Las 4 propuestas de Benedicto XVI ante los abusos en la Iglesia

  • El Papa emérito pide “vivir por Dios y bajo él” y “encontrar a la Iglesia viviente”
  • En una reflexión para ayudar “en esta hora difícil”, señala que el Mayo del 68 diagnosticó la pedofilia como “permitida y apropiada”

Francisco, con Benedicto XVI, el 28 de junio de 2017, tras el consistorio/CNS

Una mirada al escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia con una perspectiva histórica desde los años 60 del siglo pasado; sus efectos en la vida de los sacerdotes; y una propuesta de respuesta “adecuada” por parte de la Iglesia. Estas son las tres partes de la reflexión escrita por  Benedicto XVI con el título “La Iglesia y los abusos sexuales”, pensada para ser difundida esta Semana Santa por el mensual Klerusblatt, pero que ha sido filtrada el miércoles 10 de abril por el New York Post.
Se trata de un texto con el estilo del profesor Joseph Ratzinger, analítico y sistematizado, y que surge como reflexión tras la reciente cumbre antipederastia celebrada en el Vaticano a finales del pasado mes de febrero. Fruto de esa reflexión, son lo que el Papa emérito califica de “notas con las que quiero ayudar en esta hora difícil” y que entregó para su publicación “habiendo contactado” con el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin “y al mismo papa Francisco”, según se lee en la introducción del texto, traducido por Aciprensa.
Sin agotar el interés y calado de las reflexiones del texto (algunas ya objeto de críticas, como su afirmación de que “parte de la fisonomía de la Revolución del 68 fue que la pedofilia también se diagnosticó como permitida y apropiada”, destacamos cuatro claves que Benedicto XVI ofrece como “propuestas para una adecuada respuesta de la Iglesia”:

1.- Vivir por Dios y bajo Él

Partiendo de que, según Benedicto XVI, la razón de que la pedofilia haya llegado a estas proporciones es por “la ausencia de Dios”, señala que “una tarea primordial, que tiene que resultar de las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él. Por encima de todo, nosotros tenemos que aprender una vez más a reconocer a Dios como la base de nuestra vida en vez de dejarlo a un lado como si fuera una frase no efectiva”.
“El tema de Dios parece tan irreal, tan expulsado de las cosas que nos preocupan y, sin embargo, todo se convierte en algo distinto si no se presupone, sino que se presenta a Dios. No dejándolo atrás como un marco, sino reconociéndolo como el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones”.

2.- Renovación de la fe

Es bastante obvio que no necesitamos otra Iglesia con nuestro propio diseño. En vez de ello, se requiere, primero que nada, la renovación de la fe en la realidad de que Jesucristo se nos es dado en el Santísimo Sacramento”, señala Ratzinger, que subraya que hay personas afectadas que “ya no pueden escuchar las palabras de la consagración sin experimentar nuevamente la terrible angustia de los abusos”.
Por ello, añade rotundo que “sí, tenemos que implorar urgentemente al Señor por su perdón, pero antes que nada tenemos que jurar por Él y pedirle que nos enseñe nuevamente a entender la grandeza de Su sufrimiento y Su sacrificio. Y tenemos que hacer todo lo que podamos para proteger del abuso el don de la Santísima Eucaristía”.

3.- Oponerse a las mentiras y medias verdades

Es muy importante oponerse con toda la verdad a las mentiras y las medias verdades del demonio: sí, hay pecado y mal en la Iglesia, pero incluso hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible. Además hoy hay mucha gente que humildemente cree, sufre y ama, en quien el Dios verdadero, el Dios amoroso, se muestra a Sí mismo a nosotros. Dios también tiene hoy Sus testigos (‘martyres’) en el mundo. Nosotros solo tenemos que estar vigilantes para verlos y escucharlos”.

4.- Encontrar a la Iglesia viviente

Frente a ese pecado que Benedicto XVI reconoce y que también a él le avergüenza, invita a “encontrar a la Iglesia viviente” que da testimonio “del Dios viviente”en medio del mundo. Así, asegura que “el hoy de la Iglesia es más que nunca una Iglesia de mártires y por ello un testimonio del Dios viviente. Si miramos a nuestro alrededor y escuchamos con un corazón atento, podremos hoy encontrar testigos en todos lados, especialmente entre la gente ordinaria, pero también en los altos rangos de la Iglesia, que se alzan por Dios con sus vidas y su sufrimiento. Es una inercia del corazón lo que nos lleva a no desear reconocerlos. Una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización es, hasta donde podamos, establecer hábitats de fe y, por encima de todo, encontrar y reconocerlos”.
“Ver y encontrar a la Iglesia viviente es una tarea maravillosa que nos fortalece y que, una y otra vez, nos hace alegres en nuestra fe”, concluye el papa emérito.

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