Francisco, ante el drama de los desplazados climáticos: “Ver o no ver, esa es la cuestión”

  • La Sección Migrantes y Refugiados ha presentado hoy unas ‘orientaciones pastorales’
  • “Cuando miramos –cuestiona el Papa–, ¿qué vemos? Muchos están siendo ‘devorados’”
  • El documento plantea decenas de propuestas concretas, a nivel de Iglesia, gobiernos y sociedad en general

espectáculo de luces en el Vaticano fachada San Pedro cambio climático Laudato si diciembre 2015

La Santa Sede, a través de la Sección Migrantes y Refugiados, del Sector de Ecología Integral del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha presentado este martes 30 de marzo, sus ‘Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos’.



Se trata de un documento que aborda dos cuestiones claves para Francisco, la situación migratoria y la defensa del medio ambiente. De ahí que el mismo Papa contribuya al mismo con un prólogo que se inicia de este modo tan particular: “Para empezar, les propongo retomar la famosa frase pronunciada por Hamlet, ‘ser o no ser’, y transformarla en ‘ver o no ver, esa es la cuestión‘. Todo, de hecho, empieza por nuestro ver, sí, por el mío y por el suyo”.

Concienciación personal

Bergoglio es consciente de que “estamos inundados de noticias e imágenes que muestran a pueblos enteros desarraigados de sus tierras a causa de desastres naturales provocados por el clima, por lo que se ven obligados a migrar”. De ahí su llamada a que estas historias tengan un hondo “efecto” personal “en nosotros”, desembocando en acciones y compromisos concretos y no “respuestas fugaces”.

Puesto que “el deterioro del clima”, lejos de resultar “algo inevitable”, es, “muy a menudo el resultado de decisiones equivocadas y de actividades destructivas, del egoísmo y de la negligencia”, hay que aceptar que este es un paradigma que “pone a la humanidad en conflicto con la creación, nuestra casa común”.

“A diferencia de la pandemia del Covid-19 –prosigue Francisco–, que se abatió sobre nosotros repentinamente, sin previo aviso y casi en todas partes, y que nos afectó a todos a la vez, la crisis climática empezó a partir de la Revolución Industrial. Durante mucho tiempo se ha venido desarrollando con tal lentitud que ha sido prácticamente imperceptible, con excepción de unos pocos con visión de futuro. Incluso ahora, sus repercusiones se manifiestan de manera desigual: el cambio climático afecta a todo el mundo, pero quienes menos han contribuido a ello son los que más sufren sus consecuencias negativas”.

Emergencia de nuestro tiempo

Por ello, “el número enorme y cada vez mayor de personas desplazadas a causa de la crisis climática se está convirtiendo rápidamente en una gran emergencia de nuestra época, tal y como podemos ver casi todas las noches en nuestras pantallas, y que exige respuestas globales”.

Aquí, el Papa apela a un tono directo e interpelante, exigiendo una respuesta clara: “Cuando miramos, ¿qué vemos? Muchos están siendo ‘devorados’ en condiciones que son imposibles para la supervivencia. Obligados a abandonar campos y costas, casas y aldeas, huyen apresuradamente, llevando consigo tan solo unos pocos recuerdos y pertenencias, fragmentos de su cultura y de su tradición. Partieron llenos de esperanza, con la intención de volver a empezar desde cero en un lugar seguro. Sin embargo, la mayoría termina viviendo en barrios marginales peligrosamente hacinados o en asentamientos improvisados, esperando su destino”.

Así, ante esas personas, solo son aceptables cuatro verbos que recogen una actitud fraterna: “Acoger, proteger, promover e integrar”. A modo de guía útil, estas ‘orientaciones pastorales’ “invitan a la Iglesia y a demás personas a actuar juntos, y nos explican cómo podemos hacerlo. Esta es la obra que nos pide el Señor ahora, y en ella hay una inmensa alegría. No podemos salir de una crisis como la del clima o la del Covid-19 encerrándonos en el individualismo, sino solo ‘estando unidos’, mediante el encuentro, el diálogo y la colaboración”.

Rostro humano

Respecto al documento en sí, las ‘orientaciones pastorales’ reivindican que “la crisis climática posee un ‘rostro humano’. Es ya una realidad para una multitud de personas en todo el mundo, en particular para quienes son más vulnerables”. De ahí que la Iglesia reafirme “su solicitud maternal por todos los que han sido desplazados a causa de sus efectos”.

