La fe, el mejor escudo de los sanitarios cuando ya no hay aplausos

Sara Carbajal, sanitaria. Foto: Jesús G. Feria

Como desde hace dos años, la Iglesia ha conmemorado la Jornada Mundial del Enfermo (11 de febrero) en plena pandemia. En el abrazo a las heridas causadas por el Covid-19, varias comunidades cristianas reivindican a quienes nos sanan y, tras los aplausos iniciales, parecemos haber orillado.



Un ejemplo de la necesidad de poner la mirada en quienes sufren la pandemia enfrentándose a ella en hospitales y ambulatorios se da en las jornadas celebradas estas semanas en su sede madrileña por la entidad jesuita Más Que Salud, ‘Salientes de guardia. Una mirada creyente al mundo de la salud’, donde varios profesionales sanitarios ofrecen su testimonio. Una de los ponentes es Sara Carbajal Tinoco, quien, el 20 de enero, habló de ‘Entregarse como vocación’. Médico internista en el Hospital Infanta Cristina de Madrid, recuerda a Vida Nueva el inicio de la pandemia: “Era una sensación de catástrofe, de guerra. Con los recursos muy limitados, nos enfrentábamos a lo desconocido”.

“No podía orar”

Entonces, “cundía el miedo. Más que por mí, temía contagiar a mis seres queridos. Me pasé sola tres meses yendo del trabajo a casa y al revés, sin ver a nadie, ni siquiera a mi pareja”. Con todo, “sentía ilusión y notaba el apoyo de la gente. Me veía fuerte, pero a las dos semanas llegó la primera crisis al ver que no llegaba a todo. Iba corriendo y no rezaba… Y eso es clave en mi equilibrio”.

Sin tiempo para nada, “no podía orar, así que daba testimonio con la acción. Aunque, al final, entré en una espiral de enfado. He tenido fases de estar muy arriba o muy abajo, pero, cuando he estado más afectada, mi dique ha sido retomar la oración. Darle ese espacio a Dios siempre es para mí una vuelta a la estabilidad”.

Falta de perspectiva

Hoy, la situación es peor en algunos sentidos: “En los hospitales ya no tenemos tanta presión, pero, cuando hay un colapso en la atención primaria, a la gente no le queda otra alternativa que venir a Urgencias. Hay menos miedo al virus, pero mucho más a la enfermedad en general, lo que provoca el ir más de lo normal al hospital. Hemos perdido tranquilidad y perspectiva para evaluar las cosas. Eso marca esta sexta ola, que está siendo muy dura, pues no podíamos esperar una subida como esta. La sobrecarga de trabajo recuerda al inicio de la crisis”.

Pese a todo, Carbajal se agarra a sus referencias básicas: “Aunque a veces cuesta en Urgencias, trato de recordármelo cada día: si tengo un mínimo de tiempo, al paciente tengo que ofrecerle escucha y consuelo. El factor humano es esencial, por lo que siempre le pido a Dios que me ayude a ofrecer paciencia y buen trato”.

Una oportunidad

De ahí que la fe sea su clave de bóveda: “Creer en Dios en un pilar para mí. Aunque flojee en épocas en las que me creo autosuficiente, cuando llegan las crisis sé que son un toque de atención que me devuelven a mis raíces. Se trata de ver esto como una oportunidad para ser conscientes de que nuestra realidad la marca la fragilidad, pero siempre conscientes de que Dios, todo misericordia y amor, está ahí y nos acompaña”.

También llama a vivir la fe en comunidad, y más hoy: “Desde los ocho años, y tengo 32, pertenezco a los Grupos Católicos Loyola, guiados espiritualmente por jesuitas. Ahí están mis padres, algunos de mis tíos y primos y muchos amigos. Cada 15 días, me reúno con mi grupo y compartimos todo, hablando mucho de cómo vivimos esto. Es esencial sentirte acompañado. Y más cuando contamos con un sacerdote como Fernando Gálligo, que, con su carisma y ánimo, es un soporte vital”.

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