El Arzobispo de Tlalnepantla recibió el palio arzobispal de manos del Papa

  • El Santo Padre explicó que “el palio recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas”
  • El Papa pidió a los arzobispos seguir trabajando “para ser una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, donde Cristo esté en medio de nosotros”

Este 29 de junio, durante la misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, José Antonio Fernández Hurtado, arzobispo de Tlalnepantla, recibió de manos del papa Francisco el palio arzobispal, junto con otros 30 metropolitanos más de distintas ciudades del mundo.

El papa Francisco bendijo y entregó los palios a los 31 nuevos arzobispos que ha nombrado a lo largo del año, mismos que les serán impuestos a cada uno en su Iglesia particular.

Durante la homilía, el Papa explicó que “El palio recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; y de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla”.

En un video mensaje enviado a la Arquidiócesis de Tlalnepantla, Fernández Hurtado dijo que el Papa ha pedido a la Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla “que sigan trabajando para ser una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, donde Cristo esté en medio de nosotros”.

El palio arzobispal

El palio es un ornamento que usan los arzobispos metropolitanos sobre sus hombros al celebrar la Santa Misa, por encima de la casulla. Tiene la forma de una faja circular, sobre la cual penden dos tiras rectangulares que se colocan sobre el pecho y la espalda del arzobispo. Se elabora a partir de la lana que se obtiene de los corderos que le presentan cada año al Papa para su bendición en la fiesta de Santa Inés (21 de enero).

Esa lana significa la oveja que el buen pastor, el arzobispo, lleva sobre sus hombros. Los palios, que son confeccionados por las monjas benedictinas de Santa Cecilia, llevan bordadas varias cruces negras, para simbolizar las heridas del Cordero de Dios, Jesucristo. En tres de ellas se colocan clavos metálicos en recuerdo de los clavos del Crucificado. Algunos Padres de la Iglesia han visto en las cruces el recuerdo de la Cruz del Señor que el prelado debe llevar con mayor diligencia y amor.

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