¿Están los jóvenes (des)conectados de la Iglesia?

Los jóvenes que están, los que estuvieron y los que nunca han estado reflexionan en el marco de las 50ª Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de la CONFER que se celebrarán del 4 al 6 de noviembre

Abigail Rodríguez (31 años) trabaja en una agencia de comunicación. En una cafetería de Madrid se reúne, a petición de SomosCONFER, con Marcos García y María Montero, ambos de 21 años y estudiantes en la Universidad CEU San Pablo. Estos tres jóvenes representan a esos a los que tantas veces el papa Francisco ha hecho referencia: “Los que están con nosotros, los que estuvieron y ahora están alejados y los que nunca han estado”. A ellos, también, es a quienes se dirigen las reflexiones de las 50ª Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de la CONFER, que se celebrarán del 4 al 6 de noviembre bajo el lema ‘Lanzándome hacia lo que está por delante’ (Filipenses 3, 13).



¿Qué piensan estos jóvenes de la Iglesia siendo su relación con la fe tan diferente? En el caso de Abigail, la fe siempre estuvo muy presente en su casa desde pequeña. “Mi familia es católica y practicante”, dice. De hecho, estudió en La Salle y su madre es catequista del colegio. Sin embargo, ella se ha desvinculado con el paso de los años, hasta el punto en el que, cuando se casó en 2019, no lo hizo por la Iglesia. “Si bien no he dejado de creer, no comulgo con muchas de las cosas que dice la Iglesia como institución”, reconoce.

La familia de María, sobre todo sus abuelos maternos, sí eran creyentes y practicantes. “Escuchaban la misa cada mañana en la radio”, recuerda la joven estudiante de Periodismo e Historia. “Mis padres están bautizados, hicieron la comunión y se casaron por la Iglesia”, relata. Pero, cuando nacieron su hermana y ella, sus padres decidieron no bautizarlas para que fueran ellas quienes, cuando pudieran decidir, lo hicieran por sí mismas. Cuando cumplieron los 7 años, edad de empezar con la catequesis, les preguntaron si querían ir. Su hermana dijo que sí, se bautizó e hizo la comunión.

Sin embargo, ella consideraba que no tenía la suficiente información ni “el sentimiento” necesario para hacerlo. “Veía que mis amigas lo iban a hacer solamente por los regalos, y yo no quería que fuera así”, reconoce. “Quería que, si lo hacía, fuera porque de verdad lo sintiera”, agrega. Pero no fue por falta de ganas. Lo intentó. “Yo era de las que iba a Religión, aunque otros compañeros no lo hacían”, asegura. Y ahora, en el CEU, tampoco ha dejado de interesarse: “Soy muy curiosa, me interesa saber”. No niega tampoco su lado espiritual: “Creo que hay algo, pero como no tengo claro qué es, prefiero abstenerme”.

Conversión y confrontación

Marcos, estudiante de Genética, ha vivido un caso absolutamente diferente al de Abigail y María. Su familia no vive la fe, pero “por tradición”, sí que le llevaron a recibir los sacramentos. “Como quien lleva a sus hijos a inglés, porque es lo que toca”, dice. Pero algo ocurrió: “Tuve la gracia de caer en una parroquia de barrio con una vida muy activa y una comunidad muy involucrada”.

Tomó su primera comunión, pero, después, para él “fue absolutamente natural continuar yendo a misa los domingos y continuar en el camino de la fe”. Así, lleva yendo a misa solo desde que tiene diez años, y fue desde esa primera matriz espiritual de su parroquia de San Fernando de Henares, que aprendió la importancia de la comunidad. “La fe es un compromiso individual, pero también es en comunidad, un compromiso púbico, porque si no ni estás manifestando ni llevando a la práctica nada. Y ese es el compromiso cristiano, vivir conforme a ello”, explica.

Hasta la universidad nunca había estado en ninguna institución católica, pero, allá donde ha ido, se ha sentido acompañado. “No sé cómo, con la dificultad que hay ahora mismo a nivel cultural, porque la fe ahora mismo no está tan presente como en la generación de nuestros abuelos, siempre he encontrado personas que me han ido acompañando”, afirma, incluso cuando su familia ha vivido esta conversión, a veces, desde “la confrontación”.

