Tribuna

Meriam Yahia Ibrahim: la sudanesa condenada a muerte por apostasía que fue absuelta

Compartir

La historia de Meriam Yahia Ibrahim Ishag, sudanesa condenada a la horca por apostasía y luego absuelta, marcó el 2014 y conmocionó a una opinión pública a menudo atrapada en patrones rígidos, lista para llorar sobre los cuerpos de las víctimas y rara vez capaz de actuar para que las víctimas salgan de su condición.

Meriam sufrió una injusticia insoportable. Es una mujer pequeña que, con su firmeza, ha despertado ímpetu, coraje, que contagia. De ella, como siempre con los mártires, se puede decir que no se lo buscó. ¿Qué se le pedía? Renunciar a su religión. Las puertas de la prisión se abrieron de repente cuando se negó a claudicar.



La historia comienza hace siete años, en Sudán, Meriam es arrestada, está embarazada y tiene un niño de poco más de un año. Tiene 27 años, es una licenciada, médico, casada con un cristiano. El marido, Daniel Wani, que siempre la apoyará, está en silla de ruedas. A la acusación de apostasía, se le añade la acusación de adulterio por su matrimonio con un cristiano. Mientras que un hombre islámico se puede casar con una mujer de otra fe, una islámica no tiene permiso para casarse con un cristiano.

¿Apostasía?

Daniel Wani, además de ciudadano estadounidense, es de Sudán del Sur. Sudán es en su mayoría islámico, y Sudán de Sur es principalmente animista y cristiano. En Sudán, Meriam recibe la primera acusación de apostasía basada en la denuncia de un pariente. Por la Sharia, introducida en Sudán en 1983, Meriam hija de un musulmán debe seguir la religión del padre: renunciar a la religión islámica del padre es apostasía y es punible con la pena de muerte.

Meriam-Yahia-Ibrahim

Meriam es condenada a la horca por la apostasía. Por el adulterio será castigada con cien latigazos: “Nunca he flaqueado”, escribe.

De la prisión relata que hay “una delegación de imanes y representantes religiosos de asociaciones locales. Me pidieron que rezara con ellos. No eran agresivos sino muy apremiantes. (…) Puse toda mi confianza en Dios y en mi derecho a seguir la religión que había elegido”. Meriam está en una prisión húmeda y poco saludable, con el niño constantemente enfermo. La única crisis le llega en el momento del parto, se encuentra dando a luz a la niña, Maya, con cadenas en los tobillos. Sin embargo, incluso entonces no se rinde.

La campaña de opinión a su favor se vuelve cada vez más intensa, los llamamientos de las ONG se multiplican, las intervenciones diplomáticas de la Santa Sede, de Estados Unidos, Italia, prudentes y respetuosas pero decididas, tienen un papel esencial en la feliz conclusión de la historia.

El 23 de junio de 2014, es el tribunal de apelación de Sudán el que simplemente exonera a Meriam. La mujer sale de la prisión con los niños y se reúne con su esposo. La familia espera su partida y documentos en la embajada estadounidense, luego desde allí se van, se quedan tres días en Italia, donde se encuentran con el Papa, y finalmente vuelan a Estados Unidos.

*Artículo original publicado en el número de abril de 2020 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva