Primer día de Francisco en Chipre: abanderado del diálogo en un país fracturado

Francisco ha llegado a media tarde del jueves puntualmente al aeropuerto chipriota de Larnaca en un vuelo procedente de Roma que por primera vez en la historia no pertenecía a la extinta Alitalia, sino a quien se ha convertido en la compañía de referencia de bandera italiana: ITA Airways.



Como es habitual, el Papa nos ha dirigido a los periodistas que volamos con él unas palabras. “Va a ser un viaje en el que tocaremos las llagas”, nos ha compartido a todos, refiriéndose al drama de las migraciones que hará visible el próximo domingo en el campo de refugiados de la isla de Lesbos. A partir de ahí, nos animó a leer el mensaje que encierran los pequeños acontecimientos.

Durante las tres horas que hemos compartido con él ha ido saludando uno a uno a los 77 periodistas de distintas nacionalidades. Ha recibido varios libros publicados por nuestros colegas y ,entre otras cosas, una cometa realizada por una parroquia de Calais, recordando a una niña que nació durante su viaje a las costas inglesas y  murió tres días después. Incluso, se le volvió a repetir que España le espera en el 2022 con motivo de la peregrinación de jóvenes europeos a Santiago de Compostela.

El fin de los muros

Apenas llegado a Nicosia se ha dirigido a la catedral maronita donde ha sido recibido por el patriarca de Antioquía, el cardenal Béchara Boutros Rai y algunos centenares de sacerdotes, religiosos, diáconos, catequistas y miembros de movimientos eclesiales. Les ha dirigido un discurso que, por su extensión y originalidad, se sale del repertorio ordinario. “No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica, es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad”, les planteó, consciente de que hablaba a un país fracturado, partido literalmente en dos. Por eso, les encomendó tener “brazos abiertos” propios de aquel que “acoge, integra y acompaña”. ¿El objetivo? “Recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad”, les compartió.

Pero el acto mayor de esta primera jornada en la isla mediterránea ha sido el encuentro con el presidente de la República, Nicos Anastasiadis, los miembros de su gobierno, autoridades civiles, representantes de la sociedad civil y miembros del cuerpo diplomático. Un acto muy solemne cuyo escenario ha sido el palacio presidencial que, durante el período colonial, fue la residencia del gobernador británico de la isla.

Absurda situación

El Papa, antes de nada, rindió un homenaje ofreciendo un ramo de flores a los pies del monumento erigido en memoria del histórico primer presidente de la República chipriota, el legendario arzobispo Makarios, un personaje que jugó un papel transcendental en la política medioriental y en el  movimiento de países no alineados de los años 60.

En su discurso, sin entrar directamente en el asunto, aludió a la dramática división de Chipre en dos partes contrapuestas y enemigas, separadas por un muro el último que resiste en el continente europeo. Esta separación nació en el mes de julio del 1974, cuando un golpe de coroneles griegos intentó que Chipre se integrase en la nación helénica. Esto motivó la intervención militar turca para impedirlo. Durante 47 años esta insólita y absurda situación no ha cambiado a pesar de numerosas iniciativas para llegar a un acuerdo turco-chipriota.

Sufrimiento compartido

“La herida que más hace sufrir a esta tierra – dijo el Pontífice-  es la provocada por la terrible laceración  que ha padecido en los últimos decenios. Me refiero al sufrimiento  interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto. Ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla  y la deseo con todas las fuerzas” .

“El camino de la paz – prosiguió Francisco- que sana los conflictos  y regenera  la belleza de la fraternidad, está marcado por una palabra: diálogo. “Tenemos que ayudarnos  a creer en la fuerza  paciente y humilde del diálogo  que podemos extraer de las Bienaventuranzas. Sabemos que es no es un camino fácil”, alentó el Papa, consciente de que “es largo y tortuoso pero no hay alternativas para llegar a la reconciliación”.

Restitución de lo sagrado

El sucesor de Pedro no dejó de aludir a un problema a que los cristianos chipriotas sufren de modo muy especial : la destrucción o desaparición  de su patrimonio religioso y cultural. Por eso pidió “la restitución de cuanto es más querido por la gente, como los lugares o al menos los objetos sagrados”.

Finalmente, subrayó que “los tiempos que no parecen favorables y en los que el diálogo decae son precisamente aquellos que pueden preparar la paz…”. Frente a ello, insistió en que “en estas circunstancias no dejemos prevalecer el odio , no renunciemos a curar las heridas, no olvidemos los casos de las personas desparecidas. Y cuando venga la tentación del desánimo, pensemos en las generaciones futuras que desean heredar un mundo pacificado, colaborador, unido, no habitado por rivalidades perennes y contaminadas por conflictos no resueltos” .

Previamente, el presidente chipriota recordó “la ocupación militar ilegal del 36 por ciento del territorio de la República de Chipre por parte de Turquía, el desplazamiento del 30 por ciento de la población convertida en prófugos, la cuestión no resuelta de los desparecidos y el drama de sus familiares, el saqueo de monumentos  culturales y religiosos en los territorios ocupados son aspectos que ofenden brutalmente a la humanidad y reavivan  el dolor que hemos vivido y todavía probamos”. No en vano, Chipre es el país europeo con más solicitantes de asilo en relación con su población.

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