Ecumenismo a pie de parroquia entre católicos y ortodoxos

Ortodoxos y católicos en Villarejo. Foto: Jesús G. Feria

En el año 325 se celebró el Concilio Ecuménico de Nicea. Fue el primero de todos y se desarrolló en un tiempo en el que la Iglesia era una. Entonces, pese a los convulsos debates cristológicos y los relativos a la legitimidad de las estructuras eclesiales que hubo en los seis siguientes, era difícil vaticinar que el séptimo y segundo celebrado en Nicea, en el año 787, sería el último en el que todos los cristianos se reconocerían bajo una misma autoridad.



Del cisma de Oriente, en 1054, emergió la Iglesia ortodoxa. En Occidente, en el siglo XVI, Martín Lutero encabezó una ruptura que dio lugar al nacimiento de diversas Iglesias evangélicas. Pero, volviendo al primer encuentro de obispos en Nicea, este dejó una gran aportación histórica: la oración del Credo, cuya formulación definitiva se completó en el Concilio de Constantinopla en el año 381.

Una relación muy estrecha

Muchos siglos después, en nuestro presente, las relaciones entre la Iglesia católica y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, encabezados respectivamente por Francisco y Bartolomé, son muy estrechas. Motivo por el que ambas Iglesias celebran por todo lo alto el 1.700º aniversario de Nicea y el Credo. De hecho, estaba previsto un abrazo entre ambos líderes religiosos en la ciudad turca de Iznik (actual nombre de Nicea), pero el estado de salud de Bergoglio lo ha impedido.

Con todo, muchos ortodoxos y católicos, además de valorar la importancia del paso dado hace 17 siglos, saben que este 2025 es especial en clave ecuménica por otro motivo. Y es que, al tener ambas confesiones calendarios diferentes (el juliano rige en Oriente y el gregoriano en Occidente), la celebración de la Pascua de Resurrección la suelen celebrar en fechas distintas cada año. Pero esta vez se da la circunstancia de que coinciden los dos almanaques y ambas confesiones cristianas compartirán el mismo gozo de cantar el ‘Resurrexit’ el domingo 20 de abril.

Ortodoxos y católicos en Villarejo. Foto: Jesús G. Feria

Por ello, más allá del diálogo teológico al más alto nivel entre los expertos que en las últimas décadas encarnan el diálogo ecuménico entre el catolicismo y la ortodoxia, Vida Nueva ha querido conocer cómo interpela en un ámbito local concreto este hecho de celebrar la alegría pascual el mismo día. De ahí que nos desplacemos al municipio madrileño de Villarejo de Salvanés, de la Diócesis de Alcalá de Henares.

Llegados desde Rumanía

El pueblo, de casi 8.000 habitantes, cuenta desde décadas con una importante parte de la población que en su día emigró desde Rumanía. De ellos, la mayoría se adscriben a la Iglesia Ortodoxa Rumana, cuya parroquia, la de San Juan de Prislop, fue fundada hace 13 años por el que desde entonces es su párroco, Sebastián Hart.

Con todo, hasta que esa comunidad no dio sus primeros pasos, teniendo en cuenta que las dos parroquias ortodoxas más cercanas estaban a varios kilómetros, en Arganda del Rey (Madrid) y en Tarancón (Cuenca), era habitual que sus fieles acudieran a la eucaristía de la parroquia católica de San Andrés Apóstol, cuyo párroco es José Luis Loriente. Lo que se vivía con total naturalidad tanto por ellos como por los feligreses.

De ahí se fraguó una relación de cercanía que, al tener ya cada comunidad su propio templo, no se ha interrumpido. Al contrario, en Villarejo se vive uno de los ecumenismos que más le gustan al papa Francisco, junto al de la sangre (ambas confesiones comparten mártires por su fe). Y ese no es otro que el de la sincera amistad.

Relación de amistad

Algo que esta revista comprueba nada más concentrarse en la plaza tres vecinas del pueblo: la católica Esther Martínez Romeral y las ortodoxas Daniela María Covaciu y Anamaría Bumbu. Una hora más tarde, cuando nos despidamos, las tres se irán a tomar algo juntas a una cafetería, como hacen muchas veces. Pero esa cercanía ya la muestran ante nosotros mientras van recordando anécdotas de estos años.

Muchas de ellas son en ceremonias compartidas. Por supuesto, aquí la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, del 18 al 25 de enero, es una fiesta grande para todos. En cada edición se turnan y, después de la celebración conjunta en el mismo templo, ambas comunidades se reúnen en el salón de actos del colegio local y, a la que le toca ese año, se encarga de preparar la comida que luego todos comparten.

Ortodoxos y católicos en Villarejo. Foto: Jesús G. Feria

Pero no es algo de una vez al año, ni mucho menos. Así, tanto Daniela María como Anamaría van muchas veces a misa a la parroquia católica. La segunda lo cuenta así: “Yo llegué al pueblo hace 26 años y me casé con un español que es católico. En esos primeros 13 años, hasta que se creó aquí la primera comunidad ortodoxa, iba siempre a misa a San Andrés Apóstol. De hecho, mis hijos se bautizaron católicos y luego hicieron la comunión y la confirmación. Incluso uno de ellos fue monaguillo”.

