El Papa coloca una cruz con un chaleco salvavidas en el Vaticano en recuerdo a migrantes y refugiados

  • Francisco ha recibido hoy a los refugiados de Lesbos que ha acogido en Roma con la ayuda de Sant’Egidio
  • “Bloqueando los barcos no resolvemos el problema”, ha clamado el Pontífice

“Este salvavidas, entregado por un grupo de salvamento hace solo unos días, pertenecía a un migrante que murió en el mar. Nadie sabe quién era ni de dónde vino. Solo se sabe que su chaqueta se recuperó a la deriva en el Mediterráneo el 3 de julio de 2019, en una coordenadas geográficas concretas”. De esta manera sobrecogedora se explicó esta mañana el papa Francisco ante los refugiados procedentes de Lesbos que ha acogido recientemente en el Vaticano con la ayuda de la Comunidad de Sant’Egidio y el limosnero pontificio.



Francisco se encontró con los refugiados que han llegado a Roma gracias a los corredores humanitarios utilizados por la comunidad católica del Trastevere. En un gesto de cercanía para con ellos, ha ordenado colocar la cruz con el salvavidas en medio en la puerta del Palacio Apostólico, lugar por el que pasarán todos los jefes de Estado que lleguen al Vaticano para reunirse en Secretaría de Estado. “Es para recordarnos que debemos mantener nuestros ojos abiertos, mantener nuestros corazones abiertos, para recordarles a todos el compromiso absoluto de salvar cada vida humana, un deber moral que une a los creyentes y no creyentes”, indicó.

La cruz, destapada por dos de los jóvenes acogidos, le ha causado gran impresión al Pontífice, que les invitó, mirando al chaleco, a rezar. Se trata del segundo salvavidas que acaba en manos de Jorge Mario Bergoglio. El primero se lo dieron hace unos años otros miembros de un equipo de salvamento. Este pertenecía a una niña, también ahogada en el nuevo cementerio marca Europa: el Mediterrráneo. El Papa decidió donarlo a los dos subsecretarios de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral –el cardenal Michael Czerny y Fabio Baggio–. “Les dije: ¡Aquí está vuestra misión!’. Con esto quería expresar el compromiso inevitable de la Iglesia de salvar las vidas de los migrantes, para poder acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos”, remarcó durante su discurso.

Denuncia la “injusticia”

Ante el salvavidas que atraviesa la cruz, el Papa recordó que “nos enfrentamos a otra muerte causada por la injusticia. Sí, porque es la injusticia lo que obliga a muchos migrantes a abandonar sus tierras. Es la injusticia lo que los obliga a cruzar los desiertos y sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es la injusticia que los rechaza y los hace morir en el mar”, afirmó con rotundidad.

“El chaleco viste una cruz en resina de color, que quiere expresar la experiencia espiritual que pude captar de las palabras de los rescatadores. En Jesucristo, la cruz es una fuente de salvación, ‘locura para los que están perdidos –dice san Pablo–, pero para los que están a salvo, o para nosotros, es el poder de Dios’ ( 1 Cor 1:18). En la tradición cristiana, la cruz es un símbolo de sufrimiento y sacrificio y, al mismo tiempo, de redención y salvación”, recordó.

Siguiendo la descripción de la cruz, explicó que es transparente porque “se presenta como un desafío para mirar con más cuidado y siempre buscar la verdad. La cruz es luminiscente: quiere alentar nuestra fe en la Resurrección, el triunfo de Cristo sobre la muerte. Incluso el migrante desconocido, que murió con esperanza en una vida nueva, participa en esta victoria. Los equipos de rescate me contaron cómo están aprendiendo sobre la humanidad de las personas que pueden salvar. Me han revelado cómo en cada misión redescubren la belleza de ser una gran familia humana, unida en la fraternidad universal”.

“Nuestra pereza es un pecado”

“¿Cómo no escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que prefieren enfrentar un mar tormentoso en lugar de morir lentamente en los campos de detención libios, lugares de tortura y esclavitud despreciable? ¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante los abusos y la violencia de los cuales son víctimas inocentes, dejándolos a merced de traficantes sin escrúpulos? ¿Cómo podemos ‘ir más allá’, como el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano, haciéndonos tan responsables de su muerte? ¡Nuestra pereza es un pecado!”, sostuvo.

Por otro lado, el Papa quiso agradecer una vez más al Señor por “todos aquellos que han decidido no permanecer indiferentes y hacer todo lo posible para ayudar a las víctimas, sin hacer demasiadas preguntas sobre cómo o por qué los pobres medio muertos terminaron su camino”. Y ha avisado al mundo: “Bloqueando los barcos no resolvemos el problema”. “Deben realizarse esfuerzos serios para vaciar los campos de detención en Libia, evaluando e implementando todas las soluciones posibles. Es necesario denunciar y enjuiciar a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones. Los intereses económicos deben dejarse de lado para que en el centro esté la persona, cada persona, cuya vida y dignidad son preciosas a los ojos de Dios. Debemos ayudar y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá una cuenta al momento del juicio”, concluyó.

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