El cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, ha vuelto a la carga contra el papa Francisco (es uno de sus más acendrados críticos) y, en la última entrada en su blog, publicada este 10 de noviembre, ha echado por tierra el reciente Sínodo de la Sinodalidad.
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En primer lugar, el purpurado lamenta la decisión de que, por primera vez, un Papa anunciara que no escribiría una exhortación apostólica postsinodal, sino que, directamente, hiciera suyo el documento final aprobado por todos los padres y madres sinodales. Lejos de verlo como algo “innovador”, para él, “este enfoque plantea problemas”.
Estructura creada por Montini
Lo que le lleva a establecer, sin ambages, que “este Sínodo no hace honor a su nombre”. Y es que estamos ante una estructura creada “por el papa Pablo VI en 1965, antes de finalizar el Concilio Vaticano II, siendo “una herramienta para ‘el liderazgo colectivo’ de la Iglesia”, haciendo el Pontífice partícipes a los “obispos” en su condición de “sucesores de los Apóstoles”.
En este sentido, “cinco años después de su pontificado, el Papa Francisco hizo algunos cambios a los planes del papa Pablo VI en el documento ‘Episcopalis communio’. Pero, en esta reunión, Francisco ni siquiera respetó las reglas que había fijado: de repente, usando su propia autoridad, invitó a 96 laicos, hombres y mujeres, a participar en la reunión como miembros con derecho a voto”.
Aunque para Zen es un hecho que “el Papa tiene derecho a convocar cualquier tipo de reunión consultiva, no puede decir en absoluto que esta vez haya mejorado el plan original de Pablo VI. Usó el nombre de ‘sínodo’ para sustituirlo por un ‘sínodo híbrido’”.
¿Cuál es el propósito?
Aquí, el arzobispo emérito de Hong Kong lanza una la siguiente pregunta: “¿Cuál debería ser el propósito de celebrar un sínodo?”. Y se responde a sí mismo: “De los ‘sínodos’ [no es baladí que ponga este término entre comillas, restándole legitimidad] celebrados durante el mandato del papa Francisco”, él observa que los convoca “cada vez que quiere hacer algunos cambios en las doctrinas o disciplinas de la Iglesia”, no siendo nunca su fin reflexionar sobre “cómo mantener estas doctrinas y disciplinas”.
A su juicio, “utilizó la cita sobre la familia de 2014-2015 para intentar que los católicos divorciados y vueltos a casar recibieran la Sagrada Comunión. El Sínodo de la Amazonía quería adoptar la ordenación sacerdotal de ‘laicos varones casados virtuosos’ (‘viri probati’)”. Respecto a esta última asamblea, Zen cree que Bergoglio “tenía algunos objetivos más amplios: cambiar la estructura jerárquica de la Iglesia (convertirse en un organismo democrático compuesto por ‘bautizados’); diáconos (¿para abrir el camino a la propuesta de ordenación femenina al sacerdocio?); abolir el sistema de celibato sacerdotal; cambiar los principios tradicionales de la ética ‘sexual’ (empezando por bendecir a las parejas homosexuales)”.
Para lograr estos fines, “las reuniones se llevan a cabo de una manera que enfatiza el intercambio y reprime la discusión”. Hasta el punto de que “todo se mantiene estrictamente confidencial, de modo que nosotros no tenemos una forma formal de conocer el progreso de la conferencia”.
Fuerte oposición
Con todo, el cardenal asiático celebra que “su complot parece haber fracasado”, floreciendo en los debates “una oposición considerable”; lo que, según su visión, llevó al Papa “incluso a afirmar fuera del encuentro que no habría mujeres diáconos”. Por lo mismo, “el Sínodo no discutió mucho sobre la ‘abolición del celibato sacerdotal’, que había sido discutida en muchos sínodos anteriores”.
Sin olvidar que, en la cita de 2023, “el pronombre LGBTQ apareció una vez en los documentos de la conferencia, y ya no en el resumen. Todos pensaban que todo se discutiría y votaría en la reunión de 2024”. Entre medias, Doctrina de la Fe emitió ‘Fiducia supplicans’, “insistiendo en que el clero, en determinadas circunstancias, podría bendecir a las ‘parejas homosexuales’. Para Zen, ese fue un “cisma sin precedentes en la Iglesia (los obispos africanos se opusieron con especial firmeza) y también provocó una gran confusión entre los fieles”. El resultado es que “esa declaración parece haber sido archivada”.
Igualmente, Zen percibe que la sinodalidad, entendida por él como “una eclesiología absolutamente diferente” de la que emanó del Concilio Vaticano II, fue “el camino” que entonces siguió “la Iglesia holandesa”, que llegó a “publicar un nuevo catecismo y ahora está muriendo”. Y “este es, también, el camino que la Iglesia alemana ha comenzado a recorrer”, “perdiendo ya 500.000 miembros en 2022”.
No se ayuda a distinguir el bien del mal
Temiendo que esta deriva lleve a que “nos convirtamos en la Iglesia anglicana”, el purpurado alerta de que “ya no somos la Iglesia una, católica, apostólica, ni la Iglesia santísima, porque ya no existe una enseñanza ética confiable que lleve a los fieles a distinguir entre el bien y el mal”. De seguir así, lamenta, “nuestra Iglesia está condenada”.
Aquí, Zen vuelve al principio y rechaza la decisión de Francisco de no publicar una posterior exhortación: “En el pasado, las conclusiones de las conferencias episcopales eran solo una docena de recomendaciones muy concisas (deliberaciones concisas), y no se hacían públicas. Se dejaban al Papa, que tenía absoluta libertad para decidir si las aceptaba o no. Ese enfoque respeta plenamente la autoridad del Papa y, por lo tanto, el Papa es responsable de escribir una exhortación posconciliar. Necesita dedicar suficiente tiempo a escribir esta exhortación. Ahora que el Papa aprueba inmediatamente un documento de esta extensión, ¿cómo se le puede responsabilizar de cada palabra que contiene?”.
Y más cuando “el estudio del documento y la discusión de las ‘revisiones’ se llevaron a cabo con prisas”, siendo “absolutamente imposible que un documento tan extenso pueda ser adoptado seriamente en una conferencia como esta. Vuelvo a preguntar: ¿Cómo puede el Papa ser plenamente responsable de este documento final? A menos que se suponga que fue el Papa quien dirigió y condujo a la Asamblea General a redactar este documento”.