Funeral de Francisco: adiós al Papa que “se gastó sin medida, especialmente por los últimos de la tierra”

Funeral del papa Francisco

Tras el cierre del ataúd de zinc soldado y el de madera con la cruz en la tarde este viernes, 25 de abril; los funerales por el papa Francisco se han celebrado esta mañana en la plaza de San Pedro ante 150.000 personas que aguardaban desde primera hora bajo un sol de justicia.



Hasta el atrio de la basílica, frente al altar, ha llegado el féretro del Papa que ha sido depositado en el suelo, simplemente sobre una alfombra, mirando hacia los fieles, con el libro de los Evangelios abierto sobre él y el cirio pascual a su lado.

Delegaciones oficiales

El decano del Colegio cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, ha sido el encargado de presidir una celebración en la que han concelebrado 224 cardenales, 756 obispos y 4.000 sacerdotes creando una atmósfera blanca y roja –color litúrgico del luto papal–.

Ya en lo institucional, las delegaciones internacionales han sido muy numerosas. Se ha priorizado a los representantes de Argentina con el presidente Javier Milei acompañado por siete personas; y de Italia, con el presidente Sergio Mattarella y su esposa o la presidente del Ejecutivo, Giorgia Meloni, y 21 personas más de la delegación.

Un total de 12 países han mandado a sus soberanos reinantes como el copríncipe de Andorra, el obispo de Urgell, Joan-Enric Vives; los reyes de Bélgica, Dinamarca, los Emiratos Árabes, Jordania, Lesoto, Liechtenstein, Luxemburgo, Mónaco, Suecia y la Orden de Malta; además de España con el rey Felipe VI, la reina, el jefe y la secretaria de la casa. A estos se han unido los príncipes herederos de Noruega y el del Reino Unido.

Funeral del papa Francisco

Funeral del papa Francisco

Las delegaciones encabezadas por jefes de estado han sido 65, según los datos facilitados este viernes por la Secretaría de Estado, desde Donald Trump a Volodímir Zelenski​. Estos dirigentes se han colocado en orden de lista según el nombre oficial del país en francés –tradicional lengua franca de la diplomacia vaticana–.

Se ha incluido en este grupo a la delegación de la Unión Europea, con el presidente del Consejo, Antonio Costa, y la de la Comisión, Ursula Von der Layen, a la cabeza. Los primeros ministros o jefes de gobierno presentes encabezando una delegación han sido 71. A estos hay que unir a Colombia, representada por la primera dama, o las delegaciones de vicepresidentes, que han sido nueve, como es el caso de España con María Jesús Montero, Yolanda Díaz, Félix Bolaños y Alberto Nuñez Feijóo.

Siete países han mandado como jefe de delegación al presidente del parlamento, 18 a su ministro de exteriores, 17 a otros ministros –por ejemplo, en el caso de Rusia ha sido el de Cultura–. Ha habido nueve organizaciones internacionales, algunos embajadores –hasta sumar 162 delegaciones en total– y la presencia de dos países sin relaciones diplomáticas oficiales: Kosovo y Vietnam. China ha enviado a un ex vicepresidente con su esposa y al viceministro de Exteriores, WU Chihchung François.

A esto hay que sumar los representantes religiosos no católicos: los patriarcados de Constantinopla –con Bartolomé a la cabeza–, Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Moscú, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Georgia, Chipre, Grecia, Albania, Chequia y 10 Iglesias más. La Iglesia anglicana ha enviado una nutrida representación. También hay diferentes grupos de evangélicos, metodistas, valdenses o del Ejército de Salvación. De otras religiones hay una delegación oficial de budistas, hinduistas, de la religión sij, del jainíso y del zoroastrismo.

Un ritual sencillo

La misa tiene los elementos propios de un funeral de cualquier obispo –incluso cualquier cristiano– en cualquier parroquia del mundo. Lo específico de las exequias papales llega en el último momento, tras la oración final de la misa cuando se hace el rito de la ‘Ultima Comendatio et Valedictio’, el último adiós.

