El patriarca maronita carga contra la clase política y “su incompetencia, su falta de sentido de la responsabilidad y su desprecio por los sufrimientos del pueblo”
Beirut (Lebanon), 11/06/2022.- Lebanese Bank customers empty the garbage bin in front of the entrance to the house of the Chairman and Chief Executive of Bank of Beirut in Beirut and President of the Association of Banks in Lebanon Salim Sfeir, during a protest in Sin El Fil area north of Beirut, Lebanon, 11 June 2022. Bank customers demand that they be allowed to withdraw their deposits that have been blocked amid the economic crisis in the country as the Lebanese pound has lost about 90 percent of its value against the dollar and to reject the Capital Control Law. Lebanon has been struggling with compounded crises for nearly two years, including the economic and financial crisis, the covid-19 pandemic and the explosion of the Beirut port. The World Bank says the economic crisis in the country is possibly among top three most severe crises episodes globally since the mid-nineteenth century. (Protestas, Líbano) EFE/EPA/WAEL HAMZEH
Desde 2020, la situación en Líbano ha caído en picado. Una crisis económica sin parangón, la pandemia y el efecto de los atentados de ese año en el puerto de Beirut (que dejaron más de 200 muertos y destrozaron innumerables infraestructuras) se han traducido en una crisis política enorme, con la sucesión de varios gobiernos y la incapacidad de todos ellos de poner coto a una corrupción generalizada.
Una parálisis que no han resuelto las elecciones generales del pasado 15 de mayo, que significaron la salida del poder de Michel Aoun, pero, a su vez, no ha consolidado una mayoría aún suficiente para gobernar, por lo que se agudiza la sensación de vacío de poder, sin presidente de la República y con un Gobierno interino que no puede adoptar medidas concretas de peso.
En este contexto, ha sido un aldabonazo el contundente mensaje de quien para muchos es la gran figura pública de Líbano, el cardenal el cardenal Béchara Boutros Raï. Así, tras clausurar este pasado sábado 18 de junio el Sínodo anual de la Iglesia maronita, el patriarca, en su homilía de la misa dominical, recogida por L’Orient-Le Jour, expresó el “asco” que produce la clase política libanesa, marcada por “su incompetencia, su falta de sentido de la responsabilidad y su desprecio por los sufrimientos del pueblo”.
Tras apuntar que “nos negamos a pasar los últimos meses de este mandato bajo un Gobierno interino”, dejó claro que “rechazamos la vacancia presidencial y el vacío constitucional”. De ahí que sea más que urgente “acabar con la práctica de la obstrucción” y que el interés general dé paso al fin de los bloqueos entre facciones, reconociéndose, además, una “composición pluralista” que late en la sociedad y que debe encarnarse en las instituciones.
El cardenal tampoco esquivó otro reto que marca su vida nacional, el constante flujo de “refugiados palestinos y sirios desplazados en suelo libanés”, y llamó, por un lado, a la ONU para que encuentre una “solución definitiva” para ellos, y, por otro, al Gobierno de su país a negociar con los ejecutivos sirio y palestino, además de con los de su entorno, para que estas personas también puedan asentarse “en otros países capaces de absorberlos demográficamente y asegurarles una vida personal y social digna”.
Y es que hablamos de un país, Líbano, con 4,4 millones de habitantes y que acoge a un millón de sirios y a 650.000 palestinos. Una respuesta generosa, pero muy por encima de sus posibilidades debido a sus propias carencias internas.