Tribuna

Mis sueños y deseos para los sacerdotes en 2021

Compartir

Sin duda, la situación en la que vivimos nos parece un sueño porque cada día nos sorprenden las noticias de la pandemia. Sin embargo, en las actuales circunstancias, es providente que el papa Francisco haya declarado 2021 como Año de san José, al haberse cumplido ciento cincuenta años de su proclamación como patrono de la Iglesia. La carta del papa ‘Patris corde’ se refiere a los sueños del santo: “Así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad”. Con esta referencia, sin que me arrogue visiones extraordinarias, quiero proyectar algunos sueños y deseos para los sacerdotes.



Año de san José

“’No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado’ (Mt 1, 20-21.24). Con la obediencia superó su drama y salvó a María” (‘Patris corde’, 3). El hombre custodio de la Madre de Dios se fio de la voz escuchada en el sueño y supo acoger, defender y acompañar a su esposa, nuestra Señora. Intuyo que el sacerdote, como san José, tiene como llamada especial en 2021 acoger, defender y acompañar a quienes en la Iglesia necesitan cuidado y acompañamiento, a los más frágiles y débiles, desorientados y deprimidos, asustados y migrantes, empobrecidos y desclasados, parados y rotos.

Multitud de sacerdotes en una celebración en el Vaticano

Año marcado por la pandemia

“¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones” (Mt 10, 29-31). Intuyo al sacerdote portador de serenidad, solidario y cercano. Las restricciones sociales, la merma de aforos en los actos de culto, el crecimiento de la demanda de alimentos dejan a los sacerdotes en la experiencia del límite, y acontece un tiempo propicio para descubrir la providencia divina, que actúa a través de acontecimientos paradójicos.

Año Compostelano

“¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor” (Sal 121). Y veo a tantos sacerdotes como guías de peregrinación, aunque sea virtual. Y como manos que imparten el perdón. Tiempo propicio para que el sacerdote se convierta en apoyo, como lo es el bordón para el caminante, y de ofrecer a los fieles, aunque no puedan acudir a la meta compostelana, la gracia de la misericordia desde la experiencia personal de la perdonanza.

Año de esperanza

“Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos” (Rom 4, 18). El futuro será de quienes tengan más esperanza. Sin duda que ayudará la recuperación de la normalidad, volver a tener la actividad pastoral habitual, pero con la experiencia de fragilidad y con la memoria de lo vivido, que nos ha hecho a todos más conscientes de que el salario lo lleva nuestro Dios, intuyo que los sacerdotes se convertirán en testigos de la esperanza teologal.

Tiempo de creer

“Si no creéis no subsistiréis” (Is 7, 9). Purificado el ministerio hacendoso, hiperactivo, pastoralista, imagino al sacerdote más capaz de dar razón de la fe, como san José. El despojo interior, afectivo, familiar, social y económico de tantos fieles, convierte al sacerdote en guía de su pueblo, levantadas las manos orantes, solidarias y pródigas, como Abraham y como Moisés, como Jesús.