Tras morir el 21 de abril a las 7:35 de la mañana en Santa Marta, solo sabíamos que el papa Francisco había fallecido después de sufrir una “apoplejía cerebral” (un ictus) que le dejó en “coma” por un “colapso cardiovascular irreversible”. Pero, ya el día 22, gracias a una información del periodista italiano Salvatore Cernuzio, cronista habitual en Vatican News, fuimos más allá del certificado de defunción y supimos cómo fueron sus últimas horas.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En la víspera, el día 20, tras impartir en la fachada de San Pedro la bendición urbi et orbe del Domingo de Pascua de Resurrección, el Papa sorprendió a los 55.000 fieles presentes al bajar a la plaza y, durante media hora, dar un caluroso paseo en su papamóvil. Nadie podía saberlo entonces, pero era su despedida del mundo, pues fue la última vez en que se le vio en público.
“¿Crees que podré hacerlo?”
Antes de hacerlo, el Pontífice lo consultó con su enfermero, Massimiliano Strappetti, el “ángel de la guarda” que le acompañó constantemente en estos meses de enfermedad, en el Gemelli y en Santa Marta. “¿Crees que podré hacerlo?”, le preguntó un Francisco emocionado. Hasta que su asistente médico le tranquilizó y le animó a ello. Una vez abajo, entre la pasión desatada de los fieles, que le regalaron infinitas muestras de amor, Bergoglio se dirigió a su enfermero y amigo y le dijo con el alma abierta: “Gracias por devolverme a la plaza”.
“Cansado pero feliz”, Cernuzio reveló cómo el Papa “descansó por la tarde y cenó tranquilamente”. Tras acostarse, “hacia las 5:30 de la mañana aparecieron los primeros síntomas de enfermedad, con la pronta intervención de quienes velaban por él. Más de una hora después, tras haber saludado a Strappetti, tumbado en la cama de su piso en la segunda planta de la Casa Santa Marta, el Pontífice entró en coma. No sufrió y todo sucedió rápidamente, dicen quienes estuvieron a su lado en esos últimos momentos”.
Una muerte discreta
Para el cronista de Vatican News, “fue una muerte discreta, casi repentina, sin largas esperas ni demasiado clamor para un Papa que siempre había mantenido en secreto sus condiciones de salud. Una muerte que se produjo al día siguiente de Pascua, al día siguiente de haber bendecido a la ciudad y al mundo, al día siguiente de haber abrazado de nuevo, después de mucho tiempo, al pueblo. Aquel al que, desde los primeros momentos de su elección, el 13 de marzo de 2013, había prometido un camino ‘juntos’”. Y así nos lo transmite el propio Cernuzio en esta entrevista con Vida Nueva.
P.- En su relato de las últimas horas de vida del Papa, le vemos entre vulnerable y emocionado… Sin que nadie lo supiera, fue su despedida del Pueblo de Dios, abrazado por todos. ¿Qué le sugiere todo este simbolismo, sobre todo en plena Pascua?
R.- Sugiere ante todo la imagen de un Papa consciente de su propia fragilidad en las últimas horas de su vida. Un Papa, Bergoglio, que siempre se levantaba después de las operaciones para salir y viajar, que nunca paraba ni por gripe ni por dolor de rodillas, que luchaba por estar presente, que siempre pedía gran reserva sobre su salud. Estas palabras son las de un anciano intimidado por sus propias limitaciones, pero al mismo tiempo decidido a cumplir lo que siempre ha sido su misión: gastarse por los demás.
Creo que para Francisco la prioridad nunca ha sido salvaguardar su salud y su físico, sino salir, ir, encontrarse. Se podría resumir así su pensamiento: antes que vivir unos meses más, prefiero ir a la plaza o a una cárcel.
Entrega total
P.- Usted ha contado muchas anécdotas, vivencias y discursos de Francisco: ¿cuál es su experiencia favorita? ¿Cuál resume quién es Bergoglio?
R.- El viaje a Irak, en primer lugar. Un viaje que todo el mundo desaconsejaba entre el Covid y el riesgo de atentados. Quiso hacerlo de todos modos porque había hecho una promesa a un pueblo que llevaba años esperando a un Papa (Juan Pablo II) y no quería defraudarlo. Quería ser el primer Pontífice que surcara la tierra de Abraham. Lo hizo y fue el viaje más hermoso del pontificado.
Después, una escena que vi con mis propios ojos: abril de 2023, prisión de menores de Casal del Marmo, con Francisco dado de alta no hacía ni una semana de una hospitalización en el Gemelli. Yo estaba detrás de él y le vi agacharse y arremangarse con los brazos, todavía con las marcas del gotero. Muy cansado, fatigado, pero dispuesto a lavar los pies de los internos.
Otra imagen de la que fui testigo: el Papa, con gripe, saliendo hacia las tres de la tarde para ir a una parroquia de la periferia de Roma a encontrarse por sorpresa con los niños de catequesis. Llegó al garaje donde le esperábamos con el rostro pálido y los ojos semicerrados. Cuando llegamos a la parroquia y oyó los primeros gritos de los niños, fue como si se encendiera una lámpara. Cambió su aspecto, su tez, su expresión. Rejuveneció en cuestión de segundos. Era realmente cierto cuando decía que incluso psicológicamente le hacía bien estar rodeado de gente.
Su “sobrino” e “hijo espiritual”
P.- ¿Qué ha significado Francisco en su vida a nivel profesional, personal y, quizás, espiritual?
R.- Ha sido un Papa que ha iniciado procesos y nuevos dinamismos, que ha abierto puertas que difícilmente se cerrarán. Un Papa que muchas veces nos hizo saltar de la silla por gestos y declaraciones y que mostró una humanidad desbordante, enseñándonos un método en el cuidado y la cercanía.
Personalmente, tuve el privilegio de ser su amigo o, como él decía, su “sobrino” e “hijo espiritual”. En mi corazón llevo y llevaré las muchas charlas, las confesiones, las bromas, la escucha atenta a mis dificultades, los helados que compartimos juntos, los huevos de Pascua enviados en un sobre para mis hijos, las llamadas repentinas, la cercanía a la familia.
Puede que en un par de horas hubiera telefoneado a un presidente, recibido a un cardenal y grabado un mensaje de vídeo, pero aun así encontró media hora para reunirse conmigo. Y, en ese momento, me hizo sentir único y especial. Lo mismo hacía con todos los que se reunían con él en privado. Tal vez esta fuera su mayor virtud.