“Si las mujeres participaran más en las negociaciones, sería más fácil lograr la paz”. La hermana Houda Fadoul lo dice con convicción y sabe de lo que habla porque ha visto la guerra de cerca. En Siria, durante diez años, en medio del conflicto, fue superiora de Deir Mar Musa Al-Habashi (Monasterio de San Moisés, el Etíope), fundado en 1982 por el jesuita italiano Paolo Dall’Oglio, desaparecido el 29 de julio de 2013 en Raqqa. No fue fácil sacar adelante este legado durante la guerra.
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El hecho de ser mujer no ha supuesto una desventaja. “¡Al contrario!”, murmura tímidamente, insinuando una sonrisa. Discreta y menuda, esta monja católica siríaca irradia una fuerza mansa. Nacida en Damasco hace 61 años, se licenció en ingeniería agrícola y, tras trabajar durante seis años en una fábrica de pesticidas, en 1993 entró en la comunidad monástica de Deir Mar Musa, donde aún reside.
En octubre de 2024 acudió a Roma para participar en la segunda sesión del Sínodo y nos vimos con ella en la Ciudad Eterna. Llama la atención su serenidad, que nada parece socavar, y su fe inquebrantable. También cuando nos actualizamos online, unas semanas después, tras la caída del régimen de Bashar al-Assad. A pesar de la incertidumbre y del temor legítimos, Houda Fadoul ofrece respuestas lúcidas, concretas, concisas y con una mirada que va más allá de las apariencias.
“Asumir la responsabilidad del Monasterio después de Paolo Dall’Oglio no fue fácil. Lo que me ayudó mucho fue escuchar a la comunidad y compartirlo todo con ellos. Pero debo decir que durante la guerra pude hacer muchas cosas precisamente porque era mujer. En algunas situaciones dramáticas todavía es más fácil para una mujer actuar”. Hasta ahora las guerras han sido un asunto masculino. Si hubiera más mujeres en el poder, ¿habría menos conflictos? Intento devolverle la pregunta a sor Houda.
Contesta con decisión. Y no expresa ninguna duda sobre el hecho de que exista una especificidad femenina. “Existe. Se debe fomentar la presencia de mujeres en las negociaciones de paz. Las mujeres tienen más paciencia, más ternura, saben decir las cosas en el momento oportuno… Saben ablandar corazones. Y los resultados son visibles. Ya lo hacen en la familia. Aunque hay mujeres guerreras, se puede decir que existe una incompatibilidad entre las mujeres y la guerra. Es algo que está escrito en su ADN como potenciales madres”.
Durante la guerra en Siria, las mujeres han sufrido a causa de la violencia, de las violaciones y en las cárceles. Han perdido maridos, hijos, hermanos. La hermana Houda no quiere hacer una distinción de género en cuanto al grado de sufrimiento, pero reconoce que las mujeres pueden ser más vulnerables. “Corren el riesgo de convertirse en objetivo de todo, sobre todo, cuando están solas con los niños mientras sus maridos luchan”, señala, advirtiendo, sin embargo, que la guerra también puede hacerlas más fuertes. “Llevan las heridas más profundamente en el corazón, por razones biológicas y psicológicas, pero toleran el sufrimiento mejor que los hombres y, por tanto, también son más capaces de ayudar a otros a superar el dolor”.
Fuertes espiritualmente
Sor Houda, que estudió filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde se licenció en Espiritualidad, ha visto muchos ejemplos de mujeres que “crecen también espiritualmente” obligadas a responsabilizarse de sus vidas en ausencia de los hombres, de proteger y defender a la familia y de olvidarse de sus propias necesidades. ¿Cómo podríamos entonces negar a las mujeres la oportunidad de ocupar roles de liderazgo y de participar en el futuro de su país? “Hay que hacer las cosas juntos, hombres y mujeres. Esto debe ser así en todas partes, tanto en la guerra como en la paz, cada uno debe hacer su parte”, afirma inmediatamente.
“Soy una mujer y quiero seguir siéndolo siempre –añade–. No quiero ocupar el lugar de ningún hombre. Si las mujeres quieren asumir su papel en la Iglesia y en la sociedad, me parece bien; pero no contra los hombres ni en lugar de los hombres. Cada uno tiene su propio papel, su propio carisma, su propio don del Señor. Necesitamos educar a hombres y mujeres para que entiendan que no somos iguales, pero que tenemos los mismos derechos, la misma dignidad y todos merecemos respeto”. En el fondo de las decisiones de vida de sor Houda hay una certeza: la clave de la paz es la convivencia. Era el sueño del Padre Dall’Oglio, el mensaje que está en el corazón de Mar Musa.
La receta es la oración
“Nuestra vocación es la oración, el trabajo manual y la hospitalidad. Pero nuestro horizonte es el diálogo con el islam. Este es nuestro carisma. Y después de todo lo sucedido, la experiencia tan particular que se vive en el monasterio de Mar Musa representa una esperanza, la prueba de que el diálogo todavía es posible”. Cada uno con su propia experiencia de fe. “Durante la guerra, una noche dos trabajadores musulmanes propusieron no regresar a su casa para ayudarnos a defender el monasterio si era necesario”. Pero ¿cuál es la “receta” en un país agotado por la guerra civil? Sor Houda no esconde las dificultades: “Cuando como comunidad hablamos de diálogo, no es algo sencillo… Ha habido experiencias negativas. La imagen del islam ha sido distorsionada”. La receta es la oración, “confiar ante todo en el Señor, en un grupo sin miedo y con serenidad si queremos reconstruir una nueva Siria libre, abierta, donde todos tengan derecho a vivir con igual dignidad”.
Quizás por ser mujer, Houda Fadoul también insiste en la ayuda concreta que ofrece el monasterio para “cosas esenciales”. “La comida era la prioridad. Solo cuando la gente empiece a sentirse mejor podrá pensar en el futuro de su país”.
*Reportaje original publicado en el número de febrero de 2025 de Donne Chiesa Mondo.