En vísperas de la celebración de la Diada, el 11 de septiembre, “la calma chicha” se ha impuesto a nivel político, social y eclesial. Es el diagnóstico en el que varios obispos catalanes coinciden al señalar a Vida Nueva el ambiente que se vive, “con menos radicalidad, mucha división política, sobre todo en el bloque soberanista, y un gran cansancio en la sociedad”, como lo describe uno de ellos.
También la Iglesia catalana tiene la propia casa sosegada. “Los obispos ya hemos dicho lo que teníamos que decir y no está en el ambiente preparar algo distinto. Otra cosa es lo que pueda suceder a raíz de la sentencia del juicio del procés. Ahí podríamos vivir una gran presión y ya veríamos si la revuelta que pueda traer consigo, si la sentencia es muy dura, se queda en algo solo retórico”, añade este pastor.
La virtud del perdón
El que ya hayan hecho sus pronunciamientos, también en contra de la prisión preventiva de los presos catalanes, de la que se van a cumplir dos años, no obsta para que los obispos sigan manteniendo una intensa actividad de encuentros con los principales actores políticos.
“Esta situación ha abierto una herida bastante profunda en la sociedad que nos hace sufrir mucho –añade otro prelado–. Nosotros queremos contribuir a curar heridas y ayudar a la pacificación social. Pero la sentencia por el juicio del procés puede que no contribuya a esta deseada pacificación, por lo que no debemos olvidar la virtud heroica del perdón”.
