La primera monja víctima de Rupnik que rompe su silencio: “Después de muchos chantajes, me sometí”

“Entró en mi mente, tomó el control y yo me convertí en su prisionera”, expone la religiosa francesa sor Samuelle a la revista ‘La Vie’

Por primera vez, una de las víctimas de abusos del jesuita Marko Rupnik, conocido por revitalizar el género del mosaico confesional, rompe su silencio públicamente. Se trata de sor Samuelle, una religiosa perteneciente a las Fraternidades Monásticas de Jerusalén. En ella se dan las circunstancias de denunciar a su propia congregación por abusos psicológicos y, a Rupnik, por abusos sexuales.



La consagrada, que hoy continúa su vida como ermitaña, ha compartido su testimonio con la revista francesa ‘La Vie’, en la que expone “desde hace tiempo he despertado de mi muerte, estoy de pie, pero todavía en la tumba, sumida en la oscuridad”.

Caminar hacia la luz

La mujer, de 47 años, expone que da un paso al frente para “contribuir a rodar la piedra para que yo pueda salir, dejar el silencio y el miedo, encontrar la luz y caminar hacia la vida”. Samuelle ingresó en la congregación con 21 años en París, aunque posteriormente estuvo destinada en Bruselas y Roma. Fue en 2010 cuando comenzó a vivir en le Centro Aletti, el taller de formación y trabajo del jesuita donde se elaboran los mosaicos para templos de todo el planeta. Es ahí donde comenzó el calvario del que logró escapar en 2014 cuando se plantó: “Le dije que no tenía una relación sana conmigo. Me dijo que yo veía sexo por todos lados, que lo traicioné. Se fue furioso”.

“Me resistí un tiempo internamente, y después de muchas presiones y chantajes, un día, me sometí”, relata la víctima que resume así el proceso vivido junto a Rupnik: “Entró en mi mente, tomó el control y yo me convertí en su prisionera”. Eso sí, aclara que “nunca cruzó los límites que llevan a los genitales: sabía muy bien lo que hacía”. Sin embargo, detalla que las agresiones físicas que sufrió tuvieron lugar incluso en público: “Me dejaba paralizada”. Sobre el proceso en el que se encuentra, asegura que “empiezo a juntar los pedazos dispersos de una vida disociada: hoy tengo derecho a recuperarlos para unificarlos, para encontrar su lugar para cada uno”.

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