Bertomeu confirma el fin de “todo lo que fundó Figari”, pero llama a los sodálites a “salvar lo que se pueda salvar”

  • Tras constatar que “no había carisma inicial”, además del Sodalicio, se disolverán el resto de comunidades del movimiento
  • El sacerdote español consuela a los fieles de Lima y les reitera un mensaje del Papa: “Esto no es un castigo; al contrario”

Jordi Bertomeu en Costa Rica

Después de que se filtrara a la prensa días antes desde dentro, el pasado 31 de enero, el Sodalicio de Vida Cristiana oficializó su supresión definitiva por la Santa Sede con un comunicado al cierre de la asamblea general en la localidad brasileña de Aparecida. Una cita que el movimiento eclesial había convocado para renovar su cúpula directiva y que, a la postre, acabó siendo la última página de una comunidad que nació en 1971 en Perú tras su fundación por el laico Luis Fernando Figari.



Tras varios años de investigaciones por parte del Vaticano, la definitiva, encomendada al arzobispo maltés Charles Scicluna y al sacerdote español Jordi Bertomeu, no solo ha constatado los muchos casos de abusos atribuidos a Figari, sino corruptelas económicas atribuidas a la élite de la entidad, por lo que el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, con la aprobación específica del papa Francisco, ha optado por la disolución del movimiento. A diferencia de lo que ha ocurrido con otros grupos eclesiales, como los Legionarios de Cristo, que han acabado subsistiendo pese a los numerosos desmanes de toda índole de su fundador, Marcel Maciel.

Aceptación “con docilidad”

En el citado comunicado del Sodalicio de Vida Cristiana, los sodálites aceptaron “con docilidad” la decisión de Roma, “manteniendo nuestra confianza en la Providencia de Dios”. Además, reafirmaron “nuestra plena obediencia al Santo Padre”, a quien “seguimos acompañando con nuestras continuas oraciones”.

En cuanto a las víctimas de todos estos abusos de poder, conciencia y sexuales por parte de la cúpula sodálite, además de un entramado de corrupción que habría malversado en torno a mil millones de euros, el movimiento, “con dolor y profundo arrepentimiento”, ofrece ahora “nuestro pedido de perdón a las víctimas y a todas las personas afectadas por los diversos abusos ocurridos en nuestra historia, por las heridas producidas y por todo el escándalo que esto ha ocasionado”.

En las horas siguientes, cabía la duda de qué pasaría con el resto de comunidades de la familia sodálite: el Movimiento de Vida Cristiana, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios. Pero apenas ha habido espacio para la duda: al igual que el Sodalicio de Vida Cristiana, se disolverá “todo lo que fundó Figari”.

Una tarea difícil

Así lo aseguró ayer, domingo 2 de febrero, el delegado pontificio Jordi Bertomeu al celebrar la eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora de la Reconciliación, gran símbolo de la familia sodálite en Lima. Al poco de iniciarse la ceremonia, el sacerdote español habló a los presentes y reconoció que “no era fácil la tarea” que le había encomendado el Papa.

Aunque, a modo de gesto hacia los presentes, quiso compartir con ellos los pormenores de la misma. Así, fue “el 20 de diciembre de 2024” cuando Francisco “me llamó a su despacho en el Vaticano para pedirme, después de una misión especial muy difícil y complicada”, consistente básicamente en “recoger los hechos y escuchar a las víctimas” durante “ocho meses en los que mi buena fama quedó tirada por los suelos”, que “le acompañara en este proceso de supresión del Sodalicio y de todo lo que fundó Figari”.

Así, vieron claro que “la red es muy compleja” y, por lo mismo, “hay aspectos que se deben tener presentes y hay que salvar”. Pero sin perder de vita un punto clave: que el Papa, “después de un largo proceso de discernimiento”, había concluido que “no había carisma inicial” y “Figari no recibió una gracia especial”.