Con el fin de “promover una conversión ecológica integral en relación con la crisis climática y el desplazamiento, de manera respetuosa con el medio ambiente y el desarrollo humano”, las ‘orientaciones pastorales’ proponen una serie de acciones concretas a implementar. Estas son algunas de las principales:

  • Desarrollar campañas de información que destaquen la gravedad del fenómeno de la crisis climática y el desplazamiento, centrándose en el “rostro humano” de la crisis y la necesidad de actuar con urgencia. No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno.
  • Sensibilizar a la Iglesia y a la comunidad sobre cómo nuestro estilo de vida moderno, caracterizado por un excesivo consumismo, contribuye a la crisis climática, e inculcar un sentido de responsabilidad que genere un cambio o una adaptación de nuestro estilo de vida.
  • Desarrollar programas educativos, dirigidos sobre todo a las parroquias y a las escuelas católicas, orientados a desarrollar una actitud responsable respecto al comportamiento y al estilo de vida personales.
  • Mejorar la coordinación entre los organismos eclesiales (tanto a nivel local como internacional) y reconocer que el cambio climático es una de las causas de la migración.
  • Divulgar documentos fundamentales de la Iglesia, incluidas las enseñanzas centrales de la Laudato si’.
  • Compartir las mejores prácticas de conversión ecológica integral para dar un testimonio concreto del compromiso de la Iglesia y mejorar su visibilidad.
  • Establecer una estrategia de comunicación más extensa y coherente, que aproveche al máximo el potencial de los medios de comunicación sociales y digitales.
  • Involucrar a los jóvenes, animándoles a ser protagonistas de estas iniciativas y promover comportamientos y estilos de vida cristianos, que no hagan hincapié únicamente en el futuro, sino también en lo eterno, es decir, en las condiciones ambientales que las personas dejarán en herencia a sus hijos y nietos, así como tratar la creación como un don de Dios.
  • Aprovechar los conocimientos de las poblaciones locales y comunidades indígenas y otros recursos humanos, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, para hallar soluciones enraizadas en una ecología integral. Y esto exige escuchar, reconocer y respetar a las personas y a los pueblos locales como interlocutores válidos.
  • Proporcionar alternativas al desplazamiento. Esto es posible cuando los gobiernos, los gobernantes, las instituciones y las organizaciones prestan especial atención y tienen realmente en cuenta el interés superior y las preocupaciones de sus pueblos, en particular los más vulnerables.
  • Desarrollar una “resiliencia climática” aplicando enfoques multifacéticos y el compromiso de todas las partes interesadas.
  • Difundir información puntual, de calidad y fiable sobre la crisis climática y los posibles riesgos asociados a territorios específicos y sus residentes.
  • Garantizar la utilización de los conocimientos tradicionales, indígenas y locales para complementar los conocimientos científicos en la evaluación del riesgo de desastres y en la formulación y aplicación de políticas, estrategias y planes adaptados a sectores, localidades y contextos específicos, y adoptar un enfoque intersectorial. No se trata de dejar caer desde arriba programas de asistencia social, sino de recorrer juntos un camino.
  • Promover la adaptación in situ a fin de evitar el desplazamiento, alentando a mantener o reconectar con formas tradicionales o indígenas de relacionarse con la tierra, la naturaleza y la vida sostenible en la tierra. Nos duele ver las tierras de los pueblos indígenas expropiados y sus culturas pisoteadas por esquemas depredadores y por nuevas formas de colonialismo, alimentadas por la cultura del despilfarro y el consumismo.
  • Facilitar programas de desarrollo creativos y respetuosos con la ecología, dirigidos a la asistencia de personas en riesgo de desplazamiento, así como proteger y fortalecer medios de vida alternativos, como la agroecología, la conservación de la comunidad, la educación, el ecoturismo y el uso sostenible de la tierra y el agua. Se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas
  • Promover inversiones significativas, éticas y sostenibles en infraestructuras, viviendas seguras y diversificación de los medios de subsistencia, para mejorar la resiliencia y la capacidad de adaptación de las personas en riesgo de desplazamiento.
  • Establecer relaciones de solidaridad y crear redes de seguridad capaces de garantizar la protección social de las personas en riesgo de desplazamiento.
  • Desarrollar el empoderamiento inclusivo de las personas en riesgo de desplazamiento, prestando especial atención a los jóvenes y a los más vulnerables. Están involucrados los países transitados por los flujos migratorios y los de destino final, pero también los gobiernos y las Iglesias de los estados de origen de los migrantes, que con la partida de muchos jóvenes ven empobrecido su futuro.
