Chile: Parroquia de Codegua celebra fiesta de la luz

Codegua es un pequeño pueblo rural, de casi 13 mil habitantes, a 74 kilómetros al sur de Santiago, con signos de presencia inca en restos de un pucará. La parroquia fue fundada en 1824 y su actual templo construido en 1850 ha sufrido severos daños por los terremotos de 1985 y 2010 que impiden su uso. El año 2009 había sido declarado monumento nacional por lo que el Estado ha asumido su restauración que está por iniciarse.

Allí junto a las dependencias anexas al templo está también el cementerio parroquial al que cada año, en la víspera de la fiesta de todos los santos, llegan cientos de personas a celebrar la fiesta de la luz.

Responder al halloween

“Esta actividad, dice a Vida Nueva el párroco Mario Mella, tiene 10 años de tradición y nació para responder al Halloween. Invitábamos a Misa la noche del 31 de octubre pidiendo a los niños venir disfrazados de santos o de animales de la creación, para celebrar de cara a la resurrección. Esto fue renovándose y en los últimos años nadie llega con disfraz porque la fiesta ha tomado un vuelco espiritual y, sin que nadie lo prohíba, dejaron los disfraces y vienen a celebrar la Fiesta de la Luz. Ya no hablamos de Halloween sino del Dios de la Vida y la Resurrección”.

Un componente importante es el Memorial de la Vida con la imagen de María embarazada que se ha constituido en el eje de la celebración, construido en el mismo cementerio. Mella relata cómo se originó este memorial: “a partir de confesiones a mujeres, algunas de la cuales han perdido su hijo durante el embarazo, por las circunstancias que sean, me quedó resonando una de sus frases: ‘no recibí mi hijo en el hospital, por tanto tengo mi duelo abierto sin un lugar dónde ir a dejar una flor’. De este dolor nos hicimos cargo en la parroquia”, explica el párroco. Allí, no sólo mujeres, sino ahora muchos devotos dejan los nombres de sus difuntos y rezan con el texto que ahí mismo se les ofrece.

La fiesta de la luz

Este año, al atardecer del 31 de octubre llegaron hasta el cementerio más de 1.200 personas, llevando una fotografía de su pariente difunto, una vela y algo para escribir. La Fiesta de la Luz se realiza junto al Memorial y se propone liberar el duelo, el dolor, mirar al Dios de la Esperanza, al Señor de la Resurrección. “Por esto tenemos dos signos, explica el Mario Mella: los globos blancos inflados con helio que repartimos a todos los asistentes y les pedimos que escriban en ellos el nombre de sus parientes que han muerto o alguna oración”. En medio de la ceremonia previa a la eucaristía, con cantos, motivaciones y oraciones, se invita a todos a soltar estos globos que suben al cielo.

El segundo signo es la luz. Hacia el término de la eucaristía, el obispo saca luz del cirio pascual y la transmite a las velas de los participantes, que han sido benditas, así todos tienen la luz de Cristo, signo de esperanza y resurrección. “Terminada la Misa, sigue Mella, todos van a dejar sus velas en la sepultura de sus seres queridos. Como ya es noche oscura, el cementerio se ilumina creando un ambiente hermoso y emotivo en el que todos percibimos que ese lugar de muerte, de tristeza, de dolor, se ha transformado en un lugar de luz, de encuentro de todos y de esperanza”. 

El obispo Fernando Ramos, administrador apostólico de Rancagua, presidió este año la ceremonia y expresó a Vida Nueva su impresión: “es una experiencia pastoral muy valiosa porque permite hacerse cargo del duelo, del dolor, del miedo a la muerte, sentimientos que todos tenemos. El Memorial con la virgen María embarazada en el mismo cementerio es un punto importante que ha traído mucho sentido y valor para la gente, en especial para mujeres que han sufrido la pérdida de un hijo, en cualquier circunstancia que sea”.

“Esto que partió siendo una actividad para resignificar Halloween, agrega el obispo, la comunidad lo ha transformado al darse cuenta que no es necesario estar contra Halloween, sino que lo transformaron en una celebración a favor de la muerte en perspectiva de la resurrección y la esperanza en la Vida en Dios. Creo que esto ha sido muy bien logrado”. 

“Fue un momento muy lindo, en el que se pudo recoger el recuerdo, el sentimiento y la pena por el fallecimiento de los seres queridos con una mirada de esperanza desde nuestra fe”, concluye el obispo.

 

 

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