Francisco proclama en la misa de Pentecostés: “Hoy es el tiempo de la consolación”

Para el Pontífice “si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda”

Con motivo de Pentecostés, a pesar del aforo reducido –aunque se ha ocupado la nave principal con la debida distancia– y la presencia de mascarillas, el papa Francisco ha vuelto a presidir la eucaristía desde el altar papal, bajo el baldaquino, en la basílica de San Pedro. Una celebración en el que se han recuperado otros detalles como la introducción en algunas partes de idiomas distintos al latín y el italiano.



El espíritu del consuelo

En la homilía, el Papa destacó la fuerza del espíritu que es calificado como “Consolador y Abogado”. “Frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto. Jesús nos ofrece hoy la consolación del cielo, el Espíritu”, apuntó. “Las consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y no del corazón”, advirtió. En cambio, prosiguió, “sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón” ya que es “la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con quien está solo es ya consolar”.

“Si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo”, fue la invitación de Francisco. Frente al mal de mundo “el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos”, destacó poniendo el ejemplo de los apóstoles para quienes, tras Pentecostés. “los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo, ya no los temían y tampoco temían a quienes les querían hacer daño”. “Se sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor recibido”, añadió.

Francisco ha invitado a todos a ser consoladores “no con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía. El Paráclito dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación”, sentenció. “Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas”, añadió.

El espíritu de la unidad

El espíritu “no nos remplaza, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos. Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone pero no se impone”, prosiguió. En este sentido, apuntó que el espíritu “afirma la primacía del hoy contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por los temores del porvenir” y que “no hay otro tiempo mejor para nosotros”.

También, añadió, “busca el todo, no la parte”. “El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad”, explicó. “Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad”, exclamó.

Finalmente, reclamó la primacía de la gracia: “Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo”, advirtió. “No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto”, sentenció.

Noticias relacionadas
Compartir