Ucrania, un pueblo crucificado y en éxodo

Refugiados en Irpin, Ucrania

El martes 8 de marzo, solo 12 días después del inicio de la invasión de Ucrania por Rusia, se conoció un dato dramático: el número de ucranianos que han tenido que abandonar su hogar y salir a la carrera del país, muchas veces jugándose la propia vida, ya ha superado los dos millones. Una cifra estremecedora, aunque se teme que muy pronto quede atrás y el volumen total de quienes tengan que dejar su país en esta crisis humanitaria sin parangón alcance los cinco millones de personas.



Ante la sensación de que podamos estar ante la mayor crisis humanitaria de la Historia, teniendo en cuenta que su origen se concentra en una única región del mundo y se da en apenas unos días, han brotado con mucha fuerza un sinfín de respuestas generosas y en todos los ámbitos, incluido el eclesial. Acciones que se encarnan tanto los países vecinos al invadido por Vladímir Putin (solo en Polonia hay ya un millón de refugiados ucranianos) como en otros del conjunto de Europa. Un alud de fraternidad en el que, como no podía ser de otro modo, España no es una excepción.

Mucha gente buena

“Estamos desbordados por la respuesta tan generosa” y “aún queda mucha gente buena”. Son las dos frases que, en conversación con Vida Nueva, repite con emoción y que representan lo que siente en estas horas tan difíciles el sacerdote Valentín Bravo, durante tantos años párroco en la localidad segoviana de El Espinar y quien, desde 2018, trabaja codo con codo con el padre Ángel en la obra Mensajeros de la Paz y en la parroquia madrileña de San Antón.

Y es que le sorprende que haya bastado un simple vídeo, difundido estos días por WhatsApp y en el que cuenta que están trabajando en la frontera con Ucrania para traer a España a niños refugiados de la guerra, para que se haya puesto en marcha una impresionante solidaria y, tras la respuesta afirmativa de más de 60 familias, estén en disposición de traer en las próximas horas un avión en el que vendrían entre 70 y 80 niños, algunos solos y otros acompañados de sus madres.

Con los niños de Chernóbil

Con todo, lo mejor es que parten de una experiencia previa que ha traído enormes resultados. Y es que, ya en 1998, cuando estaba en El Espinar, Bravo involucró a decenas de familias, organizadas en la asociación Cueva Valiente, para conseguir traer a España en los tiempos vacacionales a niños de una región de Bielorrusia cercana al municipio ucraniano de Chernóbil para que encontraran un aire puro que les librara por un tiempo del ambiente radiactivo generado por el accidente producido en 1986 en su central nuclear.

La iniciativa, que duró hasta 2012, consiguió que algunos años vinieran unos 75 niños a El Espinar y a otras localidades de Segovia. Entre ellos, uno muy especial para Bravo: Aleksey, conocido por todos como Alosa. Las distintas dolencias que padecía por la radiactividad y el hecho de ser huérfano le suponían muchas más dificultades que a otros para participar en el programa. Así que, tras hacerse personalmente de su cargo en una primera instancia, dio un paso más allá y en 2002 le convirtió oficialmente en su hijo, siendo el primer sacerdote en España que adoptaba a un niño.

Como reconoce, este caudal de vida, gracias a que “los lazos de amistad han perdurado”, ha facilitado que la asociación Cueva Valiente y Mensajeros de la Paz hayan trabajado juntas estos días y, en las próximas horas, podría cerrarse la llegada de un primer avión. Algo que “solo sería el primer paso”.

Granada abriría hasta la catedral

Otra respuesta generosa es la que está empezando a fraguarse en la Archidiócesis de Granada, donde, el pasado lunes 7, su arzobispo, Javier Martínez, hizo un llamamiento “a todos los granadinos, creyentes y no creyentes, a movilizarse para acoger a los refugiados ucranianos que huyen de la guerra”. Así, estos días están contactando a todas las estructuras eclesiales (desde el conjunto de las parroquias hasta las congregaciones religiosas que se ofrezcan, titulares muchas de ellas de colegios) para conocer su posible disposición a la hora de abrir sus puertas a quienes tanto lo necesitan.

Además, en el formulario que se está mandando a las parroquias, siempre con la idea de articular una acción coordinada, se pide que se tantee a las familias que estarían dispuestas a acoger a refugiados ucranianos en sus domicilios. De hecho, el propio prelado señaló que, en caso de que fuera necesario, abriría encantado a quienes necesitaran un cobijo las puertas de su simbólica casa y la de todos los granadinos: la catedral.

Comunidad ucraniana local

En buena parte, la iniciativa ha partido del sacerdote greco-católico ucraniano Svyatdslav Myronyuk, quien atiende a los fieles originarios de su país en la parroquia granadina de Santo Ángel Custodio. Su hijo Ostap, también muy involucrado, detalla a Vida Nueva que, mientras llegan los primeros refugiados, “estamos organizando en la comunidad la recepción de medicinas, alimentos y todo lo que pueda ser más urgente para transportarlo cuanto antes a la frontera de Ucrania”.

Horas y horas de trabajo, pero que dejan una gran satisfacción: “Nos están ayudando muchísimo. Se han volcado numerosas parroquias, asociaciones y ayuntamientos de toda la provincia. Se presentan voluntarios y ofrecen sus propios coches para ir a la frontera a llevar lo que se necesite”. Por todo ello, se muestran “enormemente agradecidos y emocionados ante tantas iniciativas que demuestran que la gente quiere ayudar al pueblo necesitado de Ucrania”.

Comisión diocesana

Al día siguiente, martes 8 de marzo, era la Archidiócesis de Valencia la que anunció la puesta en marcha de una comisión diocesana en la que, de la mano con la Cáritas local, se estudie en los próximos días el mejor modo de ofrecer “ayudas urgentes, eficaces e inmediatas”.

Siempre con el fin de trabajar en red, se adelantó que se mantendrá un estrecho contacto con el Gobierno autonómico para analizar todas las posibles vías de cooperación y, a un nivel interno, se contactará con todas las parroquias “para preguntar y tener datos muy concretos” que confirmen una posible participación en el programa de acogida. Por ahora, ya se sabe que hay varias viviendas disponibles, por lo que, en cuanto lleguen los primeros refugiados, podrían ya entrar a vivir en ellas.

Abrazo hospitalario

También se está volcando en la ayuda la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, que, como informa a esta revista, tiene abierta una campaña de emergencia coordinada por Juan Ciudad ONGD para apoyar a los cinco centros sanitarios de la Provincia de Polonia (con la Curia en Varsovia) y otro centro en Ucrania, dedicado a una acción más social y de acompañamiento a personas vulnerables. Desde el inicio de la crisis, reciben a muchos desplazados y les prestan atención sanitaria gratuita y de primera necesidad.

Ante la constatación de que este flujo humano va aumento y se agoten sus provisiones, la Orden ha impulsado una campaña de solidaridad a nivel mundial. En España se están recaudando fondos y se piden botiquines para curas a sus centros sanitarios.

Contactos con la Administración

De cara a una posible acogida de refugiados desde Ucrania, los religiosos ya se han puesto en contacto con la Administración central para ofrecer plazas en su Programa de Protección Internacional, con el que, desde hace unos años, ya acogen en Manresa, Ciempozuelos y León a personas refugiadas de 27 nacionalidades. Además, otros centros de San Juan de Dios están en contacto con sus comunidades autónomas para ofrecer igualmente plazas de acogida para los ucranianos desplazados. El número dependerá de las necesidades que trasladen las autoridades.

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