Pastoral de la amistad para unir a los congoleños

Manuel Jimémez, misionero salesiano en RD Congo

El salesiano español Manuel Jiménez lleva 27 años como misionero en África. Tras una primera experiencia en Togo, ahora está en RD Congo, donde es el provincial de las 11 comunidades que los hijos de Don Bosco sostienen en el país y en el otro Congo. Gracias a OMP, habla con Vida Nueva y expone su testimonio.



Desde la capital, Kinshasa, y gracias a la coordinación de una pastoral que busca acompañar a quienes más sufren las consecuencias de la violencia, tiene una amplia perspectiva de la realidad nacional. De ahí que haya constatado con mucha alegría hasta qué punto la presencia de Francisco ayudará a la larga a sanar las heridas del pueblo congoleño: “El Papa era enormemente esperado; no solo por los católicos de nuestro país, sino por tantos otros congoleños que reconocen su autoridad moral. El aplazamiento de su visita, inicialmente prevista para junio de 2022, había aumentado las expectativas del pueblo. Su palabra ha alentado caminos de superación de conflictos y de entendimiento fraterno en un pueblo empobrecido por tanta violencia e injusticia”.

Ilusión desatada

Ya en los días previos a la llegada de Bergoglio, la gente estaba muy ilusionada, interpelando también a cristianos de otras confesiones y a la mayoría de los musulmanes: “Las personas con las que comparto mi vida cotidiana, no solo mis hermanos salesianos, sino también muchos jóvenes de toda índole y credo, que frecuentan nuestras casas de acogida para chicos sin familia, nuestros centros juveniles o nuestras escuelas, esperaban con el corazón abierto al Papa, conocedores de su servicio a la humanidad. Salvo en algunos grupos religiosos abiertamente hostiles a la Iglesia católica, en la mayoría de la población, el Papa tiene ‘buena prensa’. Ahora, todos esperamos que su mensaje contribuya a mejorar las condiciones de vida del pueblo, especialmente de los más empobrecidos.

Los salesianos sostienen varios hogares para huérfanos de la guerra y niños acusados de ser brujos. ¿Hasta qué punto se puede revertir ese caudal de dolor desde la fe y desde el propio testimonio personal? “Muchos de los chavales acogidos en nuestras casas arrastran historias dramáticas que, inevitablemente, dejan huella en sus personalidades. El ambiente de familia que encuentran en la casa de Don Bosco les ayuda eficazmente a cicatrizar esas heridas y a mirar con esperanza el futuro. Bastantes de entre ellos logran salir de la situación de miseria y abrirse camino con estabilidad en las nuevas familias que ellos forman y con su inserción socio-profesional. Algunos se convierten en los educadores más competentes para atender a quienes siguen sufriendo orfandad y abandono”.

Educar para la paz y la reconciliación

Como ha quedado claro, el futuro de RD Congo pasa por la paz y la reconciliación. Una cultura del encuentro que buscan tejer en sus muchos proyectos educativos: “Nuestras casas, abiertas para acoger a jóvenes de perfiles muy diversos, de proveniencias dispares, pero que comparten con nosotros hogar, patio, escuela y parroquia, constituyen un contexto formidable para desarrollar esa cultura del encuentro. Somos testigos de historias emocionantes de crecimiento en la cohesión de grupos antagonistas, de aceptación recíproca después de discordias que vienen de antiguo. El clima de amistad y colaboración que sembramos da sus frutos, motivando a los chavales a salir de las tendencias a los prejuicios negativos y al enfrentamiento para dar pasos en el acercamiento y el establecimiento de nuevas relaciones serenas y cordiales”.

Manuel Jiménez lleva 27 años encarnado en el pueblo africano. Una experiencia que forja su identidad personal y espiritual: “La misión ha marcado profundamente mi ser y mi hacer. No dejo de aprender continuamente de los valores que percibo en los pueblos africanos, con los que llevo compartiendo vida y misión desde 1996. La mirada se vuelve más compasiva y el servicio más atento cuando se abre el corazón a la escucha de estos pueblos y se hace camino junto a ellos. Las contrariedades, ligadas a la pobreza y a las desigualdades, son una escuela que nos enseña a crecer en el amor activo y a sabernos gastar por los desfavorecidos de este mundo”.

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