Papa Francisco: “Sé cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador”

El papa Francisco sabe perfectamente “cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador” porque él mismo vivió esa angustiosa experiencia. Fue en 1957, cuando tenía 21 años y le ingresaron en un hospital de Argentina por una enfermedad que “no era el tipo de gripe que se cura con aspirina”.



Durante meses el joven Jorge Mario Bergoglio no supo “quién era y si me moría o no”. Al comienzo de su hospitalización le sacaron “litro y medio de agua del pulmón” y meses después tuvieron que operarle para quitarle “el lóbulo superior derecho de uno de los pulmones”. Aquella enfermedad grave le enseñó a “depender de la bondad y la sabiduría de los demás” y a convertirse en una persona “mejor” y “más realista”. También le sirvió para “repensar” su vocación y decidirse a entrar en la Compañía de Jesús.

Francisco habla de esta y de otra dos “situaciones Covid”, según las define, en el libro ‘Soñemos juntos’ (Plaza & Janés), que llega a las librerías el 3 de diciembre. El volumen, en el que analiza el impacto que la pandemia está teniendo en el mundo y ofrece una suerte de ‘hoja de ruta’ para salir mejor como sociedad de esta crisis, es fruto de las conversaciones que mantuvo entre junio y agosto con el periodista británico Austen Ivereigh.

El “Covid del destierro”

En 1986 Bergoglio afrontó lo que llama en el libro el “Covid del destierro”, cuando viajó a Alemania para mejorar su alemán y trabajar en su tesis sobre Romano Guardini. “Tenía nostalgia de mi patria”, cuenta el Papa, citando en particular el recuerdo del día en que Argentina ganó el Mundial de fútbol. “No quise ver el partido y solo supe que habíamos ganado al otro día cuando leí el diario. Era la soledad de un triunfo solo, porque nadie te lo compartía; la soledad de no pertenecer, que te desinstala”.

El “tercer Covid” tuvo lugar entre 1990 y 1992, cuando sus superiores jesuitas le mandaron a la ciudad argentina de Córdoba. “Este tiempo tuvo su raíz en mi modo de conducir, primero como provincial y después como rector. Seguramente alguna cosa buena hice, pero a veces era muy duro. En Córdoba me pasaron la boleta y tenían razón”, asegura Francisco, al que se le “movió todo” con aquel “desarraigo”, en el que le mandaron “a un rincón de la cancha y te hacen sentar en categoría de suplente”.

“Vacunado” contra las sorpresas de la curia

En el año, diez meses y trece días que pasó en aquella residencia jesuita de Córdoba, Bergoglio desarrolló su “capacidad de oración”, experimentó “tentaciones” y también aprovechó para leer los treinta y siete tomos de la Historia de los papas de Ludwig Pastor. “Desde donde estoy ahora, me pregunto por qué Dios me habrá inspirado a leer eso en aquel momento. El Señor me preparó con esa vacuna”, cuenta Francisco, asegurando que “una vez que conocés esa historia, no hay mucho de lo que pase en la curia romana y en la Iglesia de hoy que pueda sorprenderte. ¡Me ha servido mucho!”

Aquella experiencia en Córdoba fue una “verdadera purificación” que le sirvió para tener “mucha paciencia” y entender que “las cosas importantes llevan tiempo”. Aunque asegura que está “al final de su vida” y que, a su edad, “debería tener anteojos especiales para tratar de ver cuándo el diablo me rodea para hacerme caer”, el Papa reconoce que debe tener cuidado “ahora en mi tarea de gobierno de la Iglesia” para no caer en “los mismos defectos” que cuando fue superior religioso en Argentina.

Favorable a la renta mínima

En ‘Soñemos juntos’ Francisco insiste, como lleva meses subrayando, en que la pandemia es una oportunidad para “crear algo nuevo” y pide no volver a la “falsa seguridad de las estructuras políticas y económicas que teníamos antes de la crisis”. Agradece el trabajo de los “mártires sanitarios”, critica el “virus de la indiferencia” y vuelve a insistir en la importancia de la “ecología integral”. También arremete una vez más contra los populismos, nacionalismos y el neoliberalismo y apuesta en cambio por “rediseñar la economía para que ofrezca a todas las personas una vida digna, a la vez que proteja y regenere la naturaleza”.

Entre sus recomendaciones concretas destaca el apoyo que hace al “ingreso básico universal (IBU), también conocido como el ‘impuesto negativo a la renta’: un pago fijo incondicional a todos los ciudadanos, que podría distribuirse a través del sistema impositivo. El IBU puede redefinir las relaciones en el mercado laboral, garantizándoles a las personas la dignidad de rechazar condiciones de empleo que las encadenan a la pobreza”. Ayudaría a contar con una “seguridad básica” con la que las personas podrían combinar el tiempo dedicado al trabajo remunerado con tiempo para la comunidad, sostiene el Papa, que se muestra favorable a una reducción de los horarios laborales.

Dejar la “cultura selfie”

También pide un cambio cultural para salir del “laberinto” en que nos encontramos, por lo que aboga por “dejar la cultura selfie para ir al encuentro de los demás: mirar los ojos, los rostros, las manos y las necesidades de aquellos que nos rodean y así también poder descubrir nuestros rostros, nuestras manos llenas de posibilidades”. Invita a “dejarse cuestionar”, discernir sobre esa llamada y, finalmente, “actuar” y “ofrecer tu servicio”.

Francisco afronta en el libro la “cultura del abuso, ya sea sexual, de poder o de conciencia”, y celebra cómo está comenzando a ser desmantelada por las propias víctimas. “Estos abusos también fueron cometidos por algunos miembros de la Iglesia”, reconoce con “dolor y vergüenza”, pidiendo “no más abuso sexual, de poder y conciencia dentro y fuera” de la comunidad cristiana. El Papa cita en su análisis de este problema al movimiento #MeToo, que ha logrado “despertar” a la sociedad.

Las mujeres, “mejores administradoras”

‘Soñemos juntos’ incluye una crítica a la “injusticia racial” al hacerse eco del asesinato de George Floyd, frente al que surgieron protestas que el Pontífice justifica. “Está bien que la gente reclame dignidad para todos los seres humanos y denuncie el abuso en todas sus formas. El abuso es un puñetazo a la dignidad humana que no podemos permitir y contra eso hay que luchar”.

En su diálogo con Ivereigh, Bergoglio afronta la cuestión de la posición de las mujeres en los puestos de decisión de la Iglesia católica y, tras celebrar las aportaciones de varias economistas y la “resiliencia” femenina ante la pandemia, asegura que estas, en general, “son mejores administradoras que los hombres. Entienden mejor los procesos, saben cómo llevarlos adelante”. Durante su experiencia como arzobispo de Buenos Aires, cuando la ecónoma, la canciller y la jefa del archivo eran mujeres, se convenció de que “el asesoramiento de las mujeres en los consejos pastorales y administrativos era más valioso que el de muchos hombres”.

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