida.

Nunca estará de más invitar a todos a forjar una cultura que entienda la propia vida, y también la de los demás, como un gran misterio y un precioso don del Señor. Salgamos al encuentro de las hermanas y hermanos que el mismo Señor pone en el camino de nuestras vidas, especialmente de quienes están sufriendo, inclinándonos ante su gran dignidad de hijos e hijas de Dios, respetando su vida e historia, sus sueños realizados, como los no cumplidos, así como sus grandes anhelos.

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