Tribuna

¿Puede León XIV ser un impulso para la democracia cristiana?

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El pasado 7 de mayo, tras la fumata blanca, el cardenal protodiácono Mamberti apareció en la logia central de la Basílica de San Pedro para anunciar al mundo con gran gozo: “Habemus papam!”. Tras pronunciar el nombre del cardenal estadounidense-peruano Prevost (en las quinielas de muchos) hizo público el, para la mayoría sorprendente, nombre elegido por el nuevo Papa: León.



Hubo quien especuló que la elección se debía a Fray León de Asís, confesor y discípulo amado de San Francisco, como muestra de reconocimiento y continuidad con el legado de su recordado predecesor. No obstante, en su primer encuentro con el Colegio Cardenalicio, el Papa León XIV confirmó que el nombre elegido es una referencia a León XIII, recordado por la publicación de Rerum novarum, la primera encíclica social de la Iglesia.

Atendiendo a la historia, podemos encontrar papas con el nombre León cuya influencia en la política y las relaciones Iglesia-Estado fueron determinantes. En el año 452, San León I Magno detuvo a Atila a las puertas de Roma con la aparición milagrosa, según la tradición, de los apóstoles Pedro y Pablo espadas en mano, consiguiendo firmar la paz y frenar el avance de los bárbaros en Italia.

Siglos más tarde, en la misa de Navidad de 800, el pontífice León III coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio, evento clave en la historia europea pues suponía el reconocimiento al poder temporal del rey de los francos como nuevo césar, como continuador del Imperio romano de Occidente, legitimando su propia existencia como voluntad divina.

Situación de los trabajadores

León XIII, sucesor de Pedro entre 1878 y 1903, es considerado el padre de la democracia cristiana. Debemos definir este concepto, ni más ni menos que como el pensamiento, no confesional, que pretende llevar a la acción política la Doctrina Social de la Iglesia; plasmada en los siguientes principios fundamentales: justicia social, dignidad de la persona, reconocimiento de derechos, comunitarismo, caridad y solidaridad, paz y bien común.

El primer papa del S.XX fue providencial denunciando la situación precaria de los trabajadores en plena revolución industrial, reclamando salarios dignos y la posibilidad de organizarse en sindicatos católicos que hicieran frente al creciente materialismo marxista. Tras la abolición del non expedit por Benedicto XV, los católicos italianos pudieron participar en política, agrupándose bajo el liderazgo de Don Luigi Sturzo en el Partido Popular Italiano, cuyo ideario recogía todo el magisterio social de la Iglesia.

A la finalización de la II Guerra Mundial, y bajo la influencia intelectual de los prestigiosos filósofos Mounier y Maritain, la reconstrucción europea en torno a la democracia social y el proceso de integración comunitaria estuvieron liderados por la democracia cristiana; destacando líderes como Alcide De Gasperi, el terciario dominico Giorgio La Pira o Konrad Adenauer, reconocidos por la Iglesia como políticos ejemplares y verdaderos servidores públicos.

Después del Concilio Vaticano II y el apoyo expreso de San Pablo VI, el movimiento demócrata-cristiano se consolidó y llegó al gobierno en países de América Latina, con referentes de la talla de Eduardo Frei Montalva (Chile) o Rafael Caldera (Venezuela), que implementaron políticas en pro del progreso social.

Tras la revolución neoliberal, las opciones electorales que habían defendido los postulados democristianos se alejaron progresivamente del humanismo cristiano, y aquellas candidaturas que hoy se autoproclaman “cristianas” son una amalgama que abraza posiciones nacionalistas y posturas ultraconservadoras, alineadas con el indiestrismo eclesial que tanto denunció el papa Francisco.

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Ética política

Como obispo, Roberto Prevost se ha mostrado comprometido con los derechos humanos y de los indígenas, la denuncia de desigualdades e injusticias, la lucha contra el cambio climático y la búsqueda de la paz. Son numerosos los principales retos que el Papa León XIV debe afrontar: la nueva revolución industrial y laboral, el desarrollo de la IA, la polarización, las guerras y desorden social, las tensiones Occidente-Rusia-China, la relación con su compatriota Trump o la ridiculización de la Fe…

Ojalá su magisterio, al igual que hizo León XIII, inspire la aparición de una generación de políticos comprometidos con la Doctrina Social de la Iglesia, de hombres y mujeres con verdadera vocación de servicio público a la luz del Evangelio, del resurgimiento de personas audaces fieles a la herencia y principios demócrata-cristianos.

Casualidad o no, la elección papal de Fray Roberto Prevost Martínez se produjo en el 80 aniversario de la liberación europea del nazismo y en la víspera de otras dos señaladas efemérides para la democracia cristiana: el aniversario del martirio de Aldo Moro y la celebración del Día de Europa, en el que se conmemora la Declaración del Venerable Robert Schuman.

Sin duda, tendremos que seguir con atención las declaraciones, homilías y encíclicas de nuestro nuevo santo padre León XIV, pues tiene ante sí una preciosa oportunidad para renovar e influir en la conformación de una ética política de raíz cristiana, y todo nos hace indicar que es el hombre adecuado para este histórico cometido.

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