La Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPAS), a través de la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia, expresó su preocupación por el crecimiento del narcotráfico y “la despenalización de hecho” de la venta y consumo de drogas.
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Recordaron que los obispos, reunidos en Aparecida en 2007, ya manifestaron que ““El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones” (DA n° 422).
Sostuvieron que, a lo largo del país, en las distintas ciudades y pueblos, especialmente en las barriadas y periferias, el narcotráfico no se detiene y va ocupando espacios sigilosamente, y hasta “da trabajo” a las personas.
Destacaron que, mientras los barrios parecen tranquilos “se van desintegrando las familias y el narcotráfico extiende su vil campo de acción”. Es así como los jóvenes y adolescentes van entrando en el consumo y en la cadena de la compra-venta de sustancias.
Situación dramática
Prevención, acompañamiento y recuperación son los campos donde la Iglesia mantiene su presencia para ofrecer una alternativa distinta a la ligadas al narcotráfico, levantar a los caídos, abrazar sus vidas e proponer nuevos caminos para el reencuentro con ellos mismos, con sus capacidades y entornos psico-socio afectivos.
Informaron que, frente a un Estado que se va retirando de los espacios más pobres, la Iglesia y otras organizaciones de base, no dan abasto con la demanda de ayuda: escuelas atravesadas por el consumo; las fuerzas de seguridad que ayudan, pero no alcanza con su presencia; los transas balean los lugares “supuestamente seguros”; los vecinos se organizan, pero con armas.
“En este escenario no hay paz. Al mismo tiempo, los grandes hospitales públicos, dadas las deficiencias presupuestarias, se están convirtiendo en salas de atención primaria de la salud”, aseveró el equipo de la pastoral de adicciones.
Prevención y atención
Sin embargo, en este año Jubilar, la Iglesia reitera su compromiso y continúa dando pasos para enfrentar el dolor del consumo de drogas y ser signo de esperanza concreta.
Invitaron a todas las diócesis argentinas a fortalecer las instancias preventivas del consumo, y a activar, según las posibilidades, espacios de atención para aquellas personas que padecen este flagelo.
Asimismo, invitaron al Estado a valorar, cuidar y sostener con salarios adecuados el trabajo y los esfuerzos de tantas personas que entregan sus vidas por aquellos que se sienten descartados.
Recordaron que el Día Internacional de la lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, el 26 de junio de 2024, el papa Francisco en su catequesis pedía no ser indiferentes: “El Señor Jesús se ha detenido, se ha acercado, ha curado las llagas”. Y agregaron que “Siguiendo el estilo de su proximidad, también nosotros estamos llamados a actuar, a detenernos ante las situaciones de fragilidad y dolor, a saber escuchar el grito de la soledad y la angustia, a inclinarnos para levantar y traer de vuelta a una vida nueva a quienes caen en la esclavitud de la droga”.
Finalmente pidieron al patrono de la pastoral de adicciones, al Beato Ceferino Namuncurá, que siga inspirando el trabajo como equipo para ser signos de esperanza en la misión que Dios nos confía.