Tribuna

Otra manera de hacer pan

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“Me parece una iniciativa muy en consonancia con vuestro espíritu, y muy necesaria dadas las circunstancias. Guardo todo lo vuestro en la memoria de mi PC, y también en el corazón”. Con estas palabras me respondía Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger al correo con el que le informaba de la Campaña #protegealosmenores que desde el Partido Por Un Mundo Más Justo (M+J) hemos puesto en marcha hace unas semanas y que ya ha tenido una importante repercusión mediática.



En ella, en el mismo lugar –la estación de metro de la Puerta del Sol de Madrid– donde el día 20 de abril, en plena campaña electoral a la Comunidad, aparecía un cartel alimentando el rechazo a los Menores Extranjeros No Acompañados, nuestro partido ha colocado otro con un mensaje muy distinto en fondo y forma: los niños “menas” no han venido a robar, delinquir o invadirnos… han venido a sumar y trabajar. Lo hacemos trayendo la historia de 4 jóvenes extutelados que han participado en un corto premiado por Naciones Unidas, y a la que seguirán a lo largo de un año otras historias de personas que llegaron a nuestro país huyendo de contextos de pobreza, violencia, miseria o persecución, y que hoy dan voz a las ganas de contribuir, co-crear y re-crear nuestra sociedad, que la inmensa mayoría de estos jóvenes traen consigo cuando se deciden a arriesgar su vida en un viaje que, está lleno de todo, menos de facilidades.

Para nosotros #protegealosmenores nace de la necesidad de restaurar la herida abierta aquel fatídico día en el que, posiblemente llevados por estrategias electoralistas que poco tienen que ver con los valores de la honestidad, la veracidad, la construcción social y, lo que creo más importante, con los valores evangélicos, se dio un giro de tuerca más en el discurso del odio y de la exclusión del diferente. En M+J nos reconocemos de “ultrahumanidad” y de “extrema fraternidad” y que somos “del fondo”, de los que están al fondo o al borde del camino, que poco importan a “los grandes” y que, sin embargo, son nuestra razón de existir. Por eso, para nosotros, dar la cara por los más vulnerables es “de obligado cumplimiento”, como lo es para todo el que se siente cristiano el mandamiento del amor, no el del odio o el del miedo.

En ese contexto, y en la proximidad de la festividad del Corpus, me volvía a llegar por redes una versión musical de Cristóbal Fones, SJ de aquellos preciosos versos de Pedro Casaldáliga:

Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos

hacemos este Gesto, compartida

la mesa y el destino, como hermanos.

Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

 

Unidos en el pan los muchos granos,

iremos aprendiendo a ser la unida

Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.

Comiéndote sabremos ser comida.

 

El vino de sus venas nos provoca.

El pan que ellos no tienen nos convoca

a ser Contigo el pan de cada día.

 

Llamados por la luz de Tu memoria,

marchamos hacia el Reino haciendo Historia,

fraterna y subversiva Eucaristía.

Y es que, en mi lectura del Evangelio – personalísima pero tratando de ser profundamente fiel a lo aprendido en mi crecimiento eclesial y carismático- nunca he podido entender la dimensión eucarística desde una clave diferente a esta: comer el Cuerpo de Cristo y ser coherente con lo que ello significa, implica el intento de vivir la fraternidad hasta las últimas consecuencias lo que, a menudo, conlleva una “subversión” de los relatos sociales “estandarizados” y que compramos acríticamente a los líderes de turno o los tóxicos nuevos areópagos que son las redes sociales.

Por un mundo más justo MENAS

Por eso necesitamos “otra forma de hacer pan”. Quizá “otra forma” que no es tan “nueva” en su sentido, porque hunde sus raíces en la revelación sagrada, pero que, “dadas las circunstancias” –como nos decía Santiago Agrelo en su misiva– necesita ser actualizada, visibilizada y defendida.

Esa “otra forma” no es más que la respuesta a la pregunta que Benedicto XVI planteaba al comienzo de ‘Deus Caritas Est’: “¿Cómo se debe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa humana y divina?” (DCE 6). A nosotros –los que militamos en este partido político por convicciones de fe y como resultado de discernimientos sobre dónde servir más y mejor– se nos viene una y otra vez la misma respuesta: hay que vivirlo desde una opción preferencial por los últimos, construyendo un mundo de justicia, equidad, de oportunidades para todos, derechos universales y fraternidad global. Eso es parte imprescindible de la “amistad social” que nos pide Francisco en su ‘Fratelli Tutti’.

Hagamos pan de una manera nueva. Hagamos eucaristía cuidando a los que Dios nos regala para humanizarnos plenamente. Hagamos pan con los granos más pobres pero por ello… los más queridos por Él. Hagamos pan optando indefectiblemente por lo que construye y huyendo –sin paliativos– por lo que separa, deshumaniza o divide.

En eso estamos en M+J. Y por eso hemos puesto en marcha la campaña #protegealosmenores.

Gracias a todos los que –como Santiago Agrelo de modo más reciente, pero también el mismo Casaldáliga que en su día nos dio “la enhorabuena por la creación y por la terquedad de ese joven partido, que debería ser el partido de toda la humanidad consciente y corresponsable”– dan su apoyo explícito a este proyecto esperanzador y necesario que es el Partido Por Un Mundo Más Justo para seguir haciendo fraterna y subversiva Eucaristía.

Me permito terminar estas líneas con otra poesía, esta vez de mi propia cosecha. Sé que lo hago a pocos párrafos de haber transcrito una que sí que es bella y profunda. Pero no me importa porque, precisamente, así brilla más la de Don Pedro y queda la mía como sencillo homenaje a todos estos niños a los que nuestra campaña actual quiere ayudar a sentirse incluidos, acogidos… acompañados:

PEQUEÑOS, SOLOS Y EN TIERRA EXTRANJERA
(Nunca más sin compañía)

Solo. Sin compañía.
Sin los tuyos y sin lo tuyo.
Sin tu ambiente.
Sin tus seguridades ni tu gente.

Solo y en medio de un mundo de sordos.
De vallas y fronteras. De muros y puertas.
De desiertos y selvas. Un mundo de leyes… de otros.

Solo. Pequeño. Lejos. A oscuras.
Sin el calor de tu madre. Sin la risa del amigo.
Sin el olor de tu casa, las tiendas de tu barrio,
las palabras en tu lengua u olores conocidos.

Solo y a merced del distinto.
Sin que nadie pronuncie bien tu nombre.
Bautizado con etiquetas de prejuicios,
Sospechoso eterno de los males de este mundo
recluido, escondido, sin empatía, desprotegido.

…Seamos humanos.
Humanos. Permitamos los derechos que humanizan.
Revirtamos los procesos que separan.
Acojamos a extranjeros, menores…
hijos y hermanos… nunca más sin compañía.


Luis Antonio Rodríguez Huertas, seglar claretiano, portavoz de Recursos Humanos del Partido Por Un Mundo Más Justo.