“Pidámosle a San José que dé un fuerte abrazo a nuestro querido Papa Francisco en el cielo”. Con esta plegaria concluyó esta tarde su homilía el cardenal Víctor Manuel Fernández, que presidió la quinta misa de los novendiales en sufragio por el Pontífice en la basílica de San Pedro.
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En la más emotiva de cuantas meditaciones se han compartido durante estos días en el templo, el prefecto para la Doctrina de la Fe ahondó en entrega de Jorge Mario Bergoglio justo cuando se celebra hoy el Día Internacional de los Trabajadores “que estaban tan cerca de su corazón”. Y lo hizo desde el conocimiento profundo y directo que tenía del Sucesor de Pedro como de la defensa que hizo durante su pontificado de la dignidad de los trabajadores.
Con los vulnerables
Desde el altar, Fernández no tuvo reparos en decir que “algunas personas deshonestas han dicho que el Papa Francisco defendió a los perezosos, a los zánganos, a los delincuentes, a los ociosos”. Frente a ello, recordó que para el Pontífice “el trabajo expresa y alimenta la dignidad del ser humano, le permite desarrollar sus capacidades, le ayuda a aumentar las relaciones, le permite sentirse colaborador de Dios para cuidar y mejorar este mundo, le hace sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos”.
“Por eso el trabajo, más allá del cansancio y las dificultades, es un camino de maduración humana”, remarcó el cardenal argentino y teólogo de referencia del Papa fallecido. A lo largo de su alocución, fue diseminando algunas de las sentencias más relevantes del magisterio ‘bergogliano’ en este materia, como “no hay peor pobreza que la que priva al trabajo y a la dignidad del trabajo”.
Valor infinito
Por eso, no dudó en asegurar que “detrás de este amor por el trabajo hay una fuerte convicción del Papa Francisco: el valor infinito de todo ser humano, una inmensa dignidad que nunca se pierde, que en ningún caso puede ser ignorada u olvidada”.
En paralelo, se detuvo en una preocupación adosada que Francisco manifestaba: la meritocracia, que “nos lleva a pensar que solo tienen méritos quienes han tenido éxito en la vida”. “El Papa Francisco ha lanzado un grito profético contra esta falsa idea”, rubricó.
Con este punto de partida, Fernández deslizó una crítica directa a la llamada teología de la prosperidad. A modo de confesión pública, compartió: “En varias conversaciones me señaló: mira, nos llevan a pensar que la mayoría de los pobres son pobres porque no tienen ‘méritos’. Parece que el que ha heredado tantas posesiones es más digno que el que ha hecho trabajos pesados toda su vida sin poder ahorrar nada ni siquiera comprar una pequeña casa”.
Cómo sobrevivir
Al igual que acostumbraba Francisco, el cardenal se dirigió a los presentes con una batería a modo de examen de conciencia: “¿No tienen los débiles la misma dignidad que nosotros? ¿Los que nacen con menos posibilidades tienen que sobrevivir? ¿No existe la posibilidad de que tengan un trabajo que les permita crecer, desarrollarse, crear algo mejor para sus hijos?”. “El valor de nuestra sociedad depende de la respuesta que demos a estas preguntas”, aseveró.
Ante sus compañeros de cónclave, presentó al papa Francisco “como un trabajador”: “No solo habló del valor del trabajo, sino que toda su vida fue de alguien que vivió su misión con gran esfuerzo, pasión y compromiso”.
Sus últimos días
Desde ahí, aterrizó todavía más en su trato cotidiano con él: “Siempre ha sido un misterio para mí entender cómo podía soportar, incluso siendo un hombre grande con varias enfermedades, un ritmo de trabajo tan exigente”. “No solo trabajó por la mañana con diversas reuniones, audiencias, celebraciones y encuentros, sino también toda la tarde”, señaló justo después. Y añadió: “Me pareció verdaderamente heroico que con las pocas fuerzas que tal vez tenía en sus últimos días se hiciera fuerte para visitar una prisión”.
En este sentido, echó la vista atrás para recordar cómo en verano, en Buenos Aires, “si no encontrabas un sacerdote, seguro que lo encontrabas a él”. “Nunca salía a cenar, al teatro, a pasear o a ver una película, nunca se tomaba un día completamente libre”, expone sobre su entrega. “Su trabajo era su misión, su trabajo diario era su respuesta al amor de Dios, era la expresión de su preocupación por el bien de los demás”, remató Tucho Fernández, no sin antes poner en valor la devoción de Francisco por San José obrero.