Y es que, para reflejar la universalidad de la Iglesia, se realizan tren despedidas distintas. La primera con el canto de las letanías de los santos motivada por el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Baldassare Reina. La segunda es la de los patriarcas, arzobispos mayores y los metropolitanos de las Iglesias orientales, cantan la ‘Panikhida’ en griego –con la ayuda de un coro de 10 personas–, tomada del oficio de Difuntos de la Liturgia Bizantina. Y la tercera la motiva el decano que rocía con agua bendita e inciensa el féretro mientras se canta el responso ‘In Paradisum’, antes de los sediarios lleven el féretro al lugar del entierro.

Tocar el corazón

En su esperada homilía, el cardenal Re comenzó destacando lo significativo de la plaza para el ministerio de Francisco en estos 12 años de Papa. Tras agradecer la presencia de las delegaciones, destacó “cuánto ha tocado las mentes y los corazones este intenso pontificado”, que el día de Pascua, “a pesar de graves problemas de salud, quiso impartir su bendición desde el balcón de la basílica de San Pedro y luego descendió a esta plaza para saludar desde el papamóvil abierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, rememoró.

Por ello, encomendó el alma del Pontífice que ha ejercicio el ministerio encomendado a Pedro hasta el final “a pesar de su fragilidad y sufrimiento”. Así, alabó su labor como jesuita y arzobispo antes que papa. Además, añadió “la decisión de tomar el nombre de Francisco apareció inmediatamente como la elección de un programa y un estilo en los que quería basar su pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís”.

Por ello, destacó que “conservó su temperamento y su forma de liderazgo pastoral, y enseguida dio la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y las poblaciones, deseoso de estar cerca de todos, con una marcada atención a las personas en dificultad, gastándose sin medida, especialmente por los últimos de la tierra, los marginados. Fue un Papa en medio de la gente, con el corazón abierto a todos. Fue también un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”.

Todo esto, prosiguió el decano, “con su vocabulario característico y con su lenguaje rico en imágenes y metáforas, buscaba siempre iluminar los problemas de nuestro tiempo con la sabiduría del Evangelio, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animándonos a vivir como cristianos los retos y las contradicciones de estos nuestros años de cambio, que a él le gustaba calificar de ‘cambio de época’”.

También, añadió, “tenía una gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia”. “Rico en calor humano y profundamente sensible a los dramas de hoy, el papa Francisco compartía verdaderamente las angustias, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, y se entregaba en reconfortar y animar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de manera directa e inmediata”, con su “carisma de acogida y escucha”.

Primacía de la evangelización

Entrando en las opciones de su pontificado, comenzó a señalar “la primacía de la evangelización” como “guía de su pontificado, difundiendo, con una clara impronta misionera, la alegría del Evangelio”. “Una alegría que llena de confianza y esperanza el corazón de cuantos ponen su confianza en Dios”, destacó.

“El hilo conductor de su misión ha sido también la convicción de que la Iglesia es un hogar para todos; un hogar con las puertas siempre abiertas. Ha recurrido repetidamente a la imagen de la Iglesia como un ‘hospital de campaña’ después de una batalla en la que ha habido muchos heridos; una Iglesia deseosa de ocuparse con determinación de los problemas de la gente y de las grandes aflicciones que laceran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse sobre cada hombre, más allá de cualquier credo o condición, curando sus heridas”.

Algo que destacó en “sus gestos y exhortaciones en favor de los refugiados y desplazados” como el viaje a Lampedusa y a Lesbos o la “celebración de una Misa en la frontera entre México y Estados Unidos”, la visita a Irak, o a las naciones de Asia-Oceanía para llegar a “las periferias más periféricas del mundo”.

También, destacó que “el papa Francisco puso siempre en el centro el Evangelio de la misericordia, subrayando repetidamente que Dios no se cansa de perdonarnos”, como mostró el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. También destacó la denuncia de “la cultura del descarte” y potenció “la fraternidad” como recoge la declaración de Emiratos Árabes; la preocupación ecológica o la lucha por la paz, “llamando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones, porque la guerra –ha dicho– no es solo muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor que antes: siempre es una derrota dolorosa y trágica para todos”.

“No se olviden de rezar por mí”, concluía siempre Francisco. Por eso, el decano pidió al Papa difunto “que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza”.

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