Juan Manuel de Prada regresa con ‘Mil ojos esconde la noche 2. Cárcel de tinieblas’ (Espasa), la segunda parte de su monumental novela sobre los intelectuales españoles en el París ocupado. Con su estilo provocador y su inconfundible voz literaria, el autor ahonda en las contradicciones morales, las traiciones y los mitos que rodean a una generación marcada por el exilio y la guerra, en una obra que mezcla con maestría documentación rigurosa y fabulación literaria.
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PREGUNTA.- ¿Se puede leer este libro de forma independiente sin haber leído el primero?
RESPUESTA.- No, porque es la misma novela. La escribí de corrido, pero decidí publicarla en dos partes por su extensión.
P.- La novela insiste en que el mal no se manifiesta con estruendo, sino bajo formas dulces, incluso amables. ¿Esa es la gran perversión de nuestro tiempo?
R.- Totalmente. El mal no se muestra con cuernos ni violencia evidente. Se disfraza de bondad, se camufla. En la tradición cristiana, la figura del Anticristo será la más parecida a Cristo: prometerá justicia, paz, y por eso resultará tan engañoso.
Visión caricaturesca
P.- ¿Por qué se centró en esa época y con esos personajes?
R.- Porque es muy desconocida para los españoles, que tienen una visión caricaturesca de la ocupación nazi en Francia. Y apenas se sabe nada de lo que vivieron los artistas e intelectuales españoles en París durante esos años. (…)
P.- Uno de los grandes temas de la novela es la redención. ¿Es un concepto incomprensible fuera del cristianismo?
R.- Sí. La redención implica sacrificio, arrepentimiento y compasión. Es un concepto profundamente cristiano. Dios comparte nuestras miserias para redimirlas. Y para que haya redención, debe haber comprensión hacia el otro. (…)
Mitos con fines ideológicos
P.- Retrata con dureza a la colonia española exiliada en París. ¿Ha derribado mitos?
R.- Sí, pero no por gusto. Al investigar, muchos mitos se deshicieron solos. Los mitos se crean con fines ideológicos: para venerar unos modelos y excluir a los que no encajan. Pero las personas no son perfectas, y convertirlas en estatuas solo sirve para destruirlas luego con más saña.
P.- Ha hablado de su fe como un hecho biológico, inevitable. ¿Es su escritura una forma de espiritualidad?
R.- Sí. La fe forma parte de mi visión del mundo, igual que ser hombre o castellano. Eso no significa que escriba literatura religiosa. Escribo sobre lo humano, pero desde una mirada cristiana.