  • Promover y ayudar a coordinar sistemas de migración planificada y voluntaria para las poblaciones en situación de riesgo, de modo que la reubicación pueda gestionarse eficazmente durante un período de tiempo. Cuando el desplazamiento es en la práctica la única opción, las decisiones que implican cuándo, dónde y cómo trasladarse suelen estar motivadas por situaciones de emergencia o se basan en información de dudosa calidad o percepciones incorrectas.
  • Participar, de manera proactiva, en ayudar a preparar a las personas para el desplazamiento, proporcionando información correcta y fidedigna. Esto podría ayudarles en las decisiones que deberán tomar antes de migrar y mejorar su preparación mediante el empoderamiento personal y comunitario.
  • Realizar un mapeo de aquellos territorios particularmente afectados por la crisis climática y el desplazamiento e identificar las poblaciones en situación de riesgo.
  • Realizar un gráfico social y de los recursos de la comunidad de acogida, así como de la población desplazada. En previsión de posibles desplazamientos, ayudar a identificar y preparar lugares para el asentamiento o la reubicación de aquellas comunidades más vulnerables a los desastres ambientales.
  • Establecer redes de solidaridad entre las comunidades de origen y las comunidades de llegada, promoviendo una relación de colaboración en todas las fases del desplazamiento y garantizando la necesaria asistencia pastoral a dichas comunidades a su llegada. A la Iglesia de origen se le pide, por tanto, que se mantenga en contacto con aquellos miembros suyos que, por cualquier razón, se desplazan a otro lugar, mientras que la Iglesia de acogida debe asumir sus responsabilidades hacia quienes se han convertido ya en sus miembros. Ambas Iglesias locales están llamadas a mantener sus respectivas responsabilidades pastorales en un espíritu de comunión activo y expresado en la práctica.
  • Desarrollar programas de capacitación orientados a preparar a las personas para su integración, a largo plazo, en las nuevas comunidades, cuando la posibilidad de regresar a sus países de origen no es una opción viable.
  • Colaborar con los gobiernos para la promoción y realización de campañas de sensibilización, la organización de alojamientos seguros, el acceso a la asistencia social, incluidos los servicios médicos, la asistencia jurídica y los programas de capacitación. (…) La solidaridad debe convertirse en una experiencia cotidiana de asistencia, de intercambio y de participación.
  • Invertir en proyectos para la generación de empleo, prestando especial atención a la agricultura (p. ej., agricultura a pequeña escala y comunitaria), y promover un espíritu empresarial innovador para incrementar las posibilidades de empleo de los desplazados climáticos.
  • Alertar a los gobiernos y a las organizaciones humanitarias sobre las llamadas “poblaciones invisibles”, quienes, habiéndose enfrentado a múltiples situaciones de desplazamiento debidas a circunstancias que escapan de su control, son particularmente vulnerables. Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Este mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y todos los otros derechos cívicos.
  • Abogar por el reconocimiento y la protección de los desplazados a causa del cambio climático, defendiendo sobre todo sus derechos humanos y prestándoles asistencia humanitaria, de conformidad con el derecho internacional.
  • Alentar y colaborar con los gobiernos para crear sistemas educativos integrados, que permitan a todos los niños, incluidos aquellos niños que son desplazados climáticos, realizar y apreciar plenamente su humanidad común, contribuyendo así a un desarrollo nacional, pacífico y sostenible.
  • Promover la celebración de consultas con los pueblos indígenas y las poblaciones locales antes de desarrollar proyectos que puedan tener un impacto negativo en el medio ambiente y provocar el desplazamiento.
  • Incluir a los desplazados climáticos católicos en los programas pastorales de las parroquias locales, ofreciendo una atención espiritual que les respete y valore como hermanos y hermanas con sus propios idiomas, tradiciones, costumbres y ritos, a la vez que se les ayude a conocer las tradiciones, costumbres y ritos de la comunidad de acogida. (…) Para ello será preciso crear equipos misioneros para su acompañamiento, coordinando con las parroquias y demás instituciones eclesiales y extraeclesiales las condiciones de acogida, ofreciendo liturgias inculturadas y en las lenguas de los migrantes; promoviendo espacios de intercambios culturales, favoreciendo la integración en la comunidad y en la ciudad y motivándoles en esta labor al protagonismo.
  • Promover iniciativas ecuménicas e interreligiosas que respondan a las necesidades materiales y espirituales de todos los desplazados climáticos. La acción común y la cooperación con las distintas Iglesias y comunidades eclesiales, así como los esfuerzos conjuntos con quienes profesan otras religiones, podría dar lugar a la preparación de llamamientos, cada vez más urgentes, en favor de los refugiados y de los otros desplazados forzoso.
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