Raphaël François Minassian: “La presencia de los cristianos en Oriente Medio no es decorativa”

patriarca armenio

El pasado 23 de septiembre, el Sínodo de los Obispos de la Iglesia Patriarcal de Cilicia de los Armenios, celebrado en Roma, eligió como nuevo patriarca a Raphaël François Minassian, hasta entonces arzobispo encargado de los católicos armenios de Europa Oriental. El nuevo patriarca está al frente de esta comunidad eclesial formada por unos tres millones de fieles, de los que buena parte vive diseminada por diversos países de Oriente Medio, Europa y América.



En entrevista con Vida Nueva, Minassian se muestra firme a la hora de hablar de la presencia de los cristianos en Oriente Medio y denuncia las dificultades para su continuidad: “Hablamos del derecho de un pueblo que ha vivido allí desde hace siglos y se le dice ahora que no puede quedarse”.

PREGUNTA.- ¿Cómo vivió su elección como patriarca?

RESPUESTA.- Lo cierto es que, para mí, no ha cambiado casi nada. Antes era sacerdote y lo sigo siendo ahora. Son las responsabilidades las que cambian. Poco a poco, se ve que el Señor me lleva a portar aún más la cruz. Pero asumo con alegría cualquier responsabilidad que sirva para el bien de la Iglesia de Cristo, de la que somos miembros como católicos armenios. En resumen: siempre estoy dispuesto a a servir a Dios en esta tierra.

P.- ¿Qué le pidieron sus hermanos del Sínodo de Obispos de la Iglesia Patriarcal de Cilicia de los Armenios?

R.- Somos conscientes de nuestra situación, de nuestras debilidades, de nuestras fuerzas y de la dirección que debemos seguir. Hay dos puntos esenciales que definen la situación de una Iglesia: la estrategia externa y la interna. Primero, debe ser un cuerpo unido, que proclame la Palabra y dé un fruto. Y para poder testimoniar nuestra identidad espiritual, debemos presentarnos como una comunidad eclesial frente a todas las instituciones, ya sean otras Iglesias, los Estados o la propia sociedad. Para responder a los desafíos que nos plantea hoy el mundo, que van más allá de lo que hemos estudiado y vivido hasta ahora, hace falta una visión de unidad en la que todos mis hermanos del obispado estaban de acuerdo.

Invitación a la unidad

P.- ¿Qué le pidió el Papa en el encuentro que mantuvieron?

R.- El Santo Padre nos invitó, en un discurso muy razonable, a que estuviéramos unidas todas las instituciones de la Iglesia católica armenia: las diócesis, el patriarcado, los religiosos… Y también que no nos olvidáramos de las nuevas generaciones. A mí, además, me gastó una broma: me dijo que “me habían pescado”.

P.- ¿Sienten cercano al Papa los católicos armenios?

R.- Mucho. Cuando Francisco visitó Armenia en 2016, yo era entonces arzobispo para los católicos armenios de Europa Oriental y puedo decir que la gente no ha olvidado aquel viaje, el ejemplo que dio y la predicación que ofreció incluso sin hablar. Su actitud, presencia, humildad, amor y afecto hacia todos es recordado hoy. Cada año se recuerda aquella visita con la oración y la celebración de la Santa Misa en todas las parroquias, no solo en Armenia, sino en todas las iglesias católicas armenias.

P.- ¿Cómo ha vivido los continuos llamamientos del Papa a favor de la paz en Siria y Líbano?

R.- Muy profundamente. Y la paz no solo es necesaria en Oriente Medio, sino también en Armenia, donde hemos perdido a una generación completa por culpa de la guerra. Estamos orgullosos de que miles de jóvenes se hayan sacrificado por su identidad cristiana luchando en Armenia y en Nagorno Karabaj, que son países únicos en la zona por su identidad cristiana. Es algo que a menudo se olvida. Yo siempre digo que Dios eligió un pueblo para preparar su llegada a la tierra, pero también eligió a otro pueblo para testimoniar durante todos estos siglos su venida como Hijo de Dios.

Todo ese sufrimiento se repite en la nación armenia que, como dijo el Santo Padre, es experta en sufrimiento, pero también en resurrección, en encontrar el camino hacia Dios. En este fenómeno también hay otro aspecto y es que, un siglo después del genocidio, se siguen repitiendo las matanzas de jóvenes armenios, en este caso en Nagorno Karabaj, donde miles de jóvenes quedaron abandonados a su suerte y han sido sacrificados.

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