Maria Kubin se presenta al mundo como “la primera obispa católica”. Viste casulla y mitra, lleva báculo, cruz pectoral y anillo episcopal. Sin embargo, la letra pequeña que acompaña a su afirmación habla de que no se trata de una pastora fiel a Roma. Se trata de la primera mujer consagrada obispa en las Iglesias Católicas Antiguas de la Unión de Utrecht, a la que pertenecen cerca de 350.000 personas y que no reconoce al Papa ni su primacía de jurisdicción. “Siempre he sido católica, pero no católica romana, sino veterocatólica. Soy sensible a esta distinción. Sin embargo, afirmo conscientemente que somos una Iglesia católica, y soy la primera obispa católica en Austria”, sentencia.
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Esta fisioterapeuta creció como católica apostólica y romana. De hecho, fue catequista, ministra de la comunión, directora de retiros espirituales… En 2008 decidió convertirse a esta confesión cristiana. En una entrevista con Madeleine Spendier en Katholish.de, asegura que no lo hizo porque “quisiera ser sacerdote u obispo”, sino porque encontró “una manera de vivir mi fe” en una Iglesia que denomina “sinodal”.
El problema de la mujer
Eso sí, reconoce que de Roma le molestaba “la jerarquía, el problema de las mujeres y otros asuntos: por ejemplo, me casé por segunda vez”. En este sentido reconoce que la Iglesia Católica Antigua es “mucho más misericordiosa con las personas cuyos matrimonios han fracasado”.
“En cuanto a la ordenación de mujeres, me alegra que mi Iglesia ya esté un paso por delante”, enfatiza Kubin. Desde ahí, defiende que “soy obispa de una iglesia católica y fui elegida para este cargo por nuestro Sínodo y llamada por Dios: es una doble vocación”. “Personalmente, me siento llamado a cumplir este servicio para las personas y para Dios”, sentencia.