Con el lema “Jóvenes, peregrinos de esperanza”, más de 5.000 jóvenes se reunieron durante 5 días, a fines de enero, en La Serena. Procedentes de todas las diócesis del país, se propusieron ser protagonistas de una fiesta de renovación viviendo un profundo y personal encuentro con Cristo.
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Miraron la realidad del país y de su juventud, rezaron en grupos, cantaron, hicieron fiesta, visitaron comunidades locales, compartieron. Agitaron la ciudad.
En la Misa de clausura participó con ellos la mayoría de los obispos del país. Un acto multitudinario que marcó profundamente a muchos de ellos.
Don y bendición de Dios
Vida Nueva quiso conocer las percepciones y proyecciones que tuvo el hoy presidente del episcopado chileno, René Rebolledo, después de este acontecimiento eclesial tan importante para la Iglesia local.
PREGUNTA.- ¿Qué resultados destaca de la JNJ?
RESPUESTA.- Ante todo, estimo que la Primera Jornada Nacional de la Juventud (JNJ), ha sido un gran don y bendición de Dios. A medida que pasan los días, desde su clausura el domingo 26 de enero, aumenta la conciencia que es así. Escucho diariamente numerosos testimonios al respecto. La JNJ en La Serena 2025, fue un regalo del Señor en su conjunto y en todas las actividades desarrolladas, que acogemos con humildad, alegría y esperanza. Buscaremos corresponder al amor de Dios manifestado en la JNJ, en la mayor medida posible, poniendo especial preocupación en que los jóvenes cuenten con espacios para ellos en la Iglesia.
P.- ¿Cómo percibió la relación de los jóvenes con la Iglesia?
R.- Bien natural. Un acercamiento cordial, respetuoso y alegre a los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos. Digo lo mismo de parte de nosotros hacia ellos. Desde el comienzo y hasta la despedida percibí un ambiente de fraternidad y comunión, como de gran alegría. Un don recíproco, llamados a potenciar aún más en las comunidades y parroquias, universidades, colegios, movimientos apostólicos y otras instancias.
P.- ¿Cree que encuentran en ella respuestas a sus búsquedas?
R.- Absolutamente. En la comunidad cristiana, en comunión, miramos a Cristo y en Él encontramos vida abundante. Él llena de sentido nuestra vida y la de los jóvenes. Él nos afianza en la esperanza ante la adversidad y los múltiples retos que provienen de la cultura actual. En la comunidad, experimentamos que Cristo está vivo en medio nuestro. ¿No ha sido acaso ésta una de las vivencias más profundas de esta primera JNJ?
“Serán el rostro de Cristo”
P.- ¿Cómo ve factible que estos jóvenes contagien a otros?
R.- Percibí en todo momento a los participantes de esta primera JNJ, como “Jóvenes, peregrinos de la esperanza”. Estoy cierto que se acercarán a otros jóvenes como ellos, pero que están sufriendo a causa de la soledad, la pobreza, el abandono, la droga, entre otros. ¡Numerosos jóvenes están sufriendo! Aparentemente se les ve bien y felices, sin embargo, carecen de esperanza. Estas muchachas y muchachos con los cuales hemos tenido la bendición de compartir en la JNJ, se acercarán, sin duda, a otros jóvenes, para participarles del gozo que llena de sentido sus vidas, “la esperanza que no defrauda” (Rom 5,5) que es Cristo, nuestro Señor. Ellos serán el rostro de Jesús en medio de otros jóvenes, y esperamos que en ese encuentro, sean tocados por la gracia de la fe.
P.- ¿Aparecieron aspectos nuevos para la relación de la Iglesia con los jóvenes?
R.- Sobre todo el desafío del acercamiento recíproco, en comunión y fraternidad, todos “mirando a Cristo”, cada cual, desde su ambiente e instancias de vida, sin embargo, profundamente motivados por el amor que el Señor nos ofrece. Seguiremos por sus sendas en la comunión de la Iglesia, participando con humildad a tantas personas que Él pone en nuestro camino, de la alegría y esperanza que nos embarga. Sin duda, nos queda el desafío de conocer sobre sus búsquedas e intereses, aquello que les llama la atención, lo novedoso y que conocen muy bien, sobre lo que pueden aportar a la Iglesia y la sociedad.
P.- ¿Qué efectos tuvo la JNJ en su arquidiócesis?
R.- Acoger en la arquidiócesis este gran don y bendición, la primera JNJ, compromete nuestra perenne gratitud a Dios, como también a numerosas personas y familias que han recibido con cordialidad entrañable a los Jóvenes, abriendo sus hogares, ofreciéndoles todo cuanto precisaban para responder a los desafíos de la jornada; la amistad y la familiaridad concretada en esos días, prolongada en estas semanas, es otro detalle del amor de Dios.
Ha pasado poco más de un mes desde la clausura de esta bella convocatoria; es tal vez temprano para ver los frutos en la Arquidiócesis, sin embargo, estimo se perfila un antes y un después, en nuestras parroquias y comunidades, colegios y movimientos apostólicos, tantas otras instancias, también civiles y gubernamentales, las cuales han acogido con notable aprecio a los jóvenes. Pero sin duda, la JNJ nos permitió seguir creciendo en el aprender a caminar juntos -a unirnos- a vivir la comunión, para lograr un objetivo. La Jornada ha sido una inyección para fortalecer lo pastoral, espiritual y la fe. ¡El Señor nos abre a un porvenir de esperanza!”.