Desde fuera, se auguraba un cónclave complejo y largo. Con canjes de votos, negociaciones para cosechar candidatos de minorías varias o con una tercera vía de un candidato de consenso en caso de bloqueo. Pero no hizo falta llegar a ninguno de eso extremos.
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La apuesta en firme de los cardenales por Robert Prevost desde el sondeo en la tarde del miércoles 7 de mayo, allanó el camino de tal manera que se convirtió en una votación determinante.
El respaldo de partida que obtuvo el purpurado agustino fue tal que el resto de nombres que aparecieron en el recuento de papeletas en la Capilla Sixtina ni tan siquiera se podían considerar rivales. Ya en ese primer acercamiento su distancia era tal del favorito de la prensa italiana, Pietro Parolin, que los limitados apoyos hacia el secretario de Estado no se podían presentar ni como un ‘lobby’ de presión.
Sin vías alternativas
De hecho, según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, quienes respaldaban la vía Parolin, no solo dieron por perdida su apuesta desde ese momento, sino que desistieron de activar su opción alternativa en caso de llegar a un tope igualitario de sufragios entre Prevost y Parolin que pasaría por apostar por Luis Antonio Tagle. Nada de eso pasó, porque el prefecto del Dicasterio para los Obispos se fue a dormir esa noche del miércoles con un apoyo más que significativo.
Sobre quienes habrían constituido el bloque inicial que habría permitido encumbrar al purpurado estadounidense, se da por hecho que habría contado con la totalidad de los cardenales latinoamericanos y de los españoles, a los que se sumarían la mayoría de los norteamericanos, así como parte de los curiales no italianos.
A ellos habría que sumar el voto transversal de muchos de los cardenales pertenecientes a congregaciones religiosas -de los jesuitas a los salesianos-, diseminados por los cinco continentes.

El papa León XIV en su primer encuentro con los cardenales
Antes del almuerzo
En la segunda votación, celebrada en la mañana del jueves, lejos de aparecer otro purpurado como alternativa, fueron todavía más los inquilinos de la Sixtina que se sumaron a la causa. Tanto es así que, en la tercera votación, justo antes del almuerzo, prácticamente estaba finiquitado el cónclave.
Tal y como ha podido constatar esta revista, el que fuera prior general de los agustinos se quedó a muy poco de los 89 votos que constituyen los dos tercios que le habrían convertido en ese momento en Obispo de Roma. Testigos de este momento crucial relatan a ‘Vida Nueva’ que en ese recuento el rostro y las manos de Prevost revelaban que era consciente de que no había vuelta atrás.
Después de la comida y del tiempo de descanso de los purpurados en la residencia de Santa Marta, la cuarta votación en la Capilla Sixtina permitió una mayoría que podía calificarse de “absolutísima”. Prevost arrasó, tal y como lo certificó ayer el cardenal de Madagascar, Désiré Tsarahazana, que desveló que la victoria del ya León XIV se logró “con mucho más de cien votos”.
Consenso determinante
La rapidez con la que se desarrolló el cónclave, en solo veinte horas, rompía así con la imagen que se había creado durante la era Francisco y, especialmente durante las congregaciones generales, de que las resistencias eran mayoritarias a su pontificado, en general en toda la Iglesia, y, en particular en el Colegio cardenalicio.
De ser así, habría sido inviable fraguar en este tiempo el consenso en torno a la figura de Prevost, un hombre que siempre se ha identificado con Jorge Mario Bergoglio. Ayer mismo, en su primer discurso después del cónclave ante los cardenales en el Aula Nueva del Sínodo, León XIV instó a los presentes a una “adhesión plena” al Concilio Vaticano II, así como al legado de Francisco que calificó de “magistral”.
El contundente triunfo de Prevost desde el minuto de cero del ingreso en la Sixtina lleva a pensar que el discernimiento púrpura ya se habría cocinado antes de iniciar su encierro en el Vaticano. O lo que es lo mismo, el predicamento de este hijo de San Agustín vendría de lejos y se habría reforzado durante las congregaciones generales, mientras que la opinión pública se enredaba entre los candidatos italianos (Parolin, Mateo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa) y el filipino Tagle.
En el transcurso de las últimas sesiones previas al cónclave, el hoy Papa solicitó la palabra para hablar y su intervención “técnicamente impecable” pudo hacer el resto. Una alocución que se centró en la necesidad de mejorar la formación tanto de los sacerdotes como de los obispos.