“En Gaza hubo días en los que estar vivo era más difícil que otros. Recuerdo el cuarto día de la guerra como el día del juicio, fue la primera masacre cometida por el ejército israelí en el campo de refugiados de Jabaliya. Acababan de morir treinta personas cuando el ejército nos advirtió de que bombardearían de nuevo. Empezamos a correr despavoridos, había un enorme caos. Mi equipo estaba desaparecido, llamé a la redacción y les pedí que avisaran a mi familia de que, si moría, me buscasen allí”.
Youmna El Sayed tiene 34 años y diez de experiencia en Gaza. Es una periodista palestino-egipcia, corresponsal de ‘Al Jazeera English’. Ese día y los que vinieron después logró sobrevivir. Durante los tres meses sucesivos no dejó de informar sobre la ofensiva de Israel en la Franja en respuesta al ataque del 7 de octubre de 2023 llevado a cabo por Hamás.
“No podía permitirme el privilegio del dolor. Me tocaba trabajar en las zonas bombardeadas y hacer directos frente a las fosas comunes. Vi cómo se sacaba a niños de los escombros, heridos, quemados y asesinados… Y había que contarlo. No me quedaba tiempo para llorar a mi pueblo. Me obligué a trabajar, reprimiendo cada una de mis emociones porque, si me hubiera permitido sentir algo, me habría derrumbado”.
Desde hace más de un año, solo los periodistas de Gaza informan sobre la guerra, porque a los periodistas extranjeros no se les permite entrar en la Franja. No hay nada más difícil que contar un dolor que forma parte de ti y hacerlo muchas veces a costa de tu propia vida. El Comité para la Defensa de los Periodistas con sede en Nueva York, con fecha de 20 de diciembre, estimó en 141 el número de colegas asesinados en la Franja.
Todos los días, Youmna dejaba a sus hijos en casa para ir a trabajar: “Me obligaba a pasar por el tormento de despedirme de ellos sin saber si los encontraría con vida. Sentí que tenía un deber moral y que, al hablar de los niños de Gaza, también estaba contando al mundo la historia de mis propios hijos”.
Precisamente, para salvar a su familia Youmna se vio obligada a abandonar su trabajo como reportera de guerra. Desde enero de 2024, se encuentra refugiada en El Cairo con su marido y sus cuatro hijos de 13, 12, 9 y 6 años. “Un día el ejército llamó a mi marido y nos ordenó que nos fuéramos porque estaban a punto de bombardear la casa. Huimos hacia el sur, caminando entre cadáveres abandonados. Le rogué a mis hijos que no los miraran. Como periodista sentía el deber de contar ese horror, pero como madre tenía que proteger a mis hijos”.
*Reportaje original publicado en el número de febrero de 2025 de Donne Chiesa Mondo.