Francisco en la fiesta de Pedro y Pablo: “No seáis cristianos tibios y de fachada”

  • Francisco bendice los palios de los nuevos arzobispos metropolitanos de todo el planeta en la basílica de San Pedro
  • Durante su homilía, glosa el perfil de los “testigos vivos de Jesús” para el siglo XXI: “La santidad no es un ascenso en la clasificación, es abajarse”

“Jesús no quiere ‘reporteros’ del espíritu, mucho menos cristianos de fachada”. Con esta contundencia, el Papa se ha dirigido esta mañana desde la basílica de San Pedro a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados en todo el mundo nombrados el año pasado, que han concelebrado con él la misa con motivo de la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Después del tradicional rito de la bendición de los palios que les serán impuestos por los respectivos nuncios en sus diócesis, Francisco ha presidido la eucaristía. En ella, a partir de la figura de patronos de Roma, ha glosado el perfil de los “testigos vivos de Jesús” para el siglo XXI.

“Pidamos la gracia de no ser cristianos tibios, que viven a medias, que dejan enfriar el amor”, imploró el Papa que llamó a cultivar “la relación diaria con Jesús” y “la fuerza de su perdón”. “Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús”, expuso a continuación.

Dirigiéndose directamente a los nuevos prelados, les planteó que “los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; es signo de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla”.

Humildad “hasta el final”

“Cuando nos consideramos mejores que los demás, es el principio del fin”. Esta reflexión fue el eje en torno al que giró la homilía del Papa a partir de los roces que los propios apóstoles tuvieron a la hora de situarse respecto a Jesús. “El Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado”, advirtió ante los pastores de la Iglesia, a quienes les instó a vivir con la humildad “hasta el final” de Pedro y Pablo.

“Comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes”, añadió el Pontífice.

“¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades?”, se preguntó el obispo de Roma ante una basílica repleta de fieles. “El perdón del Señor”, se respondió a continuación para invitar a todos a sentirse “testigos del perdón” que regenera: “Sólo cuando experimentamos el perdón de Dios renacemos de verdad. Es el perdón el que nos permite comenzar de nuevo”, continuó para orientar su meditación al sacramento de la reconciliación.

Una historia de amor

Así, Francisco presentó al testigo, no como aquel que “conoce la historia de Jesús, sino el que vive una historia de amor con Jesús. Porque el testigo, después de todo, lo único que anuncia es que Jesús está vivo y es el secreto de la vida”.

En esta línea, el Papa llamó a no quedarse en la superficialidad que lleva a tener solo “curiosidad por Jesús”, interés “por las cosas de la Iglesia”, o hablar “de cuestiones sagradas” para ir al verdadero encuentro con Jesús. “Encontrando a Jesús, experimentando su perdón, los apóstoles fueron testigos de una nueva vida. No pensaron más en sí mismos, sino que se entregaron completamente”, planteó.

En la eucaristía participó además una delegación del Patriarcado de Constantinopla que le llevó al Papa a exponer que “ tampoco podemos ahorrar esfuerzos en el camino hacia la unidad plena entre los creyentes, en una comunión a todos los niveles”. “Porque juntos, reconciliados por Dios y perdonados mutuamente, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestra vida”, concluyó.

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