El arzobispo Charles Scicluna y el sacerdote Jordi Bertomeu

El sacerdote Jordi Bertomeu y el arzobispo Charles Scicluna 

Con la gente de buena voluntad

En ese punto, Bertomeu compartió con los fieles el principal mensaje que traía de parte de Bergoglio para ellos: “Me pidió que os dijera que esto no es un castigo, no es un castigo. Al contrario, quiero lo mejor para toda esa gente de buena voluntad que durante muchos años ha hecho un camino”.

Ahí, el representante papal acudió al pasaje del Evangelio en el que se señala que “María guardó todas esas cosas en su corazón”. Esa misma imagen, bajo la óptica del griego, puede traducirse como que la madre de Jesús “recogió esos pedazos y los guardó”.

Para los miembros de la familia sodálite, unos 20.000 en todo el mundo, eso significa que, en este momento de “crisis personal y comunitaria”, en el que “no se puede negar que hay una ruptura” e incluso “una tragedia para los muchos consagrados que llevan años” dentro, hay que tener “una mirada de fe” y, “acompañados por Pedro”, “recoger esos pedazos y salvar todo lo que se pueda salvar”.

Proceso de purificación

En esta tarea de “empezar” de nuevo, que no debe hacerse “de cualquier manera”, ha de iniciarse “algo que sea mucho mejor y habiendo purificado aquellos elementos que debían ser purificados”. Ahí, como en las bodas de Caná, todos pueden encontrarse con la mejor “sorpresa” de todas: “El vino mejor viene después”. Para ello solo hay algo verdaderamente necesario: tener “una mirada de fe”.

Al final del todo, después de un impresionante silencio a lo largo de todo el parlamento de Bertomeu, estalló un estruendoso aplauso cuando este confirmó que “la parroquia continuará, evidentemente”. Y es que, antes que otra cosa, es “una familia, una comunidad”. Además, una que “genera envidia a alguien que viene de Europa” por su capacidad de llenar el templo en cada celebración. Con todo, la mayor y más emotiva ovación se dio cuando el cura español se refirió al párroco, Juan Carlos Rivva Lamas, a su lado en todo momento, como “un sacerdote bueno”. Y, como tal, se mantendrá en la comunidad, aunque “ya seguramente como un cura diocesano”.

El último mensaje de Bertomeu fue una llamada a “huir de las ‘fake news’ y las difamaciones”, así como de “la falsa seguridad”, pues la genuina es la que solo se encuentra “en el Señor”. Ahora, el camino es “hacer un discernimiento personal y comunitario”, y sin olvidar que a su lado está “el Santo Padre, que sigue todo este proceso con cariño”. De modo que “ahora se cierra una puerta y se abre otra mucho mejor”.

Críticas de Eguren y Bermúdez

Mientras, el obispo emérito de Piura (Perú), José Antonio Eguren, que en septiembre fue expulsado del Sodalicio por el Papa, ha publicado un comunicado en el que carga contra la investigación Scicluna-Bertomeu. Así, cuenta que, cuando se reunió con ambos representantes del Papa en julio de 2023, “en ningún momento se me comunicaron los alcances del mandato. Tampoco se me comunicó la existencia de alguna acusación sobre malos manejos económicos, y mucho menos se me formuló ni una sola pregunta relacionada con el reciclaje de enormes sumas de dinero”.

Para Eguren, la investigación vaticana “estuvo llena de irregularidades, tanto de forma como de fondo”. Al ser cuestionado solo por “generalidades”, “me impidieron que pudiera ejercer mi derecho a la legítima defensa, toda vez que venían con un mandato muy concreto de la Santa Sede y del papa Francisco”. Lo que le hace sospechar que ambos representantes papales venían “con un juicio ya formado desde Roma”, por lo que solo buscaron “cumplir con una mera formalidad o trámite”.

En la misma línea ha ido el laico Alejandro Bermúdez, también expulsado del movimiento fundado por Figari, que ha lamentado en sus redes que “Bertomeu fue a por la destrucción del Sodalicio con falsas pruebas y sin deseo de justicia”.

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