Lección magistral (y de fe) de Álvaro Pombo

  • El académico inaugura el ciclo de conferencias ‘Dios enla literatura actual’, en la UPSA, y habla por primera vez sobre ‘La ficción suprema’, testimonio de su experiencia religiosa
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Novelista y académico, poeta y creyente, Álvaro Pombo (Santander, 1939) admite: “Los que prefieren callarse son seguramente más prudentes que yo mismo. Yo prefiero hablar de Dios”. Lo hizo de niño y aún lo sigue haciendo a sus 84 años, en la Cátedra San Pedro Poveda de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA): “Como asunto, Dios ha estado siempre presente en mi vida y en mi obra narrativa y poética. He pensado mucho en Dios en toda mi vida”, reconoce.



Es la primera vez, sin embargo, que habla sobre “La ficción suprema. Un asalto a la idea de Dios” (Rosamerón), el ensayo que publicó a finales de 2022: “Hablo de Dios y de mi experiencia religiosa, desde lo personal y también desde lo colectivo”, como lo define. Porque Pombo nunca ha ocultado nada. “Mis referencias a la religiosidad católica no son un viraje de la senectud. De la misma manera que nunca he tenido que salir del armario, siempre estuve fuera, así tampoco ahora tengo que entrar, reconvertido, en la Iglesia, porque siempre estuve dentro”.

Así que Pombo reaparece en Salamanca para inaugurar el ciclo de conferencias Dios en la literatura actual, y compartir cómo su propia obra literaria ha caminado –y no deja de hacerlo– entre la poesía y la teología. Lo hace entre las páginas de su más reciente novela, Santander, 1936 (Anagrama), y no ha dejado de hacerlo nunca, como ya lo hizo –más claro, imposible– hace diez años en aquella otra novela espléndida: ‘Quédate con nosotros, Señor, porque atardece’.

Leyó versos de juventud y de fe ante la audiencia atenta en el Aula Magna de la Facultad de Teología: “Acuérdate de mí que siempre tuve miedo y te amé siempre / como aman las criaturas que no creaste Tú / aunque en salvarlas empeñaras lo eterno que es lo Tuyo / mi conciencia”. Y ante ella manifestó: “Expreso una experiencia religiosa o solo una emoción poética donde niñez y deidad funcionan como entes imaginarios. Me reconozco en este poema, quiero decir que no solo recuerdo las circunstancias en que lo escribí, sino que reconozco la emoción de entonces”.

Y prosiguió: “Cuando me preguntan en la televisión o en una reunión como esta si soy creyente –afirma–, yo siempre digo que estoy bautizado y que soy cristiano. ¿Qué quiero decir con eso? Que de verdad soy cristiano, mal cristiano, vamos a añadir, pero cristiano. Ciertamente he superado el infantilismo de estas nociones, pero quizá no el ritmo de la pulsión sentimental de estos poemas. Yo sigo teniendo una relación intuitiva o, como se diría, afectiva con lo sagrado, con Dios”.

Cargar con las propias culpas

Pombo –lo reconoce– aún habla de Dios como un niño. La ficción suprema, ese “asalto a la idea de Dios”, según admite, incluye su mirada “al catolicismo y la moral” de la infancia y de la juventud, al primer encuentro con María y las canciones de los escolapios de Santander ante el vía crucis, su memoria de la Semana Santa, un niño ante la culpa y la crucifixión de Jesús. “En casa me educaron para cargar siempre con mis propias culpas –recordó– y, en ese momento, tenía una mezcla de responsabilidad y sentimiento de culpabilidad por la muerte de Jesús. Recuerdo con claridad los sentimientos de aquel crío de entonces, donde se describía una situación densa y emotiva”.

Tanto que el escritor cántabro rememora cómo, con 14 o 15 años, ya escribía sobre Dios. “Suspendía todas las asignaturas y escribía mensualmente sobre la eucaristía y sobre Dios”. Hoy es otro, por supuesto, pero aún se reconoce y todavía escribe de Dios. Por eso rechaza que escriba “novelas filosóficas”, como se empeña la crítica; sí acepta en todo caso: “Lo que más he llegado a admitir es que mis escritos toman con frecuencia el color de la filosofía. Y con más frecuencia aún el de la teología cristiana. Pero yo no soy teólogo”.

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