Iacopo Scaramuzzi: “La Iglesia ha llegado a un punto de ruptura en la moral sexual”

El vaticanista Iacopo Scaramuzzi

Las cuestiones relacionadas con el sexo están detrás de la crisis que vive la Iglesia católica en buena parte del mundo. La moral sexual, la pederastia o la homosexualidad son algunos de los frentes que explican la desafección creciente de los fieles y la pérdida de prestigio de la institución. El vaticanista italiano Iacopo Scaramuzzi analiza las causas del “cisma silencioso” que se está produciendo dentro de la comunidad cristiana debido a estas cuestiones en el ensayo ‘El sexo de los ángeles’, publicado recientemente en italiano.



PREGUNTA.- La moral sexual no es algo que forme parte de los dogmas de fe. ¿Por qué es tan importante para la Iglesia? ¿Se trata en el fondo de una cuestión de poder?

RESPUESTA.- Con la Revolución francesa la Iglesia perdió su poder político, por lo que se concentró en la moralidad como bastión para mantener el poder sobre la población. Al capitalismo siempre le ha resultado cómodo que la Iglesia ponga límites y asegure familias e hijos. Resulta llamativo que la Iglesia en ámbitos como la liturgia, la doctrina social, el ecumenismo o la relación con la ciencia haya evolucionado sabiamente, pero, en cambio, haya congelado su enseñanza en materia sexual.

Cambio de estrategia

P.- ¿Por qué la Iglesia considera tan relevantes estas cuestiones si muchas de sus normas no son seguidas por una parte significativa de los católicos?

R.- Se trata de un poder un poco ilusorio. Es un poder ficticio para muchos fieles, que en esas cuestiones están viviendo un cisma silencioso al no seguir las enseñanzas de la Iglesia, por lo que acaban alejándose de ella. Las personalidades eclesiales más sensibles llevan tiempo dando la voz de alarma sobre ello, como el cardenal Martini, que decía que el retraso de la Iglesia es de 200 años, pues comenzó con la Revolución francesa. También el papa Francisco, otro jesuita como Martini, se da cuenta de este hecho, por lo que considera equivocado insistir en este ámbito y recupera una respetuosa distancia respecto a lo que ocurre en el dormitorio. Es algo que la Iglesia católica y también otras Iglesias cristianas hicieron durante siglos. No se trata de una cesión a la secularización, sino que es un modo realista para no acabar en un callejón sin salida.

P.- Pero el papa Francisco se ha limitado a hacer declaraciones llamativas sin realizar cambios doctrinales…

R.- Francisco es un gran comunicador y considera que sus interlocutores son libres, por lo que no trata de convencerlos. Supone un cambio radical de estrategia respecto a Juan Pablo II y Benedicto XVI, al no considerar que la Iglesia tiene que decirte lo que hay que hacer y lo que no, lo que resulta moralmente admisible y lo que no lo es. Bergoglio testimonia el Evangelio convencido de que es la verdad y te lleva al amor, a la belleza y a la vida, pero con plena conciencia de que las personas son irreversiblemente libres. Eso no significa que piense de manera distinta a sus antecesores, como demuestra cuando compara el aborto con contratar a un sicario para resolver un problema. No toca las normas y la encíclica ‘Humanae Vitae’ sigue plenamente en vigor, pero considera que los católicos pueden elaborar de un modo adulto las enseñanzas de la Iglesia.

Nudos doctrinales

P.- ¿Esta situación puede dar lugar a un cambio en la doctrina a largo plazo?

R.- La elaboración individual de la doctrina ya es un hecho. Son muchos los fieles que no siguen la ‘Humanae Vitae’. La Iglesia debería estar preocupada por que su magisterio no incida en ese aspecto de la vida de las personas. Esta situación puede hacer que el Papa y sus sucesores afronten algunos nudos doctrinales en el futuro, lo que resultará dificilísimo. Ya se ven algunas señales. Una muy significativa fue la publicación en 2018 por parte del Vaticano, sin demasiada publicidad, de la génesis de la ‘Humanae Vitae’ por parte de Gilfredo Marengo. Ahí se refleja todo el debate que hubo y cómo Pablo VI tomó la decisión sobre los anticonceptivos en minoría respecto a la comisión de teólogos que se había creado. Publicar ese texto es un modo indirecto de decir que las decisiones no son dogmas y que cambian con la historia. Otra señal significativa es la reciente publicación, por parte del portal oficial de noticias del Vaticano, de un documento en el que Juan Pablo I, antes de ser elegido papa, se muestra contrario a la prohibición absoluta de los métodos anticonceptivos artificiales. Como Papa reinante, aceptó la decisión tomada por su antecesor, pero como obispo tenía una opinión distinta.

P.- ¿Por qué el Vaticano publica ahora estas informaciones?

R.- Es interesante que se haya decidido que salga a la luz y muestra la riqueza de la opinión pública católica, que no tiene por qué ser monolítica. Durante siglos ha habido cambios de posición en la Iglesia frente a la sexualidad. El aborto, por ejemplo, no se consideró un pecado mortal hasta el siglo XIX. Y respecto a la pena de muerte, aunque fue rechazada por el Concilio de Trento, se permitió que cada párroco contemplara excepciones. Es curioso, igualmente, ver que san Pablo condena a los homosexuales, pero con el mismo tono con el que condena a quienes tienen el pelo largo. En los textos sagrados y en la historia de la Iglesia se descubre una variedad de posiciones respecto a la sexualidad, a veces incluso contradictorias. (…)

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