Selvas Amazónicas y el nuevo grito de Montesinos en las periferias: entre la compasión y la indignación

  • Los Misioneros Dominicos han presentado su informe ‘Compartiendo esperanzas desde las periferias. Mirada sobre la pobreza en los núcleos urbanos de nuestras misiones en Latinoamérica’
  • José Luis Segovia llama a “traducir las necesidades de las personas en derechos”

Miguel Ángel Gullón, misionero dominico en El Seibo, República Dominicana

Siguiendo la estela de Antón de Montesinos, el fraile dominico cuyo enérgico sermón, el cuarto domingo de Adviento de 1511, hizo temblar los intereses coloniales de quienes infringían la dignidad de los indígenas en La Española, Selvas Amazónicas, entidad de los Misioneros Dominicos, ha presentado estos días su informe ‘Compartiendo esperanzas desde las periferias. Mirada sobre la pobreza en los núcleos urbanos de nuestras misiones en Latinoamérica’.



Presentado en el espacio madrileño O Lumen, las claves principales del informe fueron expuestas por Jesús Díaz Sariego, prior de los Dominicos de la Provincia de Hispania, y José Luis Segovia Bernabé, vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación de la Archidiócesis de Madrid.

Acoger y conversar con el mundo

Como enfatizó Sariego, los misioneros de la congregación están en las periferias porque “quieren acoger y conversar con el mundo que Dios ha creado, dejándose conmover ante el sufrimiento”. En este sentido, “los misioneros suelen decir que, más que llevar el Evangelio a las personas heridas por la vida, que viven injustamente en las periferias del mundo, son ellas las que nos evangelizan a nosotros”.

Por su parte, Segovia destacó que “el informe es una invitación a hacer una lectura creyente de la realidad del sufrimiento y de la injusticia”. Un caminar que siempre ha de partir de “la mirada” de quien acude al encuentro del otro en las periferias y, más concretamente, de “una metodología compasiva”.

Contra el sufrimiento evitable

Para el sacerdote madrileño, igualmente importante es la actitud de “dejarnos conmover por las periferias y de aunar compasión ante el sufrimiento de los seres humanos con la indignación”, que es, en la tradición iniciada en la comunidad por Montesinos, “una sublevación íntima en la conciencia y en el corazón ante el sufrimiento evitable”.

Como lamentó el vicario episcopal de Pastoral Social, en el momento actual “se ha naturalizado la desigualdad, situación que genera una gran descohesión social, donde no tenemos un nosotros colectivo”. De ahí que sea fundamental “traducir las necesidades de las personas en derechos, porque los derechos son la forma institucionalizada y universal de responder de manera digna a las necesidades y, también, porque solo los derechos hacen de dique de contención frente a los intereses que generan pobreza, exclusión y desigualdad”.

Tarea que ha de ir acompañada de “procesos de empoderamiento donde la fraternidad nos lleve a relacionarnos desde lugares horizontales con las personas empobrecidas, que son sujetos protagonistas y actores de su propio destino”, debiendo todos escuchar “su propia voz”.

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