Primer balance de la cumbre de cardenales: ni fumatas ni colmillos afilados

  • Tras presentar las claves de ‘Praedicate Evangelium’, Francisco propició el debate púrpura en el que hubo “una minoría muy pequeña” de críticos
  • Entre las doscientas birretas, no se percibió ni ambiente de cónclave ni se abordaron cuestiones fuera de agenda, desinflándose los rumores dimisionarios

Francisco encierra en Roma durante dos días a todos los cardenales del planeta. En la invitación exponía que el motivo era explicar la reforma eclesial que trae consigo la puesta en marcha de la nueva constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ -Predicar el Evangelio- que se estrena casi 25 años después de la ‘Pastor Bonus’ de Juan Pablo II, con otra realidad eclesial, política y social.



El Papa expuso la razón de esta convocatoria de trabajo. Y se cumplió tal cual. Se expusieron las líneas generales del documento y los dos centenares de señorías intercambiaron pareceres a partir de un texto que ya conocían puesto que en estos años ha tenido varias idas y venidas de consulta antes de ser aprobado, tanto en la Curia como en los Episcopados locales. Los purpurados no llegaban de nuevas a ‘Praedicate Evangelium’. Y si le sonaba a chino, quizá es porque han estado ajenos a esto y a todo desde largo rato.

Los cebos no funcionan

Lamentablemente el enganche de una trama dimisionaria con un Papa en silla de ruedas, que prometía funcionar mejor que los cebos de La Fábrica de la Tele, se desinfló a medida que pasaba la jornada. Las especulaciones con luces de neón que hablaban de ‘renuncia’, ‘cónclave’ y ‘fumata’ se fundían de un plumazo si uno se atiene a lo que se vivió en el interior del aula sinodal. Se habló de la necesaria reforma de la Curia, de los méritos gestores en materia económica del equipo del jesuita español Juan Antonio Guerrero y de la urgencia de recuperar el ardor evangelizador por encima de guerras culturales.

Claro que hubo debate. Y se alargó hasta el anochecer. Pero aquello no subió de decibelios en ningún momento. Alguna crítica soslayada, de esas de guante blanco propia de los clérigos que lanzan su dardo envenenado apelando a algún ilustre del santoral, echando mano de cierta lectura bíblica recurrente o tirando de virtud teologal. Pero ni tan siquiera estos comentarios llegaron a elevar mínimamente el tono, si se compara con el enfurruñamiento que manifestaron algunos monseñores en el transcurso de sínodos como el de la Familia o de la Amazonía.

Oposición con casulla

“Una minoría muy pequeña”. Así definía el cardenal Walter Kasper a la oposición con casulla que quiso manifestarse ayer en público, que no llegó con los colmillos afilados, como sí suelen hacerlo en los pasillos de sus diócesis, en las declaraciones que regalan a miles de kilómetros de Roma o en las indirectas directas que rubrican en las cartas pastorales dominicales. Quizá les dio reparo, como les pasa en las visitas ‘ad limina’.

El diálogo de los grupos lingüísticos y el intercambio de pareceres en la asamblea no tuvo el guión de ‘Sálvame’ ni se contagió del ritmo candente de ‘Al Rojo vivo’. Ni tan siquiera se percibió el halo de misterio de ‘Cuarto Milenio’, en el que algunos parecen atrapados cuando se acercan a las sacristías.

Más propio de ‘La clave’

Aquello fue más propio de ‘La clave’, sesudo y no apto para todos los públicos, como les gustaba a los nostálgicos de las tertulias catódicas de antaño. Porque se verbalizaron cuestiones de fondo. Como la reflexión lanzada por el cardenal brasileño, Leonardo Ulrich Steiner, llamado a relevar a Hummes como voz profética del continente, que insistió en la necesidad que una reforma que vaya más allá de las estructuras curiales.

Y no solo para aplicar los cambios a todas las comunidades católicas del planeta. Sobre todo, para que de verdad se tome en serio la llamada de Jorge Mario Bergoglio desde el arranque de su pontificado hacia una conversión personal y pastoral de toda la Iglesia, para volver al Evangelio sin adherencias, para volver a Jesús sin alharacas. Y esta propuesta tampoco es una sorpresa ni una ocurrencia papal, sino conciliar. Eso, de aplicarse a partir del miércoles, sí sería revolucionaria.

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