“Me aporta mucho”

Por ello, aunque ya hace mucho que cuentan con un templo propio y es el que más frecuenta, “no es nada extraño que venga también a la misa de la parroquia católica. Si puedo, por el trabajo, me gusta estar en la primera eucaristía de la mañana, a las nueve”. Algo en lo que coincide con Daniela María: “Por influencia de mi madre, que era muy de misa, yo vengo siempre que puedo, también a diario. Me encanta y me aporta mucho. Los domingos, a veces acudo a la eucaristía de las nueve en la iglesia católica y, al terminar esta, a las diez, voy a la ortodoxa …”.

Con esa misma sencillez, Anamaría asegura que, “más allá de las etiquetas, me gusta decir que soy cristiana, sin más. Por mi experiencia, apenas hay diferencias entre los católicos y los ortodoxos. Yo rezo el Credo y el Padrenuestro cada día, y lo hago tanto en rumano como en castellano. En el fondo, más allá de la iglesia a la que acudas, se trata de estar juntos y rezar a Dios. La misa no es un acto social, sino un vivir en comunidad lo que creemos”.

Algo que su amiga, que lleva 25 años en España y cuyos hijos estudian en un colegio católico, comparte: “Dios solo hay uno y ambas religiones son prácticamente iguales. Yo estoy muy contenta en el pueblo y trato de implicarme con unos y otros. En la comunidad ortodoxa formo parte del coro y, en la católica, conozco también a todos y sé que ellos destacan de mí que todo lo hago con un ‘buen corazón’”.

Más de mil fieles

De cara a la Pascua de Resurrección, Anamaría la espera con alegría: “Normalmente, a la divina liturgia dominical, en nuestra iglesia, acuden unos 60 o 70 fieles. Pero a esa ceremonia pascual vienen siempre más de mil ortodoxos de varios pueblos de la zona”.

Esther también cuenta los días para celebrar una Pascua que todos saben que será especial al celebrarla a la vez ambas confesiones: “La espero con mucha ilusión y con ganas compartir, ya que raramente suelen coincidir las fechas”. Por la relación tan estrecha que une a todos, observa que “somos muy parecidos. Pero, si tengo que destacar algo de los ortodoxos, sería su espiritualidad, su devoción, su fidelidad y sus ritos antiguos, que han mantenido casi sin cambios”.

Ortodoxos y católicos en Villarejo. Foto: Jesús G. Feria

Como católica, “he tenido la suerte de compartir los encuentros ecuménicos que se celebran una vez al año entre las dos comunidades y en los que nos reunimos para compartir nuestras tradiciones y orar juntos. Cada año le toca a una comunidad preparar el encuentro, así como la posterior comida. El de este año lo organizó la comunidad ortodoxa y fue precioso disfrutar de sus cantos y ritos, rodeados de sus imágenes y símbolos; todo con una perspectiva más contemplativa, tradicional y mística. Merece la pena vivirlo”.

Devoción mariana

En cuanto a los ortodoxos, “a ellos les gusta de los católicos la veneración a los santos y, especialmente, a María. Esta devoción tiene muchas similitudes con la ortodoxa, por lo que es un punto de afinidad. En el pueblo tenemos especial cariño a la imagen de la Virgen de la Victoria de Lepanto, que es la patrona y preside el altar mayor del convento. En cuanto a los santos, el 20 de octubre, el Papa canonizó en Roma a nuestro paisano Nicanor Ascanio, mártir en Damasco”.

Sobre las diferencias entre ambas confesiones, Daniela María observa que, “como hemos visto en la Cuaresma, los ortodoxos la vivimos con mayor intensidad y espíritu de sacrificio. Muchos, por ejemplo, se abstienen de comer carne, pescado y huevo en todo ese tiempo. Y, durante el Triduo Pascual, hacen un ayuno completo. Yo antes también lo cumplía hasta el final, pero, al tener que trabajar, ya no lo sigo tan a rajatabla”. En cuanto a los católicos, considera que “nuestras misas les gustarían, pero les costaría asistir a una celebración completa, pues están acostumbrados a ceremonias mucho más cortas”.

Sobre si llegarán o no a ver el abrazo definitivo entre católicos y ortodoxos, Esther destaca que “sería estupendo que las dos Iglesias se volvieran a unir. Aunque creo que, para ver esto, todavía queda mucho tiempo, ya que existen diferencias y cosas que cambiar. Frente a ellas, nosotros, los fieles de a pie, no podemos hacer nada, correspondiéndole la tarea a las dos figuras principales de cada Iglesia, que se tendrían que reunir y acordar los términos para hacer posible esta unión”.

Por tanto, “si bien es cierto que ha habido un gran acercamiento en los últimos años, la unión entre las dos confesiones la veo lejos… pero no imposible. Sin duda, sería un testimonio muy importante para el mundo, ya que somos un número muy importante de personas las que siguen esta religión. De hecho, creo que su impacto se traduciría en atraer a más gente al cristianismo”. Daniela María, a su lado, asiente sonriente: “Hay que tener esperanza en el abrazo definitivo entre nosotros”.

Fotos: Jesús G. Feria.

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