La Iglesia armenia denuncia “otro intento de genocidio” turco

Parguev Martirosián, arzobispo de Karabaj

Desde el pasado 27 de septiembre, la tensión es máxima entre Armenia y Azerbaiyán por el control del enclave de Nagorno-Karabaj, territorio por el que llevan más de un siglo disputando estas dos antiguas repúblicas soviéticas surgidas de la disolución de dos históricos imperios, el otomano y el ruso. Un conflicto en el que también tiene mucha importancia el peligroso factor étnico y religioso, siendo mayoritariamente cristianos los armenios y musulmana la población azerí. En este sentido, resulta clave Nagorno-Karabaj, el punto fronterizo entre ambas naciones y que, situado en territorio de Azerbaiyán, está marcado por su realidad social: el 90% de su población es armenia.



Ni siquiera ha sido efectivo el acuerdo alcanzado en Moscú para fijar una tregua humanitaria que suspendiera los numerosos ataques de estas semanas y que han dejado varias decenas de muertos. Suscrito gracias a la mediación de Rusia y ratificado por los ministros de Exteriores de ambos países, la realidad es que no se ha llegado a cumplir en ningún momento por parte de ambas autoridades, registrándose diversas violaciones del alto el fuego.

Clamor del Papa

Entre los líderes mundiales que han clamado por la paz está el papa Francisco. En el ángelus del pasado 11 de octubre, al mismo tiempo que reconoció que “la tregua demuestra ser demasiado frágil”, apeló a su necesaria puesta en marcha y a su respeto por parte de todos. Mientras esto ocurre, aseguró compartir el dolor “por la pérdida de vidas, por los sufrimientos padecidos y por la destrucción de hogares y lugares de culto”, rezando “por las víctimas y por todos aquellos cuyas vidas están en peligro”.

En este último sentido, Bergoglio lamentaba el ataque a la histórica catedral armenia de Ghazanchetsots, situada en Shusa, dentro de Nagorno-Kabaraj. Bombardeada cuatro días antes y por segunda vez en esta crisis por el ejército azerí, la acción bélica causó varios heridos (periodistas rusos y armenios que se encontraban en ese momento en el templo) y causó bastantes destrozos en el templo, de confesión ortodoxa. Se da el caso de que la catedral tiene un fuerte valor simbólico para los armenios de la región, pues, tras otro conflicto con los azeríes en los 90, ya tuvo que ser reconstruida entonces. Es tal la veneración que la comunidad cristiana local conoce el templo como “la Jerusalén de Nagorno-Kabaraj”.

No hay conflicto entre confesiones

En declaraciones a EFE, el arzobispo de Karabaj, Parguev Martirosián, ha denunciado que los azeríes “atacan nuestros valores espirituales”, lamentando que, en cambio, “nosotros no combatimos con las mezquitas [que hay en su territorio]. No tenemos ningún problema con gente de otras confesiones y nunca lo hemos tenido”. “El corazón de este conflicto –ha profundizado– radica en la defensa de los derechos más elementales del hombre. La gente que vivía en el Karabaj soviético no podía ejercer sus derechos más básicos. Y levantaron sus voces. Sí, somos armenios, queremos conocer nuestra historia, queremos que se abran nuestras iglesias”. Y es que, “durante sesenta años, los azerbaiyanos prohibieron que funcionaran los templos armenios”.

Yendo más allá, ha dado a entender que detrás de esta acción contra la catedral se encuentra el propio Estado Islámico y que este está apoyado en la sombra por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien estaría favoreciendo el paso de sus militantes desde Siria. “Este –ha señalado el arzobispo– es el tercer intento de genocidio. El primero fue en 1915, el segundo en Sumgait y otras ciudades azerbaiyanas. Ahora estamos ante el tercero”. Una visión que no ha respaldado el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, principal artífice del, por ahora, débil alto en fuego.

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