El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, se desplazó este fin de semana hasta el Valle de los Caídos para presidir la ordenación sacerdotal del religioso benedictino Miguel Torres. Según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, la visita a Cuelgamuros forma parte del acompañamiento que viene realizando el purpurado a la comunidad de vida contemplativa y a la fluida comunicación que se mantiene entre la Archidiócesis y los frailes de la Abadía de la Santa Cruz que se materializó en el acuerdo con el Gobierno que garantiza su permanencia en el enclave.
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“En nuestro mundo herido, marcado por la violencia, el egocentrismo, la ideología que nos separa del amor de la fe y tanta división, el mensaje de reconciliación de Jesús adquiere nueva urgencia”, expuso Cobo en la homilía de la eucaristía que presidió este sábado 21 de junio, depositando en el nuevo sacerdote la confianza para hacer realidad este desafío.
Dejarse reconciliar
Dirigiéndose de tú a tú al nuevo sacerdote, le recordó que la Iglesia “te confía el ministerio de la reconciliación y con él la función de ser embajador de Cristo para proclamar a todos la invitación a dejarse reconciliar con Dios y con los hermanos”.
De hecho, el cardenal detalló que “Jesús predica su mensaje de reconciliación no solo al pueblo de Israel, sino a todos aquellos con los que se encuentra en sus caminos: judíos y paganos, publicanos, enfermos, pecadores y cualquier otro marginado o excluido”. “Su mensaje alumbra un mundo donde sea posible que todas las relaciones sean reconciliadas entre sí y con Dios en Jesucristo. La centralidad de la fe así vivida pide posponer a un segundo lugar el resto de realizaciones o proyectos”, añadió.
Descentrarnos
A la par, le instó a identificarse con Cristo para que “tu vida no sea ya para ti, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó y así lo muestres a tus hermanos”. “Este es el camino de santidad de todo consagrado y todo sacerdote: pertenecer cada día más a Jesucristo y expresarlo en nuestra vida”, enfatizó.
“El ministerio sacerdotal no es algo que se ‘hace’, es algo que se vive con toda la persona”, enfatizó Cobo, que añadió que “en el altar no se puede celebrar de verdad si uno no está dispuesto a ofrecerse también”. Por eso, encomendó al benedictino a gastarse y desgastarse por los demás en nombre de Jesús: “Solo si salimos de nosotros mismos, si nos descentramos y olvidamos los éxitos, las alabanzas y la comodidad, imitaremos los misterios que celebramos”.
Pan para el pueblo
“En cada misa, hermano, tú no solo repetirás gestos y palabras; serás instrumento para que Jesús vuelva a hacerse pan para su pueblo”, desarrolló el purpurado, con un llamamiento directo a crear “una fraternidad reconciliada, una comunidad que vive cuidándose los unos a los otros, como dice la plegaria de la reconciliación: ‘que, participando de un mismo pan y un mismo cáliz, formemos en Cristo un solo cuerpo, en el que no haya división’”.
“Si aprendes a hacer de tus días una misa vivida: ofrecerte, bendecir, partir y repartir, entonces sembrarás el camino a tu comunidad”, apuntó Cobo, deteniéndose precisamente en el día a día de la abadía con sus hermanos benedictinos: “Porque Cristo no se guardó nada para sí. No se reservó nada. Lo dio todo hasta la cruz”.
Oración y trabajo
En esta misma línea, expuso que la vocación “es un don que se prolonga a lo largo de toda la vida, encarnándose en una existencia de oración y trabajo —ora et labora—, en la alabanza divina y en la vida de comunión fraterna”. “No es un proyecto humano, ni una simple decisión personal: toda vocación tiene su origen en la eternidad de Dios”, remarcó el cardenal.
A partir de ahí, compartió que la búsqueda del rostro de Dios es “una tarea permanente”: “Cada día es una invitación a afinar el oído del corazón, para no dejar de buscarle, para dejarnos encontrar”.