Somos todos

“En mi cabeza siempre hago una distinción entre lo que es la fe y lo que es la Iglesia como institución”, reconoce Abigail, mientras que, para Marcos, es fundamental estar unido a la Iglesia. “Al final, la Iglesia somos todos, desde la última monja de un monasterio de Soria hasta el niño que va a misa con sus padres un domingo por la mañana”. Sin embargo, comprende “que se contemple a la jerarquía como algo más distante, pero, en realidad, eso es solo una parte de la Iglesia”.

Para este joven, solo “cuando lo has experimentado puedes valorarlo realmente”. Eso sí, apunta que es necesario que la Iglesia se pregunte “por qué hay gente que se siente fuera de ella”. “Yo lo que percibo, sobre todo en la gente que conozco fuera del CEU, es que se suele creer mucho más en la Iglesia como comunidad, pero no como institución”, dice. “Como institución, la gente ha perdido la fe en la Iglesia”.

Abigail opina igual. “Hay mucha gente creyente, que se siente parte de esa comunidad de fe, pero que no está de acuerdo con los protocolos establecidos con la Iglesia institución, que, quizás, no se ajustan a lo que es la vida de hoy”, apunta. “La sociedad ha avanzado, pero parece que a la Iglesia le está costando mucho dar esos pasos”, dice señalando, por ejemplo, el tema de la mujer. “Hemos avanzado, hemos ido conquistando derechos, pero la Iglesia todavía está muy lejos de darle a las mujeres un papel protagonista”, afirma.

“También creo que los fieles que son más practicantes y están más apegados a la Iglesia como institución, más les cuesta ver con buenos ojos los pasos que da la Iglesia para ser más sinodal”, matiza María. “Conozco casos de gente practicante que no valoran positivamente los pasos que se dan. Y, al contrario, gente creyente pero no tan practicante sí que lo reciben de buen grado”, explica. “En mi clase veo esas dos realidades y no se ponen de acuerdo, es casi como un enfrentamiento constante”.

Francisco como Papa

Esto, además, es algo que los jóvenes reconocen también en cuanto a la percepción de Francisco como Papa: una opinión, en general, muy positiva, sobre todo en los ámbitos más alejados. “A mí personalmente me gusta, porque creo que está dando pasos hacia delante”, dice María. Marcos coincide con ella, pero, por su parte, como practicante, le pediría “concreción” en algunos temas.

“A veces su ‘revolución’ se queda a medias tintas en algunos temas, y, para saber a qué atenernos como cristianos, necesitaríamos unas directrices más claras”, señala. Por ejemplo, con cuestiones de índole moral, como la unión de personas homosexuales. “Como católico, la gracia es la plena comunión con Roma, por lo que a veces tenemos que saber a qué atenernos”, subraya, si bien considera que la apertura del Papa a escuchar es algo “que la gente agradece”.

El tema de la escucha no tarda en hacerse presente entre estos jóvenes a colación, precisamente, de cómo se sitúa la Iglesia en el mundo actual. “La dificultad radica en pasar de una fe ‘cultural’ a un compromiso personal”, dice Marcos. “Si todo vale en la Iglesia, nada es Iglesia. Es como quien se mete en un deporte: asume unas normas desde la libertad. Se llama a la puerta y está en ti dar o no ese paso”, explica. Para él, la fe católica tiene que “trasladarse a la vida de cada uno, por lo que ahí hay bastante riqueza que, a lo mejor, nos falta por explorar, porque nos quedamos en la misa del domingo, pero hay muchísimos más caminos que descubrir”.

Por ejemplo, como se hace en la Iglesia protestante, “que tiene esa visión de la alabanza desde la música”. “Esto lo digo mucho porque mi novia forma parte de la Renovación Carismática, que tiene esa forma de vivir el Espíritu”, señala. “Nos falta esa radicalidad en el buen sentido, para ser auténticos y vivir en conformidad a lo que es la fe”, asevera.

Un único modelo

En este sentido, Abigail señala que lo que en ella produce conflicto es que esa autenticidad “tenga que venir de un único modelo, porque si te sales de eso, ya no encajas en esa comunidad”. “Ya no eres tan buen cristiano”, agrega María. “Estamos de acuerdo en lo de las normas en cuanto a creencia, pero a la hora de bajarlo a la realidad, al mundo de hoy, hay cosas que no encajan, y es necesario que la Iglesia esté abierta a escucharlas”, añade Abigail.

El mundo ha cambiado y las nuevas generaciones son cada vez más conscientes de los problemas que atraviesa la sociedad. Es más: están cada vez más comprometidos con esas problemáticas. Por ello, hay algo en lo que sí concuerdan: la acción social es una manera extraordinaria de vivir la fe de una forma concreta. La mejor, según ellos, porque implica darse a los demás. “Es la forma más clara de que la fe se lleve a la realidad y se transforme en algo, ya sea desde el convento o en medio de la selva”, apunta Abigail. “Lo que se demanda un poco es esa Iglesia en salida de la que habla Francisco”, añade Marcos.

Pero este mundo conlleva consigo también un nuevo paradigma en el que ellos detectan que la Iglesia falla: la comunicación. “Aún estando en un ambiente de fe, lo que me llega de la postura de la Iglesia y de la realidad de la Iglesia en muchos aspectos es, básicamente, lo que sale en las noticias cuando hay algún escándalo”, asegura María. Pero hay todo un crisol en el que la Iglesia está presente y cuya labor se desconoce. Por ejemplo, en la cuestión de los migrantes, Abigail considera que se podría levantar más la voz y adoptar más esa postura de defensa de cara a la sociedad.

“A mí me llega la información, sé lo que se hace y cuál es la postura, pero porque lo busco. Sin embargo, lo que me llega mucho también es la anécdota y sé que eso es lo que queda en la cabeza de la gente. Por ejemplo, cuando alguien dice una barbaridad, y eso lo amplificamos. Pero de la labor de Cáritas o de las congregaciones religiosas no estamos tan enterados”, explica. “La comunicación es un área de mejora claramente”, matiza Marcos, “porque si no nos quedamos siempre en el argumento de por qué el Vaticano tiene tanto arte y riquezas”.

Conocer la labor de la Iglesia

Para estos jóvenes, la Iglesia se quitaría, a ojos de la sociedad, muchos prejuicios si se hace presente en todas las periferias (existenciales y geográficas). Abigail, de sus años en La Salle, recuerda cómo le gustaba la visión que tenían los hermanos “del mundo y de la vida, porque eran capaces de aterrizar su fe y la llevaban a la educación”. “Por el sesgo que tenemos muchas veces nos enfrentamos a los creyentes con prejuicios”, continúa. “Por ejemplo, puedes pensar que los religiosos van a negar el Big Bang, pero a mí me daba clases de ciencias un hermano que decía que él veía a Dios en el Big Bang. Que, no habiendo una explicación de por qué se produjo, ¿por qué no podía ser Dios la respuesta? Él era científico de pies a cabeza, pero veía a Dios en la creación”, afirma.

“No es solo que la gente que está fuera de la Iglesia desconozca lo que se hace”, asegura Marcos, “es que muchos fieles no son conscientes tampoco de ello”. Pequeños destellos encuentran en algunos influencers católicos que, desde sus cuentas, hablan de su fe “con naturalidad”. Es el caso de Paola Pablo, cantante, y de algunos sacerdotes, religiosos y religiosas, que comparten su experiencia de fe desde las redes sociales.

“Es importante que se haga desde la naturalidad, que es lo que el mundo muchas veces reclama”, dice Marcos, que también considera que es importantísimo reconocer el esfuerzo que conlleva el compromiso de la Vida Consagrada, algo que concuerda con la opinión de sus compañeras. Y es que, tal como aseguran estos jóvenes, cada uno desde su perspectiva, ese compromiso que “te lleva a dejarlo todo” es algo difícil de encontrar en el mundo de hoy, pero, cuando se vive con intensidad, es “muy inspirador” para todos.

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