Un estudio reciente realizado por la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) y el Instituto Weizmann de Ciencias reveló que un esqueleto encontrado envuelto en pesadas cadenas en un monasterio bizantino cerca de Jerusalén pertenecía a una mujer, lo que representa la primera evidencia arqueológica del ascetismo practicado por las monjas, conocido hasta ahora solo a través de escritos históricos.
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“Tenemos aquí un descubrimiento fascinante, que requerirá más investigación para comprender mejor el papel de la mujer en la vida religiosa y el monacato de ese período histórico”, ha dicho sobre el hallazgo el director de la Autoridad de Antigüedades de Israel, Eli Escusido. El análisis de un fragmento de diente permitió determinar el género biológico de la persona, confirmando que se trataba de una mujer.
Los restos fueron hallados en una tumba individual, rodeada de anillos de hierro en sus extremidades y cuello, y con objetos metálicos, incluyendo una pequeña cruz. Según los investigadores, los anillos de hierro no eran un método de tortura, sino una forma de ascetismo extremo autoinfligido, utilizado también por monjes para alcanzar un mayor nivel espiritual. El estudio indica que estas prácticas comenzaron en el norte de Siria y Anatolia, y se extendieron por Europa, Asia Menor, Jerusalén y Egipto.
Mujeres extraordinarias
Este descubrimiento arroja nueva luz sobre el papel de las mujeres en la vida monástica bizantina, especialmente en un contexto históricamente dominado por hombres. Se considera que esta monja podría haber llegado a Jerusalén desde Siria, atraída por estas prácticas, o ser una monja local que adoptó esta costumbre. Este hallazgo se suma al del “Monje de las Cadenas”, encontrado hace décadas cerca del monasterio de Mar Elías , y abre nuevas preguntas sobre el papel de las mujeres en la historia religiosa.
“Las monjas ascetas representan un fenómeno fascinante que vale la pena reflexionar, y aún más en el contexto del Día Internacional de la Mujer”, ha señalado Amit Re’em, arqueólogo del distrito de Jerusalén. “Estas mujeres literalmente extraordinarias vivieron y funcionaron en un entorno masculino y patriarcal rígido, que limitaba sus